EPÍLOGO

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Y que el mar cuide de sus muertos.

Las palabras del capitán resuenan en mi cabeza.

Me abrazo a mi misma mientras el cuerpo de Tom es arrojado al mar, lágrimas corren por mis mejillas y ya ni trato de limpiarlas.

Me siento desgastada, acabada.

Todo lo que deseo es irme al camarote de Harry, encontrarlo ahí, esperándome, que me sonría para luego meterme a la cama con él y que me abrace mientras nos quedamos dormidos.

Pero eso nunca iba a pasar.

Al inicio, antes de dejar Portugal, Helena me había dicho que cuando un pirata muere con el medallón, Neptuno se encarga de regresarlo al capitán.

Y yo, que tenía esperanza de que Harry hubiera milagrosamente sobrevivido, finalmente morí por dentro cuando el mar le regresó al capitán un medallón...

Sollozo al sostener el medallón de Harry en mis manos, no teníamos su cuerpo, no podíamos despedirnos de él arrojándolo al mar, así que en su lugar, arrojamos el medallón al océano donde ahora pertenecía, y supimos que esta vez ya Neptuno no nos lo devolvería.

Y dije unas palabras, con las cuales le susurré adiós a ambos.

Luego de decir adiós, cada quien regresó a su labor, el barco no estaba aún en buenas condiciones y teníamos que arreglarlo.

Observé cómo todos se alejaban, todos menos Taipan.

Él se me acercó, se paró junto a mi, y ambos continuamos con nuestra mirada fija en el mar.

—Ellos eran más que mis colegas, eran mis hermanos. Con el capitán, los cuatro éramos inseparables. Peleábamos y nos insultábamos todo el tiempo, pero en el fondo nos apreciábamos, nos apoyábamos y nos cuidábamos. —Comenzó a relatar. —Y entonces llegaste tú, y aunque a mi no me agradaras, a ellos si. Pronto noté como comenzabas a ganártelos, Canario, que usualmente sufría por su hermana, dejó de dolerle tanto, porque tú llegaste y le diste esperanza. A ti te quiso y te cuidó como le gustaría haber cuidado a su propia hermana. Y aunque lo parezca, no fuiste un remplazo, fuiste su redención, fuiste la oportunidad que el mar le dio para demostrar a su manera todo ese amor que traía guardado.

»Ice... él se lamentaba por muchas cosas, la vida ya había sido bastante cruel con él anteriormente. Se había vuelto indiferente, duro y difícil de entender, y luego te encontró a ti. Al principio tan sólo estaba haciendo su trabajo, en cierta manera tú eras su responsabilidad porque bueno, él fue quien te encontró. Hasta que poco a poco te convertiste en algo más, tú mejor que nadie sabe la manera en la que él lentamente se comenzó a abrir contigo. Bastaba con verle los ojos verdes llenos de ilusión, ¡de sentimientos! Tú, Anea, llegaste a hacer feliz a mis amigos, les diste algo que ellos desesperadamente necesitaban. Les diste todo lo que ellos hacía tiempo creían jamás encontrarían, y por eso, Anea, siempre tendrás mi gratitud.

Baby pirate! —Se escuchó la voz de Cass llamándome, y me apresuré a limpiar las lágrimas que las palabras de Taipan me habían provocado.

—Gracias, Taipan. —Susurré bastante bajo, porque a veces temía que mi voz se quebraría.

—No, ya te dije que el agradecido soy yo. —Habló sonriéndome. —Y ese apodo es demasiado malo, creo que te vendría mejor Icy Bird.

»Porque seguro se te pegó algo del hielo de Ice, y seguro aprendiste algo del vuelo de Canario.

Y le sonreí sin derramar una sola lágrima, y sin poder contenerme lo abracé.

Ahora si sentía que siempre tendría algo de Harry y Tom conmigo.



Un año después.

—¡El viento está a nuestro favor! —Grité a Taipan desde el nido, luego, cual ave descendiendo, bajé con destreza hasta cubierta.

El capitán salió de su camarote y yo me acerqué a él cundo me lo pidió.

—Mantén atención a la ruta, las aguas por estos mares suelen ser muy confusas. —Comentó y yo asentí.

—Lo haré, capitán. —Respondí.

El hijo de Neptuno sonrió, y con un asentimiento, me pidió que lo siguiera, y así lo hice hasta que llegamos al barandal en babor.

—Estamos cerca. —Dijo.

—Lo sé. —Hablé bajo, como si nuestra conversación fuera un secreto.

—¿Estás lista? —Asentí con firmeza.

—Lo estoy, ¿y tú? —El capitán se mostró serio.

—Después de decir el juramento, tienes que seguir navegando, Anea.

Dejé de mirarlo, esta vez centrándome en la puesta del sol.

—La vida es eso, seguir navegando sin importar cuán embravecido esté el mar. Si nos detenemos ante la primera tempestad, ¿cómo sabremos lo que existe al final? Tenemos que seguir navegando, capitán, así la marea suba, así las estrellas mientan. Tenemos que seguir navegando, porque de ello dependemos los piratas.

»¿Qué le parece si hacemos un nuevo juramento?

Y el hijo de Neptuno sonrió, tendríamos un juramento él y yo.


Fin

O A T H  1 & 2Where stories live. Discover now