➼ trece

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Capítulo trece:
Despedida.

Parecía que todo había pasado tan rápido, toda la felicidad se había esfumado como hojas en un día ventoso de otoño. En ese momento dejó de importarme casi todo, ahora mis prioridades estaban en Gilbert y nada más que eso, pues perder a un padre debe de ser una de las cosas más duras de la vida.

─Vamos─ habló mi madre luego de arreglarme las mangas de mi vestido negro.

Nos acercamos a la marcha que hacían hacia el cementerio de la familia Blythe. Podía ver a mi padre llorando silenciosamente. John y él eran mejores amigos. Ya allí, con la tumba cavada, el sacerdote empezó a decir sus palabras. Divisé a Gilbert y me acerqué, tomé su mano y él apretó la mía fuertemente.

─Lo lamento─ murmuré, pero él solo asintió agradecido de que esas fueran mis únicas palabras.

Bajaron el ataúd y taparon la tumba. Poco a poco las personas comenzaron a irse a la, ahora, casa de Gilbert donde harían el velorio. Mi amigo se sentó en un banco que estaba frente a las lápidas, yo lo seguí en silencio ya que él necesitaba a alguien, pero no quería molestarlo. Había comenzado a nevar por lo que me apresuré para cerrar mi abrigo. Gilbert extendió su mano, viendo como caía un copo de nieve en su mano y la bajó al mismo tiempo que se le caía una lágrima.

─Gracias por quedarte conmigo─ dijo luego de unos segundos─. Creo que eres lo único que me queda.

─Pase lo que pase, Gilbert...─ agarré su mano fría─. Estaré contigo y te ayudaré a superar todos los obstáculos de la vida. No importa si el día de mañana te casas con alguien, yo siempre estaré ahí para ti.

─Lo sé─ me abrazó y lo acepté al escuchar un sollozo de su parte.

Sentía una extraña punzada en el pecho. Me dolía, claro que me dolía. Amaba mucho a Gilbert y, a pesar de que no comprendía su dolor, entendía por lo que pasaba. Tardé en darme cuenta de que también había derramado algunas lágrimas, pero dejé de hacerlo al ver que se separaba.

─Creo que deberíamos entrar, está frío─ dije quitando le rastro de lágrimas de sus mejillas.

─Si─ se levantó y extendió su mano.

La acepté. Caminamos lento hacia su casa, pues ninguno de los dos quería soltar la mano del otro, o al menos yo no quería. Entramos, allí estaban todos charlando o llorando, como Marilla y mi padre. Mi madre trataba de consolarlos. También estaba Anne que al verme sonrió, pero su sonrisa no se borró al ver a Gilbert sino que se volvió triste. Algunas personas lo miraban y le daban su pésame, mientras que otros le golpeaban suavemente el hombro en señal de apoyo.

─Lo siento, no puedo estar aquí─ me dijo soltando mi mano─. Estaré en el frente. Ve con tu padre.

─Está bien, ten cuidado─ le pedí y le puse mi bufanda que era más abrigada que la que él tenía.

─Gracias─ murmuró y se dio vuelta para salir de su casa.

Me acerqué a mi familia. Ellie estaba sobre la falda de mi madre que trataba de calmar a mi padre. Rápidamente me acerqué a él y lo abracé.

─Tranquilo, papá, lo superaremos juntos─ dije apoyando mi cabeza en su hombro─. No hay que quedarse en la desgracia, hay que conservar las partes buenas como un bonito recuerdo. No pienses en el señor Blythe como el hombre enfermo acostado en su cama, piensa en él como el hombre alegre que te alegró la vida con su espíritu aventurero, recuerda los momentos felices y lo que me contaste sobre que le hacían bromas a mamá para que te ganaras su corazón.

─Lo haré, hija, gracias─ sonrió mientras sus lágrimas seguían cayendo─. Gracias por ser la persona más comprensiva que conozco.

Sonreí. Acomodé su cabello que se había alborotado todo y dejé un beso en su cabeza. Nunca creí eso que decían de que los verdaderos hombres no lloran porque incluso la persona más tirana del mundo lo hizo una vez, todos tenemos sentimientos y llorar es una manera de expresar dolor, o rabia. Eso, en mi opinión, está bien, y no hay que juzgar a una persona por sus sentimientos.

Me acerqué a la ventana para ver si Gilbert estaba ahí. No se encontraba donde dijo, sino que un poco más allá junto a Anne, y parecía molesto. Seguramente la pelirroja habló de más o no se dio cuenta de que a él en momentos así prefiere una compañía silenciosa. Tal como lo pensé, le dijo unas palabras y se marchó.

•••

Mañana sería navidad, pero no sería lo mismo de las anteriores. Gilbert había venido temprano a decirme que se iría a hacer lo mismo que hizo su padre, recorrer el mundo. Me costó aceptarlo, no sabía cuándo iba a volver... Quizá nunca como él dijo.

─Lo lamento─ decía viéndome llorar─. Sé que no quieres, pero debes entenderme como siempre lo haces.

─Te entiendo, Gilbert, y te apoyo─ aseguré luego de unos segundos en los que me miraba con tristeza─. Si te hace mejor, puedes hacerlo y te deseo mucha suerte. Recuerda que siempre que quieras volver, nos tendrás a mi y a mi familia que te aceptaremos como parte de nosotros.

─Gracias, Line─ me abrazó como nunca antes lo había hecho, porque ambos sabíamos que tal vez sería la última vez que nos veríamos─. Eres la mejor persona que pude haber conocido en mi vida y estoy seguro de que nos volveremos a ver.

─Si, mientras tanto veré qué decirle a mi madre, ella te ama como si fueses su hijo─ rió─. Solo cuídate, es lo único que te pido.

─Lo haré, tranquila─ sonrió y de su bolsillo sacó una cajita azul amarrado a una carta─. Ábrelos en navidad.

─Gracias─ acepté el regalo sonriendo con lágrimas en los ojos─. Yo también tengo algo, espera aquí.

Subí como un rayo hacia mi habitación. Busqué el paquete que estaba dentro de mi armario. Bajé salteando los escalones, recibiendo un regaño de mi madre desde su habitación. Llegué a la sala donde se encontraba Gilbert sentado y le extendí el regalo.

─Ni se te ocurra abrirlo antes de navidad, o no descansaré hasta encontrarte y darte una patada─ advertí.

─No te preocupes, puedo adivinar desde aquí lo que es─ rió.

Ya en la puerta, me miró por última vez. Esperaba esto de cualquier persona, pero no de él, pues soltó un sollozo fuerte y me abrazó casi asfixiandome. No perdí el tiempo y también me uní a su llanto. Gilbert dejaba mi hombro mojado mientras yo el suyo. Nunca deseé tanto que el tiempo se detuviera como lo estaba deseando en este momento.

─Te... voy a e-extrañar─ dije como pude.

─No me... olvides, por favor─ me miró a los ojos mientras llorabamos juntos.

─Nunca, Gilbert, nunca─ murmuré.

Mis ojos se cerraron al sentir sus labios sobre mi frente, como si de esa manera me protegiera de todo.

Y se fue, llevándose mi regalo y una parte de mi.

Entré a casa. Subí corriendo a mi habitación mientras mi madre me seguía de atrás, sabía que había estado escuchando todo pero eso no me importó. Me senté en el borde de mi cama y me escondí entre mis manos. Ella me rodeó con sus brazos y me acunó como lo hacía cuando era pequeña y tenía miedo.

─Duele─ lloré en su pecho.

─Lo sé, cariño, lo sé.





si tuvieron un mal día, pues ahora tienen uno horrible, gusbai bitches 😎

SOLO AMIGOS | g.b ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora