VII: Lo hago por ti

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Le habían puesto una perimetral, para que ya no pudiera acercarse a la casa de los padres de Charlize, luego de que lo denunciaran por hostigamiento y acoso.

Él tenía la certeza de que ella estaba allí, pero no era así. La castaña se había ido.

Ya llevaba una semana sin ella, y estaba desesperado, no sabía dónde buscarla, no sabía nada de ella, ni de su bebé.

Y Sebastien los necesitaba a ambos. ¿Cómo haría ahora para continuar su vida? Se sentía tan perdido sin su mujer.

Ya no tenía sentido ni valor la vida. Sólo quería que ella regresara.

***

Se sentía bien estar en un hogar de verdad, poder bañarse en un baño bien, con agua caliente. No encontrar cucarachas en su ropa, o en la alacena.

Se sentía bien poder comer rico, que alguien se preocupara por ella y su bebé, poder dormir tranquila, sin miedo, y en una casa segura.

Charlize se había ido a la casa de su abuela, y la señora gustosa la había recibido, más aún cuando vio la pequeña pancita de su nieta.

Lo que quedaba de su embarazo, podría pasarlo tranquila, y sabía que su bebé llegaría a una buena casa.

Se sentó en la mecedora de su abuela, dónde ya anhelaba poder cargar a su hijo y amamantarlo, y acarició suavemente su vientre, cerrando los ojos, sintiéndose en paz.

Su pequeño había comenzando a moverse hacía unos días, y eso le había dado más esperanzas, más tranquilidad.

Su bebé estaba bien, y sólo eso le importaba en ese momento.

A veces pensaba en él, no lo negaría. Pero sabía que había tomado la mejor decisión para su hijo y ella.

***

Tosió, sintiendo un dolor terrible en el pecho, y se acercó hasta la recepción de aquel lugar.

—Hola, estoy aquí, porque... Necesito ayuda —pronunció agitado.

Sí, había llegado a ese centro que le prometió a Charlize internarse. Tal vez, si lograba dejar sus vicios, ella decidía volver.

Si veía que él había cambiado, y conseguía un trabajo de verdad, ella regresaría con su bebé... En verdad quería mucho conocer a su hijo, y tenerla de vuelta en su vida.

Le hacía mucha falta, todas las noches tomaba hasta dormirse, cediendo a las lágrimas al recordar que ella se había ido, y no regresaría.

La necesitaba, necesitaba tanto a su mujer a su lado.

***

Miró el delicioso postre que su abuela le había preparado, y casi chilló de felicidad. Eso realmente se veía apetitoso.

Y claro, su pequeña dentro de su panza también lo deseaba.

La jovencita, en la ecografía de su séptimo mes, finalmente había conocido el sexo de su bebé, niña. Tendría una preciosa bebé que ya anhelaba conocer con todas sus fuerzas.

—Come todo lo que quieras, hija.

—Ay abuela, no me digas eso, que me lo comeré entero —sonrió deseosa.

Ya sólo faltaban dos meses para que la niña naciera.

***

—¿Tu novia? —sonrió una chica.

—No, ella es mi mujer —le dijo mirando la foto que había impreso de Charlize—. Charie, tendremos un bebé.

—Oh, felicidades, no sabía que serías papá —sonrió.

—Gracias.

—No la vi nunca por aquí ¿Viene a visitarte?

Negó con la cabeza, encendiendo un cigarrillo. De algún modo debía controlar sus impulsos de consumir otras sustancias.

—No, a ella... No le gustan estos lugares.

—Ah, entiendo. No es fácil aceptar lo que somos.

Miró la foto de Charlize, dónde estaba de perfil, y se veía su pequeña pancita, mientras miraba por la ventana del departamento, y luego la guardó en su billetera.

—La conocí en un kiosco cuando llegué aquí, ella era muy tímida. Con sólo decirte que con veinte años fue su primera vez, creo que te resumo lo especial que es ella —sonrió recordándola—. Es esa persona especial que sólo conoces una vez en la vida, sabes.

—¿La amas?

—Demasiado —pronunció bajo, soltando suavemente el humo—. Tendremos un bebé, somos una familia, y es mi mujer ¿Cómo no amarla?

—¿Y sabes cuándo nacerá tu hijo? Tal vez podrías salir de aquí cuando eso ocurra, y estar con ella.

—Sí, yo quiero estar ahí a su lado, tomar su mano y darle fuerzas para que tenga a nuestro bebé —sonrió con cariño—. Quiero que vea que cambié, que podemos estar juntos.

—No podrás fumar cuando esté el bebé, eso le hace mal —sonrió la jovencita.

Sebastien miró su cigarrillo, y luego le dio una calada.

—Sí, supongo que podré dejarlo también. Debo hacerlo, no quiero hacerle daño al bebé.

...

Sin míWhere stories live. Discover now