XXXVII

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Se despertó, y al no sentir el cuerpo de Sebastien junto al de ella, abrió los ojos, sentándose en la cama. Frunció el ceño confundida, y salió de la cama, tomando la bata que estaba en el respaldo de la misma.

—¿Seba? —preguntó en un tono bajo, acercándose al baño.

Pero el azabache no estaba allí.

Se acomodó el cabello hacia un lado, y salió de la habitación, dirigiéndose a la sala, sin hallarlo. No estaba en la sala, ni en la cocina, ni en la habitación de su hija... Él se había ido.

La pregunta era ¿Por qué? ¿A dónde habría ido? Él nunca se iba en la mañana, al contrario, ya llevaba más de una semana viviendo con ellas.

Suspiró y regresó a su habitación. Se bañaría y luego prepararía el desayuno para despertar a Giselle.

***

—Ma ¿Por qué no vino papá aún?

—No lo sé, cariño —le dijo acariciándole el cabello, estando ambas acostadas sobre la alfombra de la sala.

—¿Pero vendrá a cenar?

—Estoy segura que sí, algún percance le habrá salido, y por eso no vino en la mañana. Necesitamos conseguirle un celular, para poder comunicarnos con él.

—Sí, es verdad. ¿Me llamas si él llega antes? Tengo un poco de sueño.

—Por supuesto que sí, mi amor, descansa —sonrió suavemente, dándole un beso en la frente.

***

—¡Papá! —exclamó al abrir la puerta y verlo allí, abrazándolo—. Creí que no vendrías a cenar, estaba preocupada.

—Lo siento, cariño, estuve ocupado. Pero no quería perderme de ti todo el día, por eso vine a esta hora.

—Mamá ya hizo la cena, ven —sonrió.

Charlize escuchó a su hija hablar con Sebastien, y colocó un plato más en la mesa, esperando a escuchar que tenía para decir.

—Buenas noches.

—Hola, Sebastien, ya te dábamos por perdido con Giselle.

—Tuve unos asuntos que resolver —se disculpó.

Ella lo miró a los ojos, y luego asintió con la cabeza.

—Está bien.

Cenaron los tres juntos, acostaron a Giselle, y luego de que la niña se durmiera, fueron a la sala a hablar. Porque Charlize quería una explicación.

—¿Qué pasó que te fuiste?

—Necesitaba pensar.

—¿Pensar?

—Sí, cuando necesito pensar, salgo a caminar.

—¿Y no pudiste haberme llamado? ¿Decirme que te irías a caminar? Estaba preocupada.

—Yo necesito hacerte una pregunta importante, y quiero que respondas con sinceridad.

—Está bien.

—Si quitamos el sexo de en medio ¿Qué queda entre nosotros?

Ella lo miró confundido, sin entender.

—¿Qué queda? No entiendo.

—Esto que tenemos ahora, que compartimos juntos ¿Qué es?

Ella miró hacia abajo, y se tomó de las manos.

—¿Tú qué quieres que sea?

—No lo sé, Charie, es por eso que te pregunto a ti. ¿Qué se supone que somos?

—¿Amigos con derechos? —preguntó bajo.

—Okay, amigos con derechos ¿Y cómo funciona esto de amigos con derechos?

—Sebastien, sé claro —le dijo mirándolo—. ¿Qué es lo que quieres?

—No salir más herido —susurró—. Yo creo que los amigos con derechos no tienen sexo todos los días, ni se besan como nosotros nos besamos, ni... Se entienden con sólo una mirada.

Charlize respiró profundo, y luego cerró los ojos.

—¿Sabes por qué no te dejé antes cuándo estábamos juntos? Por tu mirada. Eres tan transparente, que no podía evitar sentir tu aflicción, cuando tenías miedo de perderme.

—Tú devolviste una parte en mí que creía muerta, y no quiero volver a sentirme así.

Se acercó a él, y lo tomó del rostro, mirando sus hermosos ojos azules brillosos.

—No pongamos etiquetas, no empecemos ni continuemos nada,  dejemos que todo fluya y siga su curso ¿Te parece?

—¿Y se supone que sigamos jugando a la mamá y el papá?

—Sólo supongo el hecho de quedarnos juntos, de ir despacio, de conocernos más.

—Está bien —pronunció bajo.

Ella sonrió y le dio un beso corto, seguido de otro más.

—Creo que esta noche sólo dormiremos abrazados.

—Yo también.

—Me encanta la idea —sonrió abrazándolo—. ¿Quién no querría dormir con tan fuerte oso?

Él la tomó del rostro y la besó varias veces, haciéndola sonreír.

—¿Qué cosas puedo decirte?

—Lo que quieras.

—¿Puedo decirte que te extrañé?

—Sí, me gustaría saber que me extrañaste, y que tú también sepas que yo lo hice —sonrió Charlize.

—¿Me extrañaste?

—Sí —Sonrió—. Extrañé despertar a tu lado.

Él respiró profundo, y luego la abrazó.

—Vayamos despacio, pero primero asegúrame si él camino tiene una dirección, o está a la deriva.

—Tiene una dirección, ser felices.

...

Sin míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora