Luchar

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El arma gana un brillo intenso, azul oscuro para ser exactos. La daga tiene vida en tu mano, has entrenado durante años con ellas, son un juego gemelo, pero te gusta usar más la azul que la otra. Has entrenado con miedo a que fueras cazado por los cazadores malditos.

Tu gabardina se mueve, y tú con ella; antes que el ser de cabeza de tigre pudiera salir por completo, ya estás allí enterrando hasta la empuñadura el cuchillo en el vientre de aquella bestia. La retiras, esta gime de dolor, y sin vacilación, pateas el vientre de aquel antropomorfo y lo devuelves al cuadro. Este, va a golpear el cuadro, pero vuelve lentamente a su posición original. Va uno, faltan quince.

-Tal vez esto será más fácil de lo que creía, no usaré magia. Mentira, me tocará usar eso... -murmuras una palabra y la percepción que tienes sobre lo que te rodea, así que logras notar como algo viene por tu espalda.

El segundo, mucho más rápido, lo ataca con una espada samurái desde su espalda. Es un Tengu, un ser del folclore japonés. Un ser alto, con alas de cuervo, cara de ave, vestido con ropa ceremonial y portando una espada en su mano derecha, la cual ahora está siendo sujetada con ambas manos y con la finalidad de asesinarte. Te mueves más rápido al saber que ya viene por ti. Te acomodas, con los dos pies en la tierra, giras de manera tranquila hacia la derecha, esquivando aquel corte de espada por mucho. Con la mano izquierda, la cual no tiene arma, golpeas violentamente el pecho de aquella criatura, se logra escuchar cómo los huesos se rompen por aquel simple golpe.

-Vamos, no vengan solos, saben que no podrán contra mí de esta forma. -Tratas de intimidar, e incluso haces que más de uno se mirase con el otro a ver quién es el que se va a lanzar a ayudar al Tengu-. De todos modos, van a volver a aquel lugar ¿qué tanto lo piensan? No sean masoquistas y no alarguen su dolor. ¡Venga o yo voy por ustedes!

Luego de decir eso, miras hacia aquel pobre ser, metes su mano izquierda en un bolsillo de la gabardina y disparas sin piedad hacia la frente del Tengu. El arma cobra ese mismo color azul oscuro. Cuando la bala impacta en la frente, este es transportado a su cuadro. Los demás se enojan. Las brujas y magos comienzan a recitar palabras en un antiguo y olvidado idioma. Los hombres lobos y tigres toman sus espadas. Los demonios sus armas provenientes del infierno, escaparon gracias a la luna roja, y no iban a volver a sus celdas. Tu simplemente sonríes, necesitas ejercitar el cuerpo.

Una daga y una pistola. Tus ojos azules oscuro, destellan de energía y te lanzas contra un mago que recita un conjuro. La daga, en menos de un parpadeo, es lanzada hacia la garganta, la cual la atraviesa y, justo igual que el Tengu, simplemente desparece.

-Ven. -La daga por si sola vuelve a tu mano. Un encantamiento o tal vez una orden.

Apuntas hacia otro lado, vuelves a disparar. El color del arma sigue siendo azul. Magia... Cada proyectil que tiene esa arma no es humano, es cargado con esencia mágica. Aquella arma está modificada con miles de runas. Son armas de cazadores, de caza recompensas y, sobre todo, los que más las usan, ladrones del mundo mágico. Y claro, al ser el capitán del mejor equipo del mejor gremio del mundo mágico, ¿qué idiota se atrevería a hacerte algo? Claro, sin contar con el mismo consejo mágico.

-¡Huyan! -Uno de los seres grita con fuerza-. ¡Es miembro del gremio...!

No puede terminar de hablar. Su cuerpo cae hacia atrás y es llevado a uno de los cuadros. Aunque sean seres mágicos, prisioneros de este lugar, odias que griten de dónde vienes. Si alguien del consejo mágico llega por acá, sabrán que fuiste tú. Vuelves a sonreír mientras los magos y las brujas están aturdidos. El prisionero más poderoso de toda la prisión, donde se encontraban, fue reducido a nada en menos de un segundo.

-¿Quién es aquel sujeto? -Escuchas como murmuran tratando de adivinar quién eres.

Ahora, en este instante, si lo toman en serio. Los hombres lobos, tigres, y demonios se lanzan al tiempo contra aquel pobre bastardo. Ya está muerto, ¿para que inventar más? Claro, ese debe ser el pensamiento de las bestias, pero el tuyo es totalmente diferente.

Guardas la pistola en tu gabardina, abres la mano izquierda y una luz morada oscura crece. «Ven, cazadora». Luego de decir aquellas dos palabras, una daga de color morado, del mismo largo que la azul oscura, nace en tu mano. Tus ojos azules cobran aún mayor vida y simplemente desapareces de la vista de ellos. No es magia, no es ilusión, simplemente es velocidad.

Apareces delante del primer hombre lobo, uno que tiene el pelaje de color plateado. Con ambas armas haces un corte en forma de "X", que atraviesa todo el tronco de aquel ser. Las heridas se comienzan a calentar y de ellas nacen llamas moradas que consumen a aquel ser.

Miedo, eso se ve reflejado en los ojos de los demás. Faltan once seres, pero algunos de ellos han perdido la voluntad de escapar y luchar, así que vuelven por si mismos a los cuadros, pero los demonios no. Son seres horribles, que están esperando el momento para atacar. Son indescriptibles. Tienen miles de formas completamente asquerosas y antropomorfas. Algunos tienen alas completamente de huesos, otros tienen más de cinco ojos. Unos sangran y otros, los que están en las sombras, tienen órganos usados como collares o manillas. Estos, realmente no conocen el significado del miedo. Son cinco, él, por otra parte, solo estás tú. ¿Saldrás de esta con vida? Es una pregunta que incluso a ti te es difícil responder

No hay necesidad de mencionar ninguna palabra, ellos saben que deben matarlo y tu conoce su labor en este mismo instante; mueves las manos con las dagas en formas de circulo. Los va a acabar o va a morir. Todo se reduce a esto.

Dos demonios se te acercan con espadas largas en manos. Ambos le lanzan cortes, los frenas a ambos con las dos dagas, lado y lado, pero lo que no ves venir es que, desde arriba, el ser de alas de huesos, se lanza en picada por tu cabeza. Este extiende su mano para arrancar tu cabeza del cuello. Con un movimiento rápido de muñecas, logras zafarte de ambas espadas, pero no es lo suficiente rápido, para no recibir daño en ningún sentido, en cambio recibes una cortada que pasa por toda su espalda. Una que le comienza a arder, y a dormir media parte de tu cuerpo. Lento, muy lento, pero el efecto comienza a reinar sobre tus sentidos. Comienzas a sentir como si un ejército de pequeños insectos caminase por tu espalda

Haces un giro rápido de ciento ochenta grados, usas la daga morada para decapitar al ser de alas de huesos, y con el mismo giro, lanzas la azul para que esta se enterrase en el centro del pecho, la debilidad de ese recluso, de aquel que estaba en medio de las sombras. Dos menos, faltan tres.

Los que estaban a tus costados, aprovechan para atacarte ya que estás desarmado. Con reflejos más rápidos, sacas la pistola con su mano derecha y descarga cuatro tiros en el que tiene cinco ojos, mientras que entierras la mano izquierda hasta el fondo del pecho del otro recluso y vuelves a invocar a cazadora haciendo que las llamas lo devoren. No queda nada de su cuerpo, ni siquiera cenizas. Las llamas rosadas lo consumen.

El control de tu cuerpo comienza a perderse, tus piernas no reaccionan. Caes de rodillas. Tu mente comienza a nublarse, al igual que tu visión, así que llamas a la daga azul y la entierras hasta la empuñadura en su muslo. Una luz verde comienza a crecer, pero no es lo suficiente para despertarte. Tu mente se está apagando, tu cuerpo igual y ni siquiera llegas a sentir el dolor de la daga en tu cuerpo. La luz verde es de un hechizo de limpieza que creaste hace un par de años, pero increíblemente no está funcionando ahora mismo.

No lo notas, no lo sientes, y mucho menos lo vez hasta que una mano pequeña atraviesa tu vientre, destrozando todo el intestino delgado, pero estás sonriendo. El cazador aquí, es aquel ladrón no un demonio estúpido que trató de cazar. Eres un ladrón, alguien que ha sobrevivido al consejo mágico, alguien que ni siquiera los cazadores malditos han atrapado. Con un movimiento rápido, entierras a cazadora en medio de la boca de aquel demonio, recibiendo otra herida en el antebrazo, pero qué más da.

Las flamas se tragan al cuerpo del demonio y caminan hacia tu cuerpo. Llamas moradas, cálidas y para nada peligrosas. Sacas la daga azul de tu pierna, y deja que las llamas se apoderen de tu cuerpo. Cierras los ojos por unos segundos y luego los vuelves a abrir. Por alguna razón, ninguna de las heridas es curada, así que te levantas con dolor.

(Seguir en sótano)

El gremio del dios ladrón. Where stories live. Discover now