➼ doce

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Capitulo doce:
Hora del té.

Faltaban unas semanas para navidad, pero si no empezaba a pensar los regalos con anterioridad, cuando llegara el día no iba a poder regalar nada. Necesitaba planificar o no las cosas no saldrían bien. Pensaba ir al pueblo para poder recorrer las tiendas y observar los regalos que habían. Estaba decidida a gastar algunos de mis ahorros en buenas cosas. Frente a mis ojos había una hoja de papel llena de tachones donde antes estuvieron ideas para regalos, pero todas eran malas, o muy caras, o simplemente no se vendía aquí en Avonlea.

─Pauline, cariño, iremos con los Barry a un té, la señora Barry nos invitó a tu padre y a mi─ habló mi madre─. Dijeron que Ellie y tu también podían ir, ¿quieres?

─Agradezco la invitación, pero hoy no, mamá─ la miré con una pequeña sonrisa─. Necesito pensar en los regalos para navidad y sabes que si no empiezo ahora, para el día no tengo nada. Que disfruten su té.

─Esta bien, hija. Y gracias─ sonrió y se fue de mi habitación cerrando la puerta detrás.

Me puse a pensar mientras miraba fijamente a la hoja. Apoyé mi cabeza en mis manos y los codos en la mesa. Se escuchaba solo el sonido de pájaros, las vacas y las gallinas. Me recosté en el respaldo de la silla. No se me venía nada a la cabeza, era como un problema nuevo en la escuela; difícil. Imaginar lo que le gusta a cada uno de mis amigos y familiares para no decepcionarlos o darles algo que no es de su agrado. Si, era difícil, y más cuando no a todos les gusta las bufandas hechas por mi.

─¡Line!─ escuché que me llamaban desde afuera y luego como una roca impactaba en la ventana. Me acerqué logrando ver a Gilbert. Le hice una seña de que esperara abajo.

Bajé salteando escalones y en el pié de la escalera salté. Luego de casi caerme, abrí la puerta encontrandolo a él en frente de mi con una sonrisa, aunque detrás podía ver tristeza en ella. Y es que Gilbert no estaba pasando por un buen momento, la enfermedad de su padre había empeorado por lo que no se sabía si habian posibilidades de que mejore.

─Hola─ saludé. Me hice a un lado para dejarlo pasar y cerré la puerta detrás de él─. ¿Cómo has estado?

─No puedo decirte que bien porque ya sabes, mi padre─ asentí entendiendo─. ¿Y tu cómo has estado?

─Estresada. Quiero hacer regalos pero no sé cuales, ni qué les gusta─ suspiré colocando ambas manos en cada lado de mi cabeza─. Pensaba bufandas como siempre, pero siempre hay alguien que me dice algo sobre ellas y decidí no hacerlas este año.

─¿Quieres que te ayude a idear?─ preguntó mientras subíamos.

─No me vendría mal. Gracias.

•••

─Bobo─ dije riendo al ver a Gilbert poniéndose un sombrero de mi madre y haciendo una pose elegante.

─Respétame, Pauline, soy tu madre─ hizo una voz parecida a la de mamá.

─¿Vas a ayudarme?─ pregunté riendo. Él asintió─. Pues entonces sácate eso y piensa.

─De hecho, se me ocurrió una idea luego de ver todos estos vestidos viejos de tu madre. Podrías reusarlos, puedes hacer sacos y demás. Hasta una bufanda pero que solo decore el atuendo, no que abrigue.

─Excelente idea, Gilbert. Muchas gracias.

De todas maneras, su regalo iba a ser diferente y no tenía nada que ver con telas. Había pensado en algo a juego que nos mantuviera unidos, como un collar para mi y para él, aunque Gilbert no usara esos accesorios sé que lo guardaría siempre con él. Pero también tenía otra idea en mente, totalmente distinta.

─Bueno, ahora vayamos a divertirnos. ¿Qué tal se te dan las galletas de chocolate?─ habló él sacándose las joyas y el sombrero de mi madre.

─Soy experta en eso─ reímos.

Hicimos una carrera hasta la cocina, la cual ganó él. Sacamos los ingredientes y luego nos pusimos delantales para no ensuciarnos. Pasamos un buen rato amasando, pusimos las galletas a hornear y mientras tanto nos sentamos en la sala a charlar.

─Creo que ya sé lo que quiero ser─ solté de repente.

─¿Ah si? Cuéntame─ sonrió interesado.

─Bueno, mis padres quieren mandarme a Inglaterra, allí pienso estudiar para profesora.

─Oh, ¿y no queda más fácil Canadá?─ su voz sonaba un poco triste.

─Si, es verdad, pero tal vez yo me mude con mi tía, que vive en Londres─ dije eso último con un tono de voz bajo.

Había olvidado mencionar eso. Mis padres habían estado hablando con tía Elizabeth que residía en Inglaterra hace unos días. Ya habían planeado todo: dejarme terminar la escuela en Avonlea e irme a Londres para empezar la universidad. Al principio no me pareció mala idea, el país tiene buenas universidades. Lo malo era tener que dejar todo esto.

Miré a Gilbert. Sus expresiones faciales lo hacían ver desilusionado, pero eso no impidió que sonriera, por más apagada que fuera esa sonrisa.

─Estoy feliz por ti, Line─ dijo con sinceridad luego de unos segundos.

─Pues yo no, no quiero dejarte.

─Aún faltan tres años.

─Pasarán volando, Gilbert─ exclamé.

─No importa, disfrutemos mientras estás aquí─ tomó mi mano entre las suyas─, así esos tres años valdrán la pena. Además no significa que no nos podamos ver, iré cuando pueda a verte así como tu también puedes venir. Mi casa es tu casa. Pero ahora no pensemos en eso, por favor, que las galletas se queman.

Corrimos hacia la cocina. Sacamos nuestra obra de arte para que se enfriaran. Se las veía exquisitas. Luego calentamos agua para hacer un té.

Miré a Gilbert que masticaba algo sospechosamente. Le pegué en la nuca cuando vi las migas de galleta de chocolate en la mesa.

─Así te comerás todo, impaciente─ exclamé fingiendo estar molesta.

─No me culpes, están deliciosas─ rió luego de que le diera otro golpe.

─Tarado─ terminé riendo junto a él.

Arreglamos la mesa que estaba en el patio trasero de la casa. Pusimos un mantel blanco que estaba guardado en un cajón y después decoramos con una bandeja plateada, muy brillante y con detalles a los costados, donde coloqué las galletas. Hice el té en una tetera de porcelana blanca, con flores azules casi llegando a la base, y finalmente dejé dos tazas a juego.

─No sabía que mi madre escondía todo esto─ admití viendo maravillada la forma en que había decorado─, pero me encanta.

─Tiene buen gusto─ admitió Gilbert.

Nos sentamos a charlar mientras tomábamos té y comíamos calletas. Era un momento agradable y divertido.

Se puede decir que era uno de mis mejores días.

SOLO AMIGOS | g.b ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora