Capítulo 14

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· Segunda parte ·

Yörg, en absoluto secreto y silencio, se colaba entre los Nhereos que iban a sus cuartos o a entrenar, a sus rutinas. Los vio continuar con las reparaciones de los circuitos dañados por el eco de onda expansiva —a pesar de haber ocurrido hace un mes, muchas de las cámaras seguían respondiendo mal—; algunos cargaban bolsas alargadas y las depositaban en los transportes de cuatro ruedas, conocidos como camiones en su momento temporal. Sintió escalofríos y desvió la mirada.

—No hay paz ni para el muerto —dijo apesadumbrado.

Pasó por pasillos en penumbras al descender a subsuelo del edificio central; los Nhereos escaseaban, los pocos que allí cruzaba eran del triple de su tamaño, lo veían fijo y levantando ligeramente la mirada. El hombre, diminuto en comparación a ellos, los ignoró y prosiguió con su misión.

Dos hombres custodiaban la compuerta al final del camino. Lo vieron en una mezcla de diversión y altanería.

—¿Puedo ayudarle? —preguntó uno de ellos.

—Vengo a ver a una prisionera. Déjeme pasar.

—¿Y cree que por decirlo lo haremos? —rió el otro—. Santo cielo, ni siquiera nos llega a un codo. Váyase por donde vino.

Yörg suspiró, arrugó los labios y los enfrentó a nueva cuenta.

—¿Usted sabe quién soy? —cuestionó.

—¿Un enano de Blancanieves?

—¿Que no eran siete?

—Debe ser Tontín.

Echaron a reír, ignorando la presencia del sujeto en cuestión.

—¡Señores! —bramó una voz a espaldas de Yörg. Los guardias dejaron de reír y tragaron saliva—. ¿Qué pasa aquí? ¿Señor Yörg?

—Omega, ¿qué tal? —saludó—. Estos caballeros no me dejan entrar para ver a una prisionera.

—E-es que no tiene autorización —agregó rápidamente el primero.

—Él no lo necesita: es el sirviente de John Hiringger —interrumpió—. Es quien lo cuida, viste y transmite sus órdenes a gente estúpida como ustedes, señores. —Agacharon sus cabezas—. Si no quieren ser removidos de sus puestos, sugiero que abran esa maldita puerta y lo dejen entrar. ¡Ahora mismo!

Los guardias asintieron haciéndose a un lado y registrando las manos en el codificador puesto en los marcos. La compuerta se abrió, el sirviente y el Nhereo ingresaron.

—Disculpe, señor Yörg —dijo Omega pasando una tarjeta de acceso por la ranura del portón principal. Abrió—. ¿Pasó algo arriba? —susurró bien bajo caminando a su lado.

—No vendría si no pasara.

—Entiendo. ¿A quién vino a ver?

—La señorita Fauna Iann, ex Gamma 567.

—Llega justo a tiempo —habló ella a una celda antes de terminar la sección—. Si venía mañana, no iba a encontrarme.

Ambos hombres se acercaron a ella.
Vestía prendas grises, similares a un ambo de enfermero con un grabado plástico —referido al número de prisionero y código infringido— en el lado izquierdo del frente. En sus muñecas descansaban brazaletes plateados, una luz verde titulaba en su superficie.

—Los dejo a solas para que hablen lo que necesitan —dijo el Nhereo.

—No, no te vayas, Tercero —pidió Yörg—. Esto te incumbe a ti también. Necesito la ayuda de los dos, cada uno hará su parte.

—¿Su parte? —curioseó Fauna intercambiando miradas con su compañero—. ¿Qué está pasando?

—Es sobre Alpha.

Gamma frunció el ceño.

—¿Alpha? ¿Está bien? Dígame que lo está...

—Por poco lo mata un Sparagon, pero sobrevivió. De hecho, lo domesticó.

Fauna pudo respirar tranquila.

—¿Y Pentagon? ¿Supieron algo de él?

—Los rastreadores hallaron su cuerpo donde solían estar la resistencia parámica. Lo siento mucho —lamentó—. Pedí que no lo tocaran... No quisiera que su espíritu me perturbe en las noches. Examinaron la base de datos de Amobia; Pentagon se llevó información valiosa, Hiringger pidió su cabeza y... acabó muerto.

—Dios mío... —Se cubrió el rostro con las manos—. Dios, Gary debe estar hecho pedazos...

—Él y Pentagon eran como padre e hijo —suspiró Tercero—. Es terrible.

—Desde luego... mi sentido pésame a los dos.

Iann soltó un ligero suspiro de pena. Mantuvo los ojos cerrados unos instantes y volvió a abrirlos para mirar al sirviente.

—Estaba buscándome, dígame para qué.

—Nuestro líder va a buscar a Alpha hasta por debajo de las piedras. Escuché de un operativo nocturno...

—Carajo —maldijo entre dientes—. ¡Y yo que no puedo salir para dar aviso a mi hermana!

—¿Tienes una hermana entre ellos? —preguntó Yörg. Ella asintió—. Hiringger los está buscando... debes saber dónde están. Necesitamos que nos lo digas.

—¡¿Qué?! No, no voy a hacer eso. ¡Es traición!

—Tienes que hacerlo, Fauna —animó Tercero—. Es la única forma de darles aviso de que los encontraron, ya no tienen cómo demonios esconderse.

—Mi hermana está allí... los refugiados, todos los que escapan de él. No puedo entregarlos... Los asesinará.

—Levi ha sido uno de los mejores Nhereos junto a Pentagon. Él sabrá protegerlos, además, ahí también está Gary. Créeme, si quieres ayudarlos, debes decirle a Yörg cómo deben localizarlos...

—Tú me dices dónde están y yo a cambio te daré otra oportunidad, haré que Hiringger te la dé... pero tienes que decirme. Confía en mí.

NHEREOS: Nacer para Sobrevivir © [NHEREOS #1] [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora