25

10 0 0
                                    


-Asi que esto sería una cita de cuatro—habló el rubio mientras ubicaba las cosas sobre la mesa— Interesante, ¿no?

-Bueno, Antes imaginarme estar en una cita de cuatro con mi hermana y que mi amigo estuviera involucrado me parecía algo imposible pero... aquí estamos—sonrió mientras acomodaba todo junto al rubio— ¿Malcolm?

-Dijo que se quedaría en casa de un amigo—el sexto sentido de Al dio un respingo— Me pregunto porqué nunca quiere decirme quien es—la puerta sonó, por lo que el rubio se fue a atender dejando al asiático solo. Al levantó la mirada con los ojos bien abiertos, recordando su encuentro con el rubio menor.

Sentía que en algún momento metería la pata sin querer, necesitaba que Malcolm le dijera lo antes posible sobre su orientación sexual.

Como había deducido, quien había llegado fue Casandra, quien venía a paso veloz y con cara de pocos amigos. Detrás de ella venía Jonathan con expresión de desconcertado.

-¿Sysy? ¿Qué sucede?

-¿Cuánto falta para que venga tu hermana?

-No lo sé, media hora como mínimo. ¿Por qué?—la chica apoyó su pequeño bolso sobre la mesa, abriéndolo y botando sobre ella todo lo que contenía lo que constaba de papeles— ¿Debo preocuparme?—la chica le miró.

-¿Los De la Mafia tienen algún tatuaje en particular?—el chico de cabello oscuro parpadeó varias veces— Alistair, ¿lo tienen?

-C-Creo que si. No recuerdo bien—Jonathan se acercó a la mesa tomando un dibujo que había.

-¿Encontraste a alguien con un tatuaje así?—le pregunto el rubio a Casandra, la cual asintió— ¿Quién?

-Ross—Alistair levantó las cejas, alarmado. Le arrebató el dibujo y lo quedó mirando— ¿Recuerdas que alguno tuviera un tatuaje como ese?—ambos cruzaron miradas— Al, necesito que te concentres, ¿alguno tenía un tatuaje así?






Meses antes...

Un pequeño auto paraba frente a un terreno abandonado que poseía un cartel oxidado de venta y las hierbas crecidas a más de un metro cincuenta. Dentro de este había dos personas, un hombre de cuarenta años de conductor y un joven de rasgos asiáticos de copiloto. El chico giro hacia el asiento de atrás y agarro una bolsa de deportes negra.

-Ya Sabes las reglas, si escucho disparos, me voy.

-Si si—contestó cansado el joven— Esperemos que no memoricen tu patente y te vuelen los cestos también—le sonrió falsamente y salió rápido del auto.

Su cabeza estaba tapada por la capucha de su campera de algodón y su rostro por la polera que vestía debajo. No le gustaba ir ahí, le daba miedo, esos tipos le daban miedo, pero no tenía otra opción.

Entró a la fábrica abandonada con cuidado no sin antes verificar que no hubiera nadie cerca. Al llegar a la puerta esperó parado ahí, ellos sabían que hoy iría pero no se arriesgaría a pasar y que sus cesos volaran.

-Soy Jace, ¿puedo pasar?—dijo en claro coreano. Quedó quieto, esperando alguna respuesta.

-Pasa—escuchó en el fondo.

Con los nervios carcomiéndole por dentro, se acercó al centro de la fábrica abandonada esperando que aparezca algún rostro conocido.

De la oscuridad salió aquel hombre que era el jefe de ellos. Luego, dos hombres aparecieron de atrás con una amplia mesa de madera que pusieron entre Alistair y el jefe.

El más joven apoyó el bolso sobre la mesa y lo abrió dejando a la vista pilas de dinero. Levantó la mirada con la del hombre.

-Cuéntalo—le ordenó.

Just One More Kiss [COMPLETA]Where stories live. Discover now