Pajamas

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« ¿Larry?»

« ¿Steve?»

Sus pálidas mejillas enrojecieron, intentando pensar el motivo de su visita, dado que su racionalidad era cegada por la ilusión de verlo, incluso si el uniforme de repartidor junto a la pizza en mano indicaba que no era una "visita". Su interior vibró cuando sus manos se sostuvieron, en un acto de caballerosidad, y un suspiro se deslizó entre sus labios cuando su cuerpo estuvo completamente alzado, al punto de posar la palma de su mano izquierda en el pecho contrario, como una base completamente firme de la realidad fantasiosa que tenía; a pesar del olor a masa y queso, y las manchas en este, Larry seguía siendo completamente irresistible.

«Veo que ya se conocen».

La voz de su compañero de trabajo le hizo recordar donde estaba, y la atmosfera avergonzada que los rodeaba.

Dio unos pequeños pasos hacia atrás, intentando que sus gestos no se transformaran en una clara declaración de su atracción. « ¿Qué ha-haces aquí?»

«Yo» puede ver como su mano libre pasa detrás de su cuello, en un intento de que ese ambiente no los asfixiara más de lo que hace. «Vine a entregar una pizza, vegetariana con extra queso».

Antes de que su estómago anunciara el apetito ligado a la comida, las manos de Corneille interrumpieron, clavándolo a la situación actual del ambiente. «Moría de hambre, gracias, Larry» sus mejillas se inflaron por inercia, en un intento de no suplicar con obviedad el que no mencionase el tema anterior al encuentro. «Pero que torpe soy, he olvidado mi billetera, espero que no haya problemas en que los deje mientras voy por el dinero, ¿cierto?»

Un grito interno surgió cuando la mirada de este se clavó por segundos en su entidad; comprendía el mensaje de sus intenciones, sobretodo, cuando le susurro sutilmente que se relajara e intentara, nuevamente, invitarlo como una persona decente a una cita.

Pero pareciera que olvidaba de quien estaban tratando.

Así que cuando el silencio se prolongó y los intentos mutuos por intentar ser normales fracasaron, sus labios temblaron, ansiosos por evitar que el tiempo eterno fuera efímero en ese momento.

«Haré una pijamada» tales palabras no se percataban de lo extrañas que eran. «Con pijamas».

La expresión ajena lo hizo sentir asustado, sin embargo, cuando comenzó a reír de una manera baja pero descontrolada, sintió como su corazón latía con fuerza, declarando su amor inmenso. Una sonrisa embelesada liberó todos los sentimientos silenciosos que comenzaban a ser evidentes para todos.

«Si muevo mis turnos y me salto los almuerzos, quizás podría asistir unos minutos».

Small no escuchó más que eso, a pesar de que Laurence no dejó de mover sus belfos, narrando un plan complicado y ordenado todo con tal de verlo. Su imaginación lo inundó, y observaba en él un héroe de cuento; se inundó en sus ojos, gesticulaciones, en cada detalle que expresaba al narrarle un plan que era tan meticuloso que era verlo decir un poema sin sentido.

Pero el adiós tenía que llegar.

Peace, Love and WorkWo Geschichten leben. Entdecke jetzt