XXXVIII

4.7K 877 683
                                    







XXXVIII. El Nido.




—¡Anea! —La voz de Nerissa atrajo atención hacia mi.

Solté la cuerda y brinqué del barandal a la cubierta, el primero en correr a mi encuentro fue Harry, pero no lo hizo con los brazos abiertos para recibirme, en su lugar golpeó mi frente con uno de sus dedos antes de alzar los brazos como loco y decir;

—¡LOS PIRATAS NO SEGUIMOS A LAS SIRENAS, ANEA! ¡TAMPOCO NOS AVENTAMOS AL MAR DETRÁS DE ELLAS Y DESAPARECEMOS! ¡¿QUÉ ESTÁ MAL CONTIGO?! —Habló con un tono alto, desesperado, negué riéndome.

—Yo también te extrañé. —Musité bajo y me acerqué a abrazarlo. El sol brillaba justo encima de nosotros, lo que indicaba ser el medio día. Apenas y habíamos pasado unas cuantas horas separados, pero no estaba exagerando.

Harry no tardó en apretujarme con fuerza. —Yo no te extrañé, me preocupé, temí que la sirena te obligara a quedarte con ella. —Comentó a mi oído antes de alejarse.

—Siempre terminas regresando, te juro que me parece exasperante la idea de no deshacerme nunca de ti. —Canario comentó a lo que rodeé los ojos ignorando su comentario. —¿Qué fue lo qué pasó esta vez? —Interrogó y yo me encogí de hombros.

—Me arrastró al fondo del océano, me desmayé, y cuando volví a despertar ya estaba flotando en la superficie. —Mentí, no quería contar nada de lo que había sucedido.  —No quiero volver a encontrarme otra sirena. —Agregué y pasé de ellos yendo hacia el hijo de Neptuno que estaba junto a Taipan en el área del timón.

—Justo cundo creía que una sirena te había tragado vuelves a aparecer. —Taipan comentó al verme, pero inmediatamente dejó de mirarme para ver el mar frente a él. —¿Retomamos la ruta, capitán? —Cuestionó y el aludido asintió.

—Vamos a mi camarote Anea, tenemos que hablar. —El capitán me dijo y yo asentí para después seguirlo hasta el lugar mencionado. Yo también quería hablar con él.

Después de cerrar la puerta, el capitán me indicó que lo esperara, vi como fue hacia el cuarto donde dormía y después regresó con una pequeña bolsa, como esas en las que guardaban piezas de oro o monedas.

Se acercó a la mesa y dejó la bolsa sobre esta. —Ábrela. —Ordenó y lo hice para ver que guardaba.

Al abrirla me encontré con un pedazo de piedra azul, idéntica a las que había visto allá abajo. —¿A ti también te llevaron a ver los edificios? —Pregunté y el capitán sonrió.

—Ahora sé que a ti también te llevaron, sabía que pasaría, pero no cuando. —Replicó y se sentó sobre la mesa. —¿Qué te han dicho?

—Me llamaron hija de Neptuno, ¿sabes qué significa eso? —Interrogué.

—No soy tu hermano, si a eso te refieres. Nuestros padres carnales son distintos, a menos que tu madre sea una empleada de las casonas en Portugal y tu padre un marinero viejo que abusó de ella. Pero eso es una historia para otro día. —Su voz salió con repudio, y después pausó mirando el mapa que siempre se encontraba extendido sobre la mesa. —No compartimos sangre, pero aparentemente Neptuno quiere que compartamos algo más.

—Mi madre me corrió de la casa mientras mi padre amenazaba con matarme, sin duda no son los mismos. —Confesé sintiendo que se lo debía. Confesión por confesión. —¿Qué crees que signifique eso de tú y yo siendo uno solo? —Regresé al tema principal.

—Tengo muchas teorías, pero tan solo esperaré a que Neptuno se digne a decirnos.

—¿Y si nos lo dice cuando ya sea demasiado tarde? —Argumenté.

O A T H  1 & 2Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz