I: Olvídate de mí

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—¿Dónde está el dinero, Sebastien?

—Ya te dije que yo no lo tomé ¡¿Cuántas veces debo repetírtelo?! —le gritó casi en un rugido.

—¿Crees que soy estúpida? ¡Eran mis ahorros!

—Yo no tomé nada —le dijo con simpleza.

Se acercó a él, y metió su mano dentro de uno de los bolsillos del pantalón de él, sacando una bolsita con un polvo fino blanco.

—¿Y cómo conseguiste esto?

La miró furioso y la tomó del cuello, empujándola contra la pared.

—Me tienes harto cuestionándome todo ¡Ya deja de meterte en mi vida! —le gritó estremeciéndola—. ¡El dinero es de ambos!

La soltó y ella se tomó del cuello, sin poder evitar ceder a las lágrimas.

—E-Era dinero para el bebé —sollozó.

Él la miró y luego chasqueó la lengua, dándole la espalda.

—Faltan meses para que nazca. No sé porqué eres tan exagerada. Ésta noche tengo una pelea, iba a devolverte el dinero ¿Ok? Ya deja de llorar... Sabes que no puedo verte llorar —gruñó.

Ella se sentó en el suelo, y se cubrió el rostro con ambas manos. ¿Cómo esperaba que no llorara? Ya tenía cinco meses de embarazo, y nada de ropa ni artículos para su futuro hijo.

El poco dinero que podía conseguir, él siempre lo encontraba y lo gastaba en sus vicios. Y sí, era verdad que peleaba y ganaba dinero, pero él siempre lo usaba para comprar alcohol, drogas o comida chatarra.

Y Charlize ya estaba cansada de esa vida. Se había equivocado tanto con él.

—Ya no llores, mi amor, por favor —le dijo más calmado, poniéndose de cuclillas frente a ella, tomándola de los hombros—. Perdón, te prometo que no volveré a tomar tu dinero, lo juro. Es más, mañana podríamos ir a comprarle ropa al bebé ¿Quieres? —sonrió acariciándole el cabello.

Ella negó con la cabeza, sin querer descubrir su rostro, o mirarlo.

—Lo siento, preciosa, lo siento —le dijo en un tono arrepentido, tomándola del rostro con ambas manos, obligándola a que lo viera, para besarla—. Te amo, Charie, lo siento.

Ella se quedó en silencio, sin corresponderle. Y Sebastien la abrazó, acariciando suavemente su espalda.

—Ya puedo sentir a nuestro bebé —sonrió—. Tu panza ha crecido bastante.

***

Tomó su mochila, guardo sólo un pantalón y una camiseta, y sus documentos, antes de abrir con cuidado la puerta, y salir de aquel horrible departamento, que compartía con su pareja.

Él había estado inhalando hasta muy tarde, y ahora estaba durmiendo. Era el momento justo para irse allí.

Bajó rápidamente por las escaleras, y contó el dinero que había encontrado en el pantalón de Sebastien. No era ni un cuarto de lo que ella tenía guardado para el bebé, pero le serviría para tomar un taxi.

Ya no volvería con él, él jamás cambiaría y ella no quería ese tipo de hombre como padre para su hijo.

...

Sin míWhere stories live. Discover now