ERES TÚ

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NARRA HIPO

Llegamos al restaurante, fuimos los primeros. Le escribí a los chicos y me dijeron que vaya apartando mesa y los esperemos. Nos acercamos a recepción y nos recibió un hombre con bigote gracioso.

- Buenas tardes, bienvenidos a La Bondie, ¿mesa para cuantos?- pregunto cortésmente el mozo.

- Para ocho por favor- respondió Mérida con una voz muy dulce.

- Está bien, espérenme aquí unos minutos- respondió y se retiró.

- La educación por delante no, flamita- dije en broma. Ella voltio y me sonrió, se acercó a mí, puso sus manos sobre mi pecho y levanto su cara peligrosamente.

- ¿Se molestó?, señor. Solo porque al mozo lo trate bien- dijo sonriendo, sentí algo en mi estómago, como cosquillas.

- Para nada, flamita- esta vez fui yo quien se acercó a ella.

- ¿Estás seguro?- la sonrisa me tentaba.

- Tan seguro como estoy ahora por lo que voy a hacer- avance el corto espacio que nos separaba y pegue sus labios con los míos, se sintió increíble.

Ella no se resistió ni hiso algún acto para escapar, más bien lo respondió. Sus manos subieron hasta mi cuello y se enredaron con mi cabello, los hermosos zafiros que dios le dio para mirar se cerraron.

Yo entrelace mis manos en su cintura y la pegue completamente a mí, luego cerré mis ojos. Todo desapareció, no había nadie. Solo ella y yo, juntos. Estábamos saboreándonos el uno al otro, estaba recibiendo el beso que anhele desde la vez que la acompañe a su casa, estaba volviendo míos esos hermosos labios que nadie más que yo saborearía de hoy en adelante. Estaba declarando solo mío esa belleza de pelirroja, solo mía. Ninguno de los dos se quería separar, era nuestro momento.

Pero apareció el mesero.

- Hum, perdón que interrumpa su momento especial- seguro que no lo lamentas ni un poco, hombre- síganme su mesa ya está lista.-

- Imbécil- dije en voz baja mientras me separaba de mi droga.

- Tranquilo, lo vamos a repetir ¿no?- volvió a bajar sus manos a mi pecho, y nos separamos un poco, pero sin soltar su cinturita.

- Todo el tiempo, flamita- seguimos al estúpido mozo, yo ya no soltaba a mi pelirroja. Nos dejó en una mesa cuadrada con 8 sillas, había 2 en cada lado. Nosotros nos sentamos en un lado.

- Así que a eso se referían con el dicho de que del odio al amor solo hay un paso- al decirlo solté su cintura y la cogí de la mano.- sabias que me gustaste desde que me diste ese beso inocente en la puerta de tu casa.- confesión, ¿Quién te dijo que salieras?.

- Estuviste todos estos años enamorado, ¿por un beso?-

- Si, flamita- se rio.

- ¿Me creerías si te digo que me paso lo mismo?- vaya, vaya.

- Y entonces si ambos nos gustábamos, ¿Por qué tuvimos que esperar a que te secuestrara para besarnos?-

- Es que el destino está loco-

- Y yo estoy loco por ti- le di un pequeño beso.

SECUESTRADASWhere stories live. Discover now