Capítulo 1

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AÑO 2060

Las personas corrían de un lado al otro en las calles de Rusia central, intentando huir, esconderse donde pudieran... No había escapatoria. Caían como moscas en las manos de hombres —y mujeres— que bien podrían haberse hecho pasar por hijos del propio y olvidado Goliat; de contexturas anchas, altos, fornidos. Llevaban sus bocas cubiertas con una especie de mascarilla negra que les llegaba hasta la nuca, uniéndose con los pesados trajes cargados de armas, explosivos y circuitos para el paso de oxígeno purificado. Llevaban pecheras de metal sobre un uniforme negro, sin mangas. Las gruesas botas con hebillas de metal hacían crujir los cristales y todo aquello que pudiera pasar debajo de sus pies.
Incluyendo cadáveres.

Los ejércitos rusos de las tres Fuerzas —Armada, Naval y Aérea— se unían con países aliados, enemigos, quienes fueran para combatir a la raza superior que los aventajaba en número, eran treinta de ellos contra diez soldados ordinarios.
Los denominaron Nhereos: superhombres.
Sencilla definición para aquellos.

Millones de personas habían perdido la vida en mares, en el aire, en tierra. Cientos de naves, armamento, navíos —creados únicamente para este evento mundial que llevaba casi un año— y más cayeron doblegados por los superhombres. Diezmaban a los normales de forma brutal. No había alma en ellos, no había más que oscuridad.

El humo inundaba los cielos en el atardecer, las naves hipersónicas llenaban el aire con sus agudas pasadas, rompiendo algunos tímpanos y removiendo arenilla, cenizas de lo que alguna vez tuvo vida.

A lo lejos, criaturas mecánicas se alzaban en dos piernas del mismo maquinaje que salían de una suerte de semi esfera ferrosa; y tal como si una tortuga asomara su cabeza fuera del caparazón, de ella asomaban dos pistolas de municiones finas pero realmente certeras. Los llamaron Valkiryas; así como las antiguas civilizaciones escandinavas llamaban a dichas divinidades que escogían a sus héroes para morir, esta maquinaria asesinaba a cada uno de ellos... a cada hombre que por propia voluntad entregara la vida a fin de defender su suelo.
Los pesados pasos de éstos gigantes tiraban abajo todo frente a ellos.

El enemigo los rodeaba, pelear ya no era suficiente. Sólo quedaba esperar que cayera la muralla de la última resistencia en pie.

—¡Fuego! —rugió el Comandante señalando a las naves hipersónicas que sobrevolaban sus cabezas. Un cañón antiaéreo finés disparó contra una, la nave perdió el control y cayó en picada envuelta en llamas—. ¿De dónde salen? ¡¡Ubicación del teniente Santino!!

—¡Nadie lo sabe, señor! —contestaron los soldados escondidos en las trincheras armadas entre las ruinas.

—¿Qué demo...? —balbuceó el hombre. Sus ojos brillaron llenos de terror, sus subordinados lo imitaron: quienes abordaron la nave, salieron caminando entre las llamas que los cubría—. Dios nos ampare... y perdone nuestras faltas —murmuró activando el radio de su hombro—. ¿General Vassarov?

Lo escucho, comandante Dubrik —respondieron al otro lado.

—Ha sido un honor pelear con usted —sollozó viendo a los enemigos acercarse y cazar a tiros a sus hombres—. El perímetro Este cayó... el Norte y el Oeste... Lamento no haber podido hacer más.

¿Dubrik? ¿Qué está pasando? ¡Enviaremos refuer...!

Dubrik se quitó la gorra al acercarse una mujer alta, de largos cabellos negros, ojos oscuros sin vida. El labio inferior del Comandante temblaba de emoción, de terror y enorme tristeza.
Ella ignoró todo posible sentimiento y alzó su rifle, apuntándole.
El hombre la reconoció, sus ojos se inundaron en lágrimas y sonrió breve.

NHEREOS: Nacer para Sobrevivir © [NHEREOS #1] [✔]Where stories live. Discover now