ミ21

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Richie y Eddie se hallaban en el vehículo de este último, que los conduciría rumbo al restaurante chino en el centro de la ciudad

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Richie y Eddie se hallaban en el vehículo de este último, que los conduciría rumbo al restaurante chino en el centro de la ciudad. Ninguno soltó palabra alguna desde que salieron del hotel.

Su amanecer fue pesado y la resaca se hizo ver, como era de esperarse. Despertaron con dolores corporales casi insoportables, y tanto a Eddie como a Richie les dolían las caderas. Ninguno parecía recordar lo que sucedió en la noche, pero los recuerdos refrescaron solamente en la memoria de Richie, que por supuesto de apenas pensarlo vomitó al menos tres veces antes de tocar la perilla para salir de la habitación y permaneció en el baño durante media hora, pensando en todo lo sucedido y lo que siempre vio como algo imposible.

Parecía algo quimérico el hecho de que pudiese recordar casi a detalle cada momento de la noche anterior, y por alguna razón eso le hizo sentirse más cercano a Eddie. Pero también estaba más que culpable. Si bien era algo que había deseado y de lo que podía estar orgulloso, ninguno de los dos estaba consciente en el momento y por ende no era un acto sincero. Más bien, era un asunto muy grave; él había sido probablemente la primera vez de Eddie y este mismo ni siquiera lo sabía. De quizás recordarlo, podría odiarlo por completo y alejarse de él, y no podía permitir eso. No lo había visto en demasiado tiempo.

Richie por supuesto estaba jodidamente mal. Quería retroceder de alguna forma y evitar que sus raciocinio fuese nublado por el alcohol para poner impedimento a lo que acababa de hacer, pero ahora sólo podía agradecer que Eddie no recordara (o parecía no hacerlo) ningún momento de la noche anterior, escuchándolo quejarse de su dolor de espalda y cabeza en cada instante.

— Richie, ¿estás bien? —indaga el asmático, mirando de reojo al tipo que se encontraba con las piernas temblorosas y esquivando la mirada hacia la ventana— No intercambiamos palabras desde ayer.

Richie se limita a asentir, sin verlo ni por accidente. Si lo hacía, se hundiría en profunda vergüenza.

El comediante, muy en el fondo, maldecía con todas sus fuerzas el hecho de que su vehículo se había quedado sin gasolina y que Eddie se ofreciera a llevarlo, pues de no ser eso se habría evitado toda esa situación tan incómoda y que le ponía los vellos de punta, de sólo pensar en que estaba en un espacio muy cerrado para su gusto y junto a la persona con la que había tenido una unión singularmente carnal. El rojo en su rostro aún le ardía sobre la piel de sus mejillas, e intentaba girar su rostro para que Eddie no lo notara.

— ¿Cuánto queda? —suelta con voz vaga y moribunda, mirando el exterior para intentar centrarse en algo más que no sean sus pensamientos impuros.

— Deduzco que algunas cuadras. Quizás tres —aseguró sin despegar la mirada de enfrente, y con tono amigable—. Por cierto, no he olvidado nuestro juego de ayer.

Richie se exalta en su lugar y se atreve a mirar a Eddie por primera vez en todo su trayecto.

— ¿C-cuál juego?

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