❝Estamos del otro lado, la pantalla somos nosotros y nosotros somos la televisión. Reza por las astillas, reza por tu miedo, reza por tu vida que fue solo un sueño... Reza porque el hombre que amaste es el monstruo al que le temes❞
═.✵.══════════ I came across a fallen tree I felt the branches of it looking at me ══════════.✵.═
➳somewhere only we know - keane
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London, February 1976
El invierno estaba llegando a su fin en Inglaterra, al igual que el mes de Febrero. La ciudad estaba preparada para darle la bienvenida a marzo y su esperada primavera, donde el clima se calmaba en una contextura fresca y seca, disipando el frío gaélico invernal. Por lo cual los ciudadanos de Londres consideraban esa estación como su favorita; las plantas, los animales y hasta incluso las personas se sentían florecer y purificar en la primavera. O más bien, no todos.
En el viejo apartamento de los músicos el invierno parecía haber rentado piso y no tenía planes de irse. La vivienda había perdido su encanto ameno desde que Roger enfermó hace unas semanas atrás, y su recuperación se veía empeorar.
Estaba decaído, hirviendo en fiebre, delirando y con alucinaciones, que a estas alturas no sabía si eran reales o producto de los delirios místicos de su imaginación.
Su semblante había cambiado por completo; la piel se le había pintado pálida, sus ojos azules lucían desteñidos y a penas quedaba algo de su sentido del humor. Rara vez hacia chistes, casi reía y no quedaban muchos rastros del muchacho divertido y alegre que solía ser, sus ojos ya ni siquiera reflejaban la ternura de su alma. Estaba deshecho.
Hoy se cumplía la segunda semana exacta que no salía de la cama, y según el dictamen del doctor él se encontraba a salvo, sólo tenía una fuerte gripe, pero en el fondo todos sabían que algo más sucedía con él. No era un hombre de defensas inmunológicas bajas, extraña vez se enfermaba y cuando lo hacía sólo duraba un par de días.
—Roger —lo llamó Chloe, sentada sobre la cama.
El rubio dejó caer su cansada mirada sobre la pelirroja, pestañeando con pocas fuerzas. Estaba realmente enfermo.
—Si Aida y tú algún día tienen un hijo ¿Cómo lo llamarían?
El esfuerzo de la chica por mantenerlo entretenido era notable. Verlo tan apagado le dolía, como al resto de sus amigos.
—No tendré hijos —fueron las primeras palabras que dijo al finalizar el día.
—Si Brian y yo tenemos hijos algún dia, le pondremos Nashira —intentó una vez más la chica.
