XXIII

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XXIII. Negociaciones de Calaveras.





Tres días después el Canto de Sirena se detenía en el puerto de Inglaterra.

—Estaremos aquí tres días, aprovechen o desperdicien su tiempo en lo que quieran, pero al cuarto amanecer estaré zarpando, con on sin ustedes. —El hijo de Neptuno avisó y sin más guió sus pasos para bajar del barco.

Gritos celebrando se hicieron presentes y pronto la mayoría de los piratas corrían a tierra firme.

Antes de bajar, me aseguré de tener mis calaveras conmigo, no había tenido necesidad de gastar las ganancias que recibía por estar con Zayn, así que tenía una considerable cantidad para gastar. Quería comprarme un cuchillo, justo como él que había perdido, y también prendas de vestir, pues luego de la batalla con la bestia y todo lo que aconteció ese día, mis ropas habían quedado en un horrible estado.

Y ahora, después de lo que ya se sentía una eternidad, volví a pensar en aquel pirata moreno, ¿algún día lo volvería a ver? Aunque si de algo estaba segura, es que él no volvería a pagar tantas calaveras para estar conmigo.

—Vamos Anea, es hora de mostrarte el lugar que vio a Canario siendo apenas un polluelo. —Tom habló hablando en tercera persona. Pasó su brazo sobre mis hombros y me empujó para bajar del barco.

Volteé brevemente hacia atrás solo para ver a Taipan junto a Harry, este último me guiñó un ojo antes de que yo dejara de verle y sin más bajar del Canto de Sirena.

Mis botas golpearon las tablas que formaban un pequeño puente el cual daba a las calles del puerto en Inglaterra, enterrado en la tierra, había un pedazo de tabla lo suficiente grande como para tener escrito en letras negras el nombre del puerto;

"King's Treasure"

—"El tesoro del rey". —Dijo Tom señalando lo que yo miraba. —Es una burla hacia el monarca, pues este puerto está lleno de piratas, y cada vez que él manda a sus soldados para tratar de matarnos, terminamos robándoles sus armas y su oro, o lo que tengan de valor. En los tiempos recientes parece ser que el rey ya entendió, por lo que ya no manda tantos oficiales a intentar llevarnos a la horca.

La tranquilidad e incluso el tono burlesco con el que me habla me incomoda un poco. Ser pirata estaba penado, la paga era la horca, ¿y a nadie le importaba?

Yo si quería mantener mi cabeza, gracias.

Tom y yo avanzamos adentrándonos al pueblo, escucho muchas voces y gritos, pero no entiendo nada de lo que dicen.

—¿Qué es lo primero que quieres hacer? —Me pregunta canario mientras pasamos frente a un puesto que vende almejas.

—Quiero comprar un cuchillo y nuevas ropas. —Respondí y Tom se rió.

—¿Comprar? ¿Quién dijo algo de comprar? ¡Robar, Anea! ¡Robar! Eres un pirata, ahora está en tu sangre. —Expresó con una sonrisa en su rostro.

—Nunca he robado. —Comenté diciendo la verdad, nunca en mi vida lo había hecho, ni siquiera le robaba las galletas a mis hermanas, o pequeños listones, ¡nada!

—Siempre hay una primera vez para todo. —Expresó arrojándome una manzana, ¿de dónde la había tomado?

—¡Hey! —Escuché a alguien quejándose detrás, seguido de palabras que no logré entender. Tom se rió y le devolví la manzana. —No quiero tus manzanas robadas. —Sentencié frunciendo mi entrecejo.

—Como gustes. —Respondió antes de morder aquel fruto que le había regresado.

Seguimos avanzando, realmente no sabía a dónde íbamos, tan sólo seguía a Tom.

O A T H  1 & 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora