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«¿De verdad voy a arriesgar mi desventurada vida por un estúpido amorío? Qué bajo he caído.»
Y es que no había mucho qué decir. A Richie no le interesaba en absoluto su propia vida, si le llegaría la muerte o no. Después de varios planteos, se dio cuenta de que la única razón por la que estaba ahí mismo, era porque los demás chicos no podían hacer aquello sin él. Y porque Eddie podía morir.
Mientras caminaba bajo tierra con su grupo, llevando una linterna a mano y tras haber bajado por un largo y apestoso pozo de aguas sucias, se puso a pensar en ello. Eddie lo había herido, sí. Pero quería pensar que no era culpa suya; ese sucio pueblo lo había malinfluenciado, y eran bastantes pequeños para no saber que era un pensamiento erróneo. Ahora Eddie estaba grande, y aparentemente no había cambiado su ideología, pero ¿quién lo haría después de vivir durante 14 años con una bruja que lo disciplinó para tener esa doctrina?
El lugar comenzaba a apestar y cada vez era más incómodo escuchar los chapoteos de las 12 suelas ocasionar eco contra los grandes muros de desconocido material, así que siguió caminando a la vez que se alentaba a sí mismo pensando que, si moría, sería después de haber pasado sus últimos momentos con las personas que quería y que -probablemente- fueron las únicas a las que les tuvo tal afecto de hermandad en toda su vida. Richie se rió por la propia idea de que Mike fuera su hermano, tras considerar su color de piel… era racista, pero cierto.
— ¡Richie! —una mano femenino sacudió su hombro, y el hombre volteó hacia Beverly— Ten.
La joven le mostró su mano, donde cargaba un paquete de cigarrillos Malboro con un logotipo más antiguo. El comediante hizo ver su confusión tras arquear una ceja.
— Te los debía a los 16 años, pero tú te habías ido del pueblo. Espero ya haber saldado mi deuda antes de que arriesguemos nuestras vidas por última vez.
— ¿"Nuestra" deuda? —inquirió, interesado luego de no haber hablado con Beverly tan amablemente desde el restaurante chino. Por un momento creyó que su amistad había quedado en el olvido puro.
— Las escapadas para fumar eran tu idea. —se acercó a besar una de las mejillas de Richie, que no hace más que sonrojarse en el acto— Te extrañé, lloré mucho cuando te fuiste. Pero tenías tus motivos.
El mayor ríe energético y la abraza por los hombros, devolviéndole el pequeño beso y agregando una sacudida a su cabello, despeinándolo más de la cuenta— Yo también te he extrañado, pequeña perra.
— Pene corto.
— Pelo de menstruación.
— ¡Oh, Dios mío! ¿Quieren dejar de decir cosas tan desagradables? ¡Gracias! —vocifera el asmático, alejándose del par hasta quedar al lado de Bill para no seguir sintiendo su estómago revolverse.
