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— Chicos, ¿e-en serio tenemos que hacer esto?
— “¡Sí, chicos! ¿No ven que el agua puede tener esteptococo o algo así?” —se burló, sorprendentemente, Ben.
— Cállate, Brad Pitt. —silenció Eddie, secretamente ofendido— Se llama estreptococo, y no tiene nada qué ver con el agua, es una bacteria que afecta a las amígdalas. ¿La sufriste alguna vez para darte cuenta de eso, idiota? No, lo dudo mucho, el “señor perfecto” no pudo haber tenido faringoamigdalitis aguda temporánea como para saberlo. Dios mío, me estás provocando tal y como Richie. ¿Hay algún adulto maduro y razonable aparte de mí en este maldito lugar? Al diablo, voy a aventarme, no soy tan cobarde. ¡Pero si llego a pescar cólera o alguna fiebre, voy a matar a cada uno de ustedes!
Nadie responde ya que no les da el tiempo de hacerlo, y tras comenzar con Eddie, uno por uno se arrojaron al vacío del acantilado hasta aterrizar en las aguas tibias cercanas a Los Barrens. Ninguno podía afirmar con certeza por qué se vieron en la necesidad de estar en ese lugar y repetir su acto de hace años cual déjà vú, aunque habría sido la completa escena si Stanley hubiese estado presente para compartir esos últimos momentos en Derry a sabiendas de que no regresarían jamás.
Ya fueron suficientes aventuras por un día, ahora obtendrán su merecido descanso. Y sobre todo, un premio muy especial para Richie.
Enterraron cuerpo en las aguas y con las cabezas al aire para permitirse respirar. Las gafas de Richie estaban rotas, y en un descuido se cayeron al agua tocando tierra, haciendo a éste refunfuñar por su estupidez. Sus vistas se nublaron impidiéndole reconocer con claridad el escenario en el que estaba, pero escuchó risas a su alrededor de los demás presentes, suponiendo que estaban tirándose agua entre ellos, así que se alejó a una distancia considerable para no quedar más empapado de lo que ya estaba.
— Uuh, ¿chicos? —llamó, pero no recibió contestación— Hijos de puta, ayúdenme. —volvió a gritar, y seguían sin escucharle.
Comenzó a desesperarse del enojo. Buscó ciegamente sus gafas donde sus manos le llegaran, sin obtener resultados positivos después de dos minutos de inútil búsqueda. Eso, hasta que escucha una voz a sus espaldas que lo hace reaccionar.
— ¿Rich?
— Bill, ¿eres tú? —trató de mantenerse a flote y seguir a aquella voz, pero no fue hasta que el propietario de ésta tocó su hombro para que se detenga.— Joder, Denbrough, tus manos están más pequeñas de lo usual.
Escucha al otro gruñir por lo bajo y deduce que no se trata de Bill realmente.
— Si vas a hacer esos comentarios, te hundiré la maldita cabeza. —resolvió a decir Eddie.— Estuvimos buscando tus lentes, hasta ahora no logramos nada, pero perdimos a Bev y Ben de vista.
— Edward, ¿eres tú? —estiró sus brazos para poder encontrar el cuerpo del asmático, dando accidentalmente con su mejilla perchada y escuchando un claro sonido de molestia.— Ups.
