XXXVII

5.1K 898 800
                                    






XXXVII. Cuentos de Sirenas.




El oxígeno me faltaba.

Y a pesar de la situación no me sentía asustada, algo en mi me decía que no me harían daño.

La sirena parecía llevarme a lo más profundo del océano. Todo a mi alrededor era borroso y oscuro, eventualmente la falta de aire cobró factura sobre mí y me quedé inconsciente.


Cuando desperté lo hice sobre un charco de agua. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Minutos, horas, días? Tomando en cuenta que aún me sentía completamente mojada, deduje que no había transcurrido tanto tiempo.

Me levanté lentamente, mi cabeza dolía un poco pero fuera de ese molestar, no existía otro. Una vez que me sentí estabilizada sobre mis pies, miré a mi alrededor, y lo que observé me hizo contemplar la idea de que lo estaba soñando todo o de que había golpeado mi cabeza tan fuerte que ya estaba alucinando.

Quizá ya estaba muerta.

Donde yo me encontraba parecía ser el fondo del océano, pero por extraño que suene, no había agua, era como estar en la superficie pero debajo del océano. Había grandes rocas azules que parecían formar edificios extraños y abandonados, como si gente anteriormente hubiera vivido aquí, no me atreví a ir a explorarlos pues no sabía que iba a encontrar. Empecé a retroceder hasta que mi espalda se ¿mojó? Giré para encontrarme una barrera de agua, y entonces me di cuenta que el área de los edificios estaba rodeada de barreras de agua, a los lados y por encima.

Me quedé mirando el agua y entre las penumbras apareció la misma sirena que me había arrastrado hasta aquí. Se acercó hasta que quedamos frente a frente, con una fina porción de agua separándonos.

—Dijiste que me revelarías una verdad, por eso te seguí. —Mencioné pero no obtuve respuesta. —Estoy esperando.

La sirena sonrió negando. —No funciona así, no es mi verdad para contar, pero voy a contarte otra historia, hija de Neptuno.

¡¿Hija de Neptuno?! ¿Había escuchado bien?

—Te has equivocado de persona, Neptuno tiene un hijo, no una hija. —Respondí firme y la sirena siguió sonriendo, sólo que esta vez nadó lentamente hacia la izquierda y yo la seguí.

—Hijo, hija, ¿a quién le importa? Si tú y él terminarán por ser uno solo. —Pausó un instante y siguió nadando esta vez más rápido, casi tuve que correr para alcanzarla. —Pero ya te dije que esa no es mi historia para contar, hay otra verdad que debes conocer, la necesitarás. —Sus dedos largos y bonitos apuntaron a uno de los edificios de roca azul detrás de mi.

—No voy a ir a ese lugar, si eso es lo que insinúas. —Sentencié y ella negó.

—No quiero eso, sólo quiero que observes bien los detalles y dibujos, ¿a qué te recuerda? —Con recelo volví a mirar aquel edificio de roca azul, y noté que en una de sus paredes, sólo en una, había unos dibujos plasmados cubriendo toda la pared.

A la distancia a la que me encontraba no lograba apreciar a detalle los dibujos, por lo que me acerqué sólo lo suficiente para poder entenderlos. El sentido común era iniciar de izquierda a derecha, yendo de arriba hacia abajo, así que hice exactamente lo contrario.

3ª Leyenda.

El primer dibujo mostraba la representación de un tranquilo mar, el siguiente daba la imagen de el mar junto a lo que parecía ser una inmensa ola. Después se mostró un mar dividido, y la estrecha franja seca que había quedado, dibujos después, fue hogar de unas figuras humanoides que habían sido arrojadas al mar, y estas, nadando para salvarse, habían llegado a aquella división. Las pinturas que prosiguieron mostraron como las figuras humanoides construyeron sus edificios con rocas azules (no entendí de dónde las habían obtenido). Los dibujos siguieron pasando mostrando como una civilización se había alzado, incluso mostraron que tenían algo parecido a un rey. Al rey lo representaron sentado en un trono hecho de rocas azules y rojas, una corona de conchas y caracoles junto a otras piedras del mar. Todo parecía tranquilo, hasta que unas nubes negras aparecieron sobre el mar, para el siguiente dibujo, en medio del oscuro cielo, una roca con cola de fuego pareció partir las nubes negras... aunque aquella bola de fuego no pareció caer en su civilización. El recuerdo de como la civilización antes de Vel-Kan se levantó me hizo unir las historias brevemente. Estaba segura que era la misma bola de fuego.

O A T H  1 & 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora