IN LOVE & HOPELESS | SONS OF ANARCHY

CAPÍTULO 8. FUEGO AMIGO.

Conseguimos que Tig pasara dos días enteros en cama moviéndose lo mínimo. Ya que pasaba la mayor parte del día bajo el efecto de los calmantes, no hizo más que pedirme que me quedara a su lado y que le hiciera arrumacos como si fuera un pobre niño necesitado de cariño. El tercer día fue diferente; los chicos le prohibieron ponerse hasta el culo de tranquilizantes y como le frustraba no poder moverse, la pagó conmigo. Ni si quiera hacía un par de horas desde que se había despertado cuando comenzamos a discutir, así que abandoné la habitación cuando me dijo que me marchara si no quería que me echara él a patadas. Salí del club maldiciendo a todo lo que se movía y saqué un cigarrillo para no volver ahí adentro y abofetearle.

- ¿Todo bien? – cuestionó Chibs. Él y Juice se estaban encargando de un coche y no tardaron en acercarse hacia mí; o más bien lo hizo Chibs porque Juice permaneció a un par de metros de distancia. – Hemos escuchado vuestros gritos desde aquí.

- Tig es un imbécil y un cabezota. – escupí con desdén. – Intentaba ayudarle pero es imposible mantener una conversación civilizada con ese cavernícola.

- No te des mal, ya has conseguido más de lo que habríamos logrado nosotros. – suspiró Chibs en un esfuerzo por animarme. – He visto a Hijos recibir disparos y caminar al día siguiente como si nada, pero ese corte tenía mala pinta y si volvía a montar se le abrirían los puntos. Créeme, aunque él no lo vea, le has evitado mucho dolor.

Supongo que eso debería consolarme, pero tampoco lo hacía del todo. Tal vez, cuando se me pasara el enfado, lo vería con otros ojos. El caso es que en esos momentos no podía calmarme y al pasar mi vista hacia Juice y ver su mueca de desaprobación, fui incapaz de contenerme. Estaba harta de que últimamente fuera así la única forma en la que me mirase.

- ¿Podrías dejar de tomártelo todo como algo personal? – cuestioné de mala gana. – Venga ya, no es el fin del mundo.

Juice apretó los labios al instante y la mirada que me dedicó fue aún más mortal que antes. Pensé que comenzaría una nueva discusión, pero en su lugar fingió una sonrisa y asintió con la cabeza.

- Sí, claro, como ordenes. – masculló con ironía antes de darse la vuelta para regresar al trabajo. Ahora era Chibs quien me miraba a mí con mala cara.

- ¿Qué te pasa a ti?

- No te pases con el chico.

- Vosotros os pasáis constantemente. – le recordé.

- Pero nosotros somos sus hermanos. Vuestro problema es diferente.

Rodé los ojos y me di la vuelta, esperando que darle la espalda bastara para dar por terminada esta conversación. Nadie más se acercó a mí así que podría decir que fue todo un éxito. Al día siguiente Tig ya paseaba por el taller aún cojeando y, dos días más tarde se acercó a mí para decirme que se había pasado y que no se lo tuviera en cuenta. Ya no me sorprendía su carácter irritante, pero cada vez me costaba más lidiar con él. Luego por la noche me invitó a una cerveza, y cuando ya estaba empezando a ceder a sus encantos, me susurró melosamente que podíamos pasar la noche juntos porque se encontraba en plena forma de nuevo. Así que en la cama terminamos de hacer las paces.

*

El día que hacía cinco meses desde mi llegada, los chicos decidieron hacerme algo así como una fiesta. Sería únicamente esta filial y, por lo que había escuchado, no tardarían en meterse en líos de nuevo. Tal vez yo solo fuera una excusa para traer a unas cuantas chicas, beber, reír y perder el conocimiento hasta que amaneciera. Después ya tendrían tiempo para ponerse serios.

Así que ahí estábamos después de la quinta ronda de cervezas más la docena de chupitos que se habían tomado ya algunos. Yo había renegado de los licores fuertes para no pasarme de la raya porque no quería que se repitiera lo de la última celebración. Clay, quien al principio no quería ni asistir, ahora incluso parecía de mejor humor. Ni si quiera le había escuchado gruñir cuando Tig me había cogido de las caderas para que me sentara encima suyo.