Capítulo 11

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Iris

Sentí como un malestar en la cabeza me invadió, había sido mala idea ir a beber después de comer pero bueno después de todo se tenía que celebrar nuestro aniversario como amigos, pero aún así fue mala idea el beber como para tener resaca, hoy tenía que trabajar y no debía verme así.
Después de una larga lucha interna sobre mi deber para levantarme abrí los ojos observando el techo blanco de la habitación, gire a mi izquierda mirando un posted de una recopilación de localidades mexicanas con extraños nombres, aquel posted yo se lo había regalado a Gabriel cuando se tuvo que ir con su padre, ¿que hacía en mi habita... ¡Cacaloapan!
Me levante de golpe mirando alrededor contemplado cada vez la realidad de que estaba en la habitación de Gabriel, lleve mis manos hacia mí cuerpo para tocarme, me mire de pies a cabeza, suspiré aliviada al notar que seguía vestida pero esperen un momento yo recuerdo que llevaba mi uniforme médico, ¿que hago en una bata? ¡Cuajinicuilapa!
Me levante de golpe mirando la puerta, era hora de una retirada, al abrirla me encontré con Gabriel enrollado en una toalla, ¡Chicomostoc! ¡Que candente! Pero concéntrate Iris, no es el momento.

—¿Que tal la resaca?

—Creo que casi desaparece por completo por el susto. Nosotros dos acaso ya sabes...

—Te resumo lo de anoche, llegaste ebria a mi puerta diciendo que aceptabas mis disculpas para después vómitarme encima, deberías saber que eres una mala bebedora.

—Hay que alivio, por un momento pensé que habíamos tenido sexo.

—No soy tan patán como para tener sexo con una ebria—dijo entrando a su habitación.

—¿Y que hago en bata?

—Vomitaste sobre tu uniforme y fue lo único que encontré para cubrirte.

—Bien, supongo que me marchare a mi departamento.

—Iris, en verdad lo siento... ¿Todo esta bien entre nosotro?

—Sabes aun sigo un poco molesta pero no puedo estar todo el tiempo así, ademas siento que ahora te debo mucho, si, todo esta bien.

—Por cierto sobre lo que sucedió en el almacén...

—No te atrevas a decir nada, creeme que sobre eso no quiero saber nada.
Yo solo iré a casa o se me hará en verdad tarde para el trabajo.

Recogí mis cosas que se encontraban dentro de una bolsa de plástico junto con mi bolso, salí de su departamento para cruzar el pasillo y llegar al mío, tomé la perilla de la puerta pero esta se encontraba cerrada por lo que rebusque en mi bolso pero no hallaba nada, escuche el sonido de una puerta cerrándose llamó mi atención gire para observar al doctor Carmona con una bolsa de basura entre sus manos, ¿por qué tenía que verme él así? El sonido de una puerta abriéndose a mis espaldas captó mi atención, Gabriel salió aún con la toalla enrollada para agitar mis llaves.

—Olvidaste tus llaves—dijo mientras extendía su mano, yo las tomé para volver a observar al doctor Carmona, insisto, ¿por qué siempre él tiene que verme en este tipo de situaciones? Abrí la puerta de mi departamento para entrar, bueno, que mas daba no es como si hubiese pasado por situaciones peores ademas algo me indicaba que este tipo de situaciones sucedería muy seguido, serían cuatro meses bastante largos.

Muy, muy largos en realidad, el ir a trabajar con una resaca se sentía horrible de alguna forma los pacientes me parecían más molestos de lo normal, incluso escuchar mi propia voz me era un fastidio.

—¿Que tal la resaca? —escuché preguntar en un tono burló Gabriel mientras entraba al consultorio.

—Todo el mundo es más irritante de lo normal pero tu te llevas el premio mayor.

Invidente amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora