XIV

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—Y-Yo, lo siento —lloró angustiado, herido—. Perdón Charie, en serio desearía cambiar el pasado, y no haberte arruinado la vida.

—No me llames así, odio que me llamen así —le dijo con rabia, sin poder contener las lágrimas tampoco—. Todo lo que me recuerda a ti, lo odio.

—Perdón por hacerte tanto daño, por no haber sabido cuidarte... Por ser lo peor que te pasó.

—No resuelvo mi vida con eso, Sebastien, así que ahórratelo.

—Yo te amaba mucho, en serio lo hacía, tú eras-

—¡Eso no era amor, Sebastien! ¡Por Dios! Tú ni sabes lo que es amar, tú sólo estabas conmigo por el control que tenías sobre mí. Habré sido la primera estúpida que se cruzó en tu camino siendo una completa sumisa.

—No es verdad, yo te amaba mucho, estaba enamorado de ti —lloró—. Amaba poder tenerte conmigo, abrazarte, besarte, hacer el amor contigo, poder-

—¿Hacer el amor? ¿Someterme en la cama era hacer el amor contigo? No estás bien de la cabeza, deberías ir a un maldito psicólogo si creías que eso era hacer el amor. Ni una maldita vez me hiciste sentir cómoda en la cama, si te correspondía, era por puro miedo a que me golpearas o violaras, porque siempre estabas drogado y borracho.

Negó con la cabeza secándose las lágrimas, tomando su cartera.

—Siempre fuiste un enfermo, no sé ni porque estamos teniendo esta conversación —pronunció antes de salir.

Sebastien lloró amargamente, y apoyó sus brazos sobre el escritorio, antes de esconder su rostro allí. Ella no sólo lo odiaba, él le había arruinado la vida de la peor forma posible.

Jamás la había hecho feliz, ella jamás lo había amado, ella lo detestaba. Y cada vez que pensaba en las veces que habían estado juntos, más dolía, porque ahora sabía que Charlize sólo había fingido todo.

Esa bebé no era producto de ningún amor como él había creído, era sólo producto de los abusos que él le había hecho pasar.

Era una basura, un drogadicto, un borracho... Un violador, una porquería como para entrar en la vida de una bebé tan inocente.

Giselle no se merecía un hombre como él en su vida.

***

"—Q-Quiero firmar ese papel.

—¿Qué? Pero si tú firmas eso, estás renunciando a tus derechos sobre la niña, Sebastien.

—Lo sé, y sé que es lo m-mejor.

—Pero-

—Por favor, tú eres mi abogado. Dile a Charlize que quiero firmar mi renuncia a la patria potestad de la bebé —le dijo intentando contener las lágrimas, tragar el nudo de su garganta.

—Si tú haces esto, no volverás a verla, porque ella no querrá traerla jamás aquí.

—Lo sé, y sé que es lo mejor para la niña —le dijo quebrándose—. Por favor, Mafet, haz ese documento, necesito firmarlo y que se lo des antes de que ella se vaya."

—No sé que habrán hablando, pero no creí que él tomaría una decisión tan drástica, cuando lo que más quería, era ver a su hija.

—Tú mismo lo dijiste, debíamos buscar lo mejor para la bebé, y parece que él lo entendió.

—Esto no es lo mejor para la niña, cuando su padre la ama. Estas cosas sólo se firman cuando el otro progenitor no quiere formar parte de la vida de la criatura, cuando no la siente, y tú sabes muy bien que ese no es el caso de Sebastien.

Charlize firmó la hoja y luego le entregó la carpeta a Mafet.

—Que tenga buen día, doctor —le dijo antes de salir de su oficina.

Finalmente había sacado a Sebastien de la vida de su hija. Era lo único positivo que había tenido aquel maldito viaje.

...

Sin míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora