Extra #5

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Sorpresas

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Sorpresas

Ya había pasado varios meses de la muerte de Julie Blythe, algo que el matrimonio aún no superaba y nunca iban a olvidar. Las pocas horas en las que cargaron a la pequeña quedarían marcadas para siempre en sus vidas. Pero no era tiempo de rendirse, debían salir adelante y cumplir sus sueños.

Ese día Gilbert se levantó con algo en mente, algo que tuviera como objetivo la felicidad de Pauline. Decidió prepararle algo sorpresa, algo que la hiciera sonreír.

─Buenos días, reina─ saludó al verla bajar aún en camisón.

─Buenos días, Blythe─ saludó ella con la voz adormilada─. ¿Por qué tanto ruido? Esto parece una carpintería.

─Arreglaba la mesa del patio─ contestó él señalando un martillo─. ¿Por qué no vas a desayunar? Hay té y galletas de chocolate.

Pauline sonrió al oír aquello. Salió corriendo hacia la cocina para comer. Mientras tanto, Gilbert siguió arreglando aquella vieja mesa blanca que estaba rota desde que se la compraron a una anciana que estaba a punto dar su último respiro. El castaño terminó de poner la pata y la acomodó bajo un pequeño techo que hizo junto a Line para compartir en las horas de té. Todo pareció ir bien, hasta que se desarmó por completo y cayó. La cara del joven pasó de ser una gran sonrisa a ser una de completa decepción.

Podía oir las carcajadas de Pauline desde la ventana de la cocina. Gilbert la miró con molestia fingida, pero terminó riendo junto a ella. Hace mucho tiempo que no reían juntos.

─Continúa como doctor, la carpintería no es lo tuyo─ bromeó ella.

─¡Ja! Habló la señora que aún no arregla su silla─ Pauline le mostró el dedo medio antes de volver a su desayuno.

Gilbert soltó una pequeña risa antes de volver comenzar su plan.

•••

Pauline no era una alguien que le interesara saber sobre la vida de los demás, ni siquiera con Gilbert, pues prácticamente sabía todo de él y no era necesario meterse para saber lo que sucedía. Pero ese día sentía que no lo estaba logrando, su marido actuaba raro y ella no sabía la razón. Trató de preguntar varias veces, pero Gilbert le decía que todo estaba bien y que fuera a descansar. Ella aceptaba a regañadientes, porque la curiosidad la estaba matando. Quería ir y asomarse por la ventana, y a la vez no quería ser entrometida. ¿Qué haría?

─Mira, Gilbert Blythe, la paciencia se me está acabando─ amenazó cuando lo vio pasar por la puerta.

─Solo espera─ dijo él volviendo a salir.

SOLO AMIGOS | g.b ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora