12- |𝖳𝗁𝗈𝗋𝗂𝗇 𝖾𝗌𝖼𝗎𝖽𝗈 𝖽𝖾 𝗋𝗈𝖻𝗅𝖾| (𝟤)

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Promesas que no se cumplen.

La batalla al fin estaba por concluir; Gwaihir comenzaban a llegar.

Corría desesperadamente en busca de Thorin; el cuerpo inerte de Fili hizo que mi corazón se encogiera.

Lo encontré al fin; a un lado de él se encontraba Bilbo. Quise sonreír de felicidad por encontrarlo, pero eso nunca pasó, al encontrarme con una herida en su pecho y la sangre manchando sus ropas.

—¿Nos puedes dar un momento? — pedí al joven Hobbit, quien parecía no querer alejarse de Thorin.

Sin decir palabra alguna, se levantó y se marchó. Tomé su lugar y me arrodillé a un lado de Thorin. Pasé mi mano por su cara y entrelacé mi otra mano con la suya.

—Hola, preciosa — me miró con alegría, pero yo estaba destrozándome por dentro. Su herida era profunda y se estaba desangrando.

—Hola, cielo — unas lágrimas resbalaron por mi mejilla. Él hizo gesto para limpiarlas, pero se lo impedí; no quería que se moviera más.

—No te muevas, por favor, estarás bien — dije tratando de creérmelo.

—Sabemos que no, cariño — esas palabras me rompieron el corazón; él era sincero, yo trataba de engañarme, sabía perfectamente que nada estaría bien.

—¿Recuerdas la promesa que hicimos? Siempre estar para el otro sin importar las circunstancias, no dejar al otro, protegernos mutuamente, y no pude hacer eso. Soy tan inútil que no pude protegerte siquiera — comencé a llorar fuertemente sin importar quién me viera o escuchara—. Yo te amo. ¿Recuerdas que planeamos nuestra boda?

—Eres tan hermosa aún llorando, pero sabes que nunca me gustó verte así — levantó su mano y la colocó en mi mejilla—. Yo también te amo, y en mil mundos más seguirá siendo así. Temo que hubo promesas que no cumplí, pero esta sí. Prometo encontrarte, en todas las vidas, y la muerte.

—Así será, cariño, ve en paz — mi alma se partió cuando sus ojos quedaron fijos en el cielo y dejó de respirar. Sujeté su mano por última vez y dejé un beso en su frente; tendría que buscar al resto, darles la noticia. Sabía que a quien más le dolería era a Kili. Me levanté caminando sin rumbo; la cueva se hacía eterna para mí, mi corazón latía débilmente. Llamó mi atención una parte iluminada, dirigiéndome hasta allí vagamente, sin saber qué me esperaba. Se encontraba el rey elfo de Mirkwood; notó mi presencia y se hizo a un lado con pena. Fijé mi vista en el suelo, donde estaba la elfa de cabello rojizo sosteniendo a Kili. Estaba... estaba muerto.

Caí sobre mis rodillas y solté todo el dolor que tenía. Primero Fili, Thorin y luego Kili; a Thorin lo amaba, y a los otros dos también les tenía gran aprecio.

Mucho tiempo había pasado. Era una anciana amargada y solitaria, y de vez en cuando, Gandalf venía a verme.

Permanecía en cama; mi cáncer había aumentado, y ni los mismísimos elfos pudieron sanarme. No estaba molesta por morir; no temía a algo tan simple como la muerte, mi vieja amiga. El de cabellos canosos permanecía a mi lado, sabía de mi condición.

—Gandalf — lo llamé, y este levantó la cabeza para verme.

—¿Sí, mi pequeña amiguita?

—¿Tú crees en que hay diferentes vidas fuera de este mundo?

Se quedó pensando un momento hasta que respondió.

—Puede ser, pero la pregunta aquí es, ¿tú crees en ellas? — asentí segura con la cabeza.

—Entonces eso es lo único que importa — me sonrió ampliamente, y yo a él.

Días después, todo pareció empeorar. Mi salud se deterioró aún más, hasta que me quedé dormida.

Narrador omnisciente:

La joven chica paseaba por las calles de la gran ciudad. Daba los buenos días a todas las personas, pues era cosa de tener educación.

—Señorita, buenos días, el periódico — dijo el hombre extendiéndole el rollo de papel.

—Muchas gracias, Dex — siguió caminando hacia su cafetería favorita. Tomó asiento en su lugar preferido, justo al lado de la terraza.

—¿Qué va a ordenar, señorita Lilith?

—Lo de siempre, Beth — dijo a la joven mesera, y esta se fue en busca de la orden.

Posó su vista leyendo el periódico, cuando sintió un ardor en su pierna. Alguien había derramado su café sobre ella.

—Lo siento de verdad, lo siento — dijo el hombre realmente apenado. La chica lo observó un instante; no muy alto, cabello negro a los hombros, bigote y barba bien hechos, y lentes. Su corazón se aceleró, y no se explicaba por qué. Quizás lo apuesto que se le hacía.

—Oh, no te preocupes, fue un accidente — se apresuró a responder mientras tomaba unas servilletas para limpiarse.

—Soy muy distraído, en verdad.

—Aquí está su café, señorita — habló la mesera de hace un momento, dejando el café sobre la mesa —, ¿todo bien? — dijo mirando a la chica y al hombre.

—Sí, Beth, gracias.

—Oh, entonces, ¿desea ordenar algo más?

—Oye tú — alzó la voz llamando al chico —, ¿de qué era tu café?

—Canela, ¿por?

La chica llamó a la mesera y susurró algo a su oído; esta sonrió y se marchó.

—Siéntate — el hombre se desconcertó pero obedeció; por alguna extraña razón, esa chica tan extraña logró captar su atención.

—Puedes, no sé, quizás darme tu número — ella lo miró divertida —. Oh, no pienses mal, ya sabes, para mandar a lavar tu ropa...

—Soy totalmente capaz de lavar por mi cuenta, pero gracias.

—Puedo preguntar cómo te llamas...

—Lilith, ¿y tú?, chico distraído.

—Me llamo Richard.

—Bueno, Richard, es un gusto.

—Aquí tiene joven — dijo la mesera mientras dejaba un café en el lugar del chico.

—Yo no ordené nada — se desconcertó.

—Ammm, la casa invita — tan pronto como dijo esto, se marchó de nuevo.

—Esto es raro, derramo mi café sobre una bella chica y me dan un café gratis — comentó con gracia, para luego darle un sorbo al café.

—Sí, ni que lo digas...

—Alto — el hombre levantó su cabeza y se quedó mirando a la muchacha —, ¿canela? — elevó su cabeza viendo de manera acusatoria a la muchacha —. Fuiste tú.

La chica dejó escapar una risa nerviosa.

—Sí, bueno, un gracias basta.

—Gracias — sonrió.

—Por nada, ¿de casualidad no nos conocemos de algún lado?

—No sé, pero también tengo la sensación de conocerte.

—Sí, me parece extraño, Richard... Thorin — dijo en un susurro.

—¿Qué dijiste? — preguntó el hombre.

—Nada, solo un nombre que se me vino a la mente.

—Thorin, también yo lo tengo muy presente.

—Creo que esto comenzó a volverse extraño — alzó las manos. Un silencio incómodo se apoderó un momento de ambos —. ¿Te gustaría pasear conmigo?

—No debería aceptar porque eres un desconocido, pero siento que te conozco — respondió la chica.

—Tengo la misma sensación.

Ambos terminaron sus cafés y se retiraron, no sin antes pagar la cuenta. Tras una larga charla, fueron dándose cuenta de que tenían mucho en común. Miles de deja vu los rodeaban.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ||ESDLA & El HOBBIT|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora