➼ diez

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Capítulo diez:
Pantomima Navideña.

Golpearon la puerta. Todos miramos confundidos a mi madre que sonreía de oreja a oreja. Al parecer no estábamos todos presentes ya que se limpió de la boca y salió del comedor.

─Muchas gracias por recibirnos a estas horas, señora Roberts─ oí esa voz, esa maldita voz─. Él es Sebastian, mi amigo. Lamentamos no haber llegado antes, estábamos con los Cuthbert.

─No te preocupes, cariño, a esta casa pueden venir a la hora que deseen─ dijo mi madre llegando al comedor─. Este también es su hogar.

Todos quedamos en silencio mirando a Gilbert y su acompañante. Sebastian era un hombre negro, de ojos marrones y cabello corto y oscuro, tal y como lo describió Gilbert en una de las cartas que me envió desde un lugar llamado Trinidad.

─Hola─ exclamó la señora Bones levantándose y saludando a ambos.

Luego de presentar a Bash frente a todos, nos fuimos a abrir los regalos. Esta vez no me había dado tiempo para planear, así que había comprado lo primero que vi en las tiendas; para Aaron le regalé un reloj nuevo, para Anubis un libro de sus plantas favoritas, a Cordelia le di una pulsera de plata, a los mellizos un estuche con piezas para armar, a Elisa una peineta violeta, a mis padres un cuadro de un barco y un ancla, y finalmente a mi hermana le regalé uno de mis pendientes favoritos ya que los amaba.

Miré apenada a los tres que me faltaban. No sabía que iban a estar allí, y no había pensado sus regalos. De hecho, el de Gilbert iba a comprarlo al día siguiente ya que mi padre iba a ir a Charlottetown.

─Lo siento─ dije─. No esperaba su llegada.

─Tranquila─ me sonrió Sebastian─. Conocer a la chica de la que tanto hablaba Blythe, ya es un regalo perfecto.

Gilbert apartó su mirada con una pequeña sonrisa. De su bolsillo sacó una caja que contenía un anillo de plata con un pequeño ciervo del mismo color. Miré al castaño con una ceja alzada, haciendo que riera al darse cuenta la razón de mi expresión.

─Cuando llegamos a un pueblo, encontré ese anillo─ comenzó a hablar un poco nervioso ya que todos lo miraban─. Le pregunté al vendedor si sabía por qué tenía ese animal, y dijo que representa una personalidad. Cuando me dijo cuál, me di cuenta que era perfecta para ti.

Mi padre nos miró y dijo:

─Si esto es una propuesta de matrimonio... Lo acepto, pero luego de que terminen la universidad.

Solté una pequeña risa y le di un pequeño abrazo como agradecimiento a Gilbert.

•••

─Line─ oí la voz de Aaron.

Levanté la mirada de mi libro, viéndolo en el umbral de la puerta con su pijama rojo, pues él y sus hermanos se quedarían a dormir. Le indiqué que pasara. Se sentó en mi cama y me incorporé un poco.

─¿Sucede algo?─ pregunté al ver que miraba a la nada.

─No...─ hizo una pausa─. Si.

Noté que miraba de reojo mi mano, donde estaba el anillo que me había regalado Gilbert. La apoyé en su hombro y le regalé una sonrisa.

─¿Estás celoso?─ pregunté tratando de ocultar mi mirada burlona. Él nego rápidamente con el ceño fruncido─. ¿Entonces...?

─Solo tengo miedo─ admitió apartando la mirada─. Siento que la historia se está volviendo a repetir.

─¿Qué historia, Aaron?

─La de que yo me enamoro, logro hacer que los sentimientos sean correspondidos, pero vuelve alguien mejor del que ella estaba enamorada y...─ deja las palabras en el aire, sus ojos se cristalizan al mirarme─. Y se olvida de mi.

Deje el libro a un lado y lo abracé con todas mis fuerzas. No iba a permitir que eso pasara, no quería permitirlo. Aaron ya estaba muy roto por dentro como para volver a vivir eso. Ambos fuimos iguales en el pasado.

Me separé de él y limpié sus mequillas. Nunca pensé que así me debía de ver yo hace unos meses. No quería por nada del mundo repetir todos esos sucesos, así que le dediqué una pequeña sonrisa y besé su mejilla.

─Yo no soy esa chica, Aaron─ él me miró no muy confiado, pero terminó asintiendo y apoyando su frente en mi hombro─. Juro que si nos separamos, será por decisión de ambos y lo admitiremos antes de hacer sentir mal al otro.

─¿Lo prometes?─ me mostró el dedo meñique.

─Lo prometo─ enredé el mío en el suyo─. ¿Quieres ser mi novio, Aaron?

─Cambio de roles, me gusta─ reímos─. Si quiero, Pauline.

Al día siguiente le dimos la noticia a ambas familias. Elisa y mi tía nos miraban con una sonrisa, pero la de mis padres estaban acompañadas con unas miradas de confusión.

Gracias a todo eso, comimos mi comida favorita: espaguetis. Luego los Bones se fueron ya que sería el día del musical.

•••

El salón se fue llenando de a poco. Josie Pye fue sustituida por Anne ya que se había enfermado. Billy apareció en el escenario una vez que el telón se abrió, para presentar la obra de una manera graciosa. Cole, que estaba sentado a mi lado, no tenía cara de que le divertía eso, así que le di un pequeño codazo que le causó cosquillas.

La primea escena salió muy bien, ganándose todos los aplausos. En la seguna participaban Anne y Diana al principio, luego los chicos simulaban ser un manzano, causando varias risas y aplausos. La tercera escena se ganó varias risas ya que el ministro actuaba como una mujer con maquillaje exagerado. Las dos últimas fueron las mejores, en mi opinión.

Pero algo salió mal y un rayo falso cayó sobre la cabeza de Billy dejándolo inconsciente. Las personas lo habían tomado como parte de la actuación ya que se estaban riendo mientras aplaudían. Salí seguida por la señora Andrews y me dirigí a donde estaban los demás alrededor del rubio.

Bueno, admitamos que se lo merecía.

La madre de Billy se agachó a su lado. Si supiera que su hijo causó cosas peores.

─¿Tu hiciste eso?─ preguntó la mujer mirando a Bash─. Bruto salvaje. Qué vergüenza.

─Él no tiene la culpa─ exclamé haciendo que la señora Andrews me mirara─. Y su hijo se lo tiene bien merecido, no es el angelito que usted cree que es.

─Ya, Pauline, no me molesta─ dijo Bash con una sonrisa.

La mujer se llevó a Billy con ayuda, no sin antes darme una mirada seria. La miré desafiante, con las cejas alzadas y volteé haciendo mover mi cabello.

Decidí quedarme a ayudar con el telón, ya que Bash desapareció. Faltaba un segundo acto.

─¿Cómo vamos a terminar la obra sin Billy?─ preguntaba la señora Lynde. Miró a todos lados y su mirada cayó en Matthew Cuthbert─. ¡Mi salvación!─ grito yendo por el disfraz─. Ya está, ponte esto.

Solté una risa al ver la cara del hombre. Estaba claro que no se esperaba nada de eso.

Finalmente, el señor Cuthbert lo hizo bien y el epílogo salió diferente pero fantástico. Todos salimos de detrás del escenario y juntamos nuestras manos para hacer una reverencia. También apareció la señora Lynde sentada en un trono como si de una reina se tratara, causando varias risas.

─Hoy, despues de mi propio Jubileo de Diamante─ dijo─. Bendigo a toda Avonlea. Dios los bendiga a todos, ¡y que me salve a mi!

Y terminó con una última canción.

SOLO AMIGOS | g.b ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora