CAPÍTULO 1. INICIO.

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Detuve mi coche a la entrada del taller. Era contradictorio que tan solo por haber cruzado esa verja me siéntese más a salvo, pero que a la vez mi corazón fuera a estallar nada más plantara los pies en el suelo. Vi a un par de chicos en el taller mirándome a lo lejos, así que decidí salir antes de que ellos se acercaran. Subí la barbilla y avancé varios metros hasta donde ya me esperaba uno de ellos con los brazos en jarra.

- ¿Le ocurre algo a tu coche? – me preguntó con los ojos entrecerrados debido al sol que le daba de lleno en el rostro.

- Necesito hablar con quien esté al mando de los Hijos.

- Esto es un taller de coches. Nada más.

- Venga ya. – me quejé. – Sé quienes sois y sé cómo va esto.

Mis palabras y el tono de voz que las acompañaban no parecieron agradarle en absoluto. Tampoco conocía demasiado a los integrantes de los Hijos, pero juraría que este debía de ser uno de los más jóvenes. O eso o la mohicana le quitaba unos cuantos años de encima.

- Mira, no sé quién eres ni lo que quieres, pero deberías marcharte de aquí antes de que las cosas se te compliquen.

- Es imposible que se me compliquen más. – le aseguré. Dado que no parecía ceder, suspiré y dejé aflorar parte de la desesperación que sentía. – Por favor, es muy urgente. No puedo acudir a nadie más.

Aprecié con satisfacción que había conseguido ablandarle un poco. Miró a un lado y a otro, como comprobando el terreno, y luego miro hacia atrás buscando a alguien.

- No te muevas de aquí. – me ordenó.

Le vi alejarse de vuelta al taller y allí comenzó a hablar con otro hombre que fruncía el ceño con cada palabra que el primero soltaba. Se dedicaron a lanzarme varias miradas rápidas hasta que su conversación llegó a su fin. Esta vez fueron los dos los que se acercaron hasta mí. Conseguirían hacerme vomitar si la tensión del ambiente no se suavizaba.

- ¿Tienes un nombre, muchacha? – cuestionó el nuevo.

- Jane.

Parecía el supervisor del primero que había hablado conmigo, más que nada porque había tomado la voz cantante mientras que el otro no hacía más que mirarle a la espera de su veredicto.

- Llévala adentro y dile a Medio Huevo que la vigile. – le ordenó. – Yo avisaré a Clay.


Esperé durante una media hora sentada en uno de los taburetes de la barra. El chico que no debía quitarme el ojo de encima, Medio Huevo, ni si quiera me había dirigido más que un par de palabras. Tal vez le hubiesen prohibido hablarme. Mientras tanto me dediqué a observar mi alrededor y vi enmarcadas las fotos de todos los chicos que debían formar parte del grupo de la primera vez que entraron en prisión. Sin duda tenía que andarme con ojo con ellos.

En cuanto entraron varios hombres en mi dirección me tensé. Tres de ellos iban con la chaqueta de los Hijos y los otros dos que seguían con el mono del taller eran los que me habían atendido a mi llegada.

- ¿Qué es lo que quieres? – cuestionó uno. Era mayor, grande y su voz mortífera no me transmitía confianza alguna.

- ¿Eres Clay? – no asintió, pero tampoco lo negó, así que continué hablando. – Necesito vuestra ayuda.

- ¿La de quién?

- La de los Hijos de la Anarquía. – espeté. Debían estar tratándome de idiota. – Estoy en problemas y necesito vuestra protección.

- Esto no es un centro de seguridad privada. – me contestó de mala gana, lo que hizo que el resto rieran.

- Los Mayas me buscan. – en cuanto lo anuncié, el ambiente quedó en silencio. – Sé que sois bandas rivales. No puedo acudir a nadie más salvo a vosotros.

IN LOVE & HOPELESS | SONS OF ANARCHYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora