Enchanted

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La noche era más que bella, y a pesar de la ausencia de la luz eléctrica, la luminiscencia de las velas resultaban cómodas, considerando el aroma que se combinaba con algunas hierbas y plantas que se esparcían por el alrededor de la casa; sus pasos ligeramente ruidosos acompañaban como fondo a su conversación telefónica, en la cual platicaba por séptima vez los planes a futuro que, según, realizaría apenas pudiera establecer una cercanía más íntima. Aunque probablemente los olvidaría apenas viera el rostro de su enamorado, tal como lo comprobó al abrir la puerta, encontrándose al susodicho con una sonrisa que incluso estando agotado, brillaba más que cualquier luz.

Esta misma no logró permanecer abierta por más de tres segundos, principalmente, por el reflejo de cerrarla de un portazo mientras se despedía de su amigo, antes de que el mismo pudiera apostar lo que estaba sucediendo.

Después de gritar en silencio, atarse su cabello a dura penas, decidió volver a recibirlo, tratando de mantener una pose más natural y menos sospechosa. Por eso era un alivio no tener un espejo frente suyo, así ninguno de los dos llevaría al tema por qué parecía recargarse en la puerta como si estuviera a punto de caerse.

«¿Llegué en un mal momento?» si mal momento significaba en uno de sus ambientes más frágiles, no, pudo ser peor. «Espero que no haya llegado tarde a la pijamada».

Quizás sí había llegado en el peor momento de su falta de memoria.

Observó de reojo su morada, tratando de describir la zona antes de una decisión que estaba decidida incluso antes de sus acciones.

Una casa "encantada" sería la excusa perfecta para su falta de compromiso a los pagos puntuales de la luz eléctrica.

Largos minutos después se encontraron en la sala, teniendo en ambas manos una taza que presumía una bebida casera que podría engañar con su apariencia; por su parte, trataba de hacer el mayor esfuerzo por concentrarse en el relato de Laurence, pero resultaba casi imposible al deslizar su mirada más allá de su rostro, observando como ahora este utilizaba una vieja camisa que resultaba el doble de su tamaño al ser obtenido en una rebaja. Tragó saliva, intentando no pensar en lo vergonzoso que era el hecho de que aceptara, aun siendo normal después de que le tirase la primera bebida encima.

Cuando el silencio llamó su atención, su mirada se devolvió a la del otro, con una sonrisa nerviosa que trataba de encubrirse con cualquier objeto que estuviera al alcance de su mirada.

«¡Mi-Mira! Creo que podremos encontrar algo» mostró su celular, presumiendo una búsqueda que podría animar la corta noche que podrían disfrutar.

Es así como sus dedos lo llevaron a investigar alguna actividad que pudiera evitar la tensión, y un posible llamado de atención por su inquieta mirada que no podía quitarse de encima. Cuando encontró algunos juegos, su cuerpo se arrastró hacia el otro, tan cerca que sus rodillas chocabas y sus respiraciones se agotaban.

Un juego solamente.

Peace, Love and WorkWhere stories live. Discover now