Capítulo 4

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Patricia estaba sentada en su silla observando afuera, ¿a dónde?, no lo sabía, solo miraba fuera con su mano apoyada en su silla y su cabeza descansando en ella. Sus pensamientos iban más allá de los edificios que estaban fuera, mucho más lejanos que las personas que caminan en la acera, mucho más a la distancia que todo ese mundo robotizado que danzaba fuera de esa ventana. Cuando tenía algún respiro del trabajo, la sorprendían sus pensamientos, sus sentimientos la asaltaban y se perdía en las preguntas sin respuesta, en el dolor del corazón, en las emociones disfrazadas, en la soledad del alma...a esa soledad que se había acostumbrado, aunque no disfrutaba, esa soledad que se había auto infligido para no sufrir. No era agradable ese sentimiento y solo dejaba que la asaltara muy pocas veces porque tenerlo presente a diario sería una cruz difícil de cargar. Había visto sin duda muchos rostros, disfrutado algunas miradas, respondido hermosas sonrisas y escuchado voces melodiosas, pero no había reconocido la pureza de un corazón que llenara su existencia y le brindara el amor bonito. Patricia se había rendido de buscar, de esperar, simplemente tenía miedo de perder nuevamente en la vida, de perder en el juego del amor en donde ella era solo la jugadora de la banca...

- Pati, llamada línea 1- Ana interrumpió sus pensamientos.

Patricia la miró con curiosidad y le dijo - Que haces parada ahí con esa sonrisa, pudiste pasarme la llamada por teléfono - tomó el teléfono en su mano para responder.

- Es solo que quería ver cómo te brillan los ojos cuando escuches la voz de la detective.

Patricia sintió un salto en el corazón y miró a Ana con su característica sonrisa hipócrita - Buen día, Stevenson.

- Buen día Licenciada, ¿cómo está usted? - se escuchó al otro lado del auricular.

- Hola Fabiola, muy bien gracias - dijo Patricia con los ojos puestos en Ana que se encontraba aun de pie en la puerta.

- Me alegro que estés bien, te llamaba porque mañana estaré en tu área resolviendo algunos asuntos y quería ver si estás disponible para almorzar.

Patricia guardó silencio, respiró y miró nuevamente a Ana que esta vez sostenía una sonrisa divertida. Bueno es solo un almuerzo no llegará a ninguna otra cosa, dos personas profesionales en un almuerzo, ni siquiera cena, además, solo es un invitación no es un proposición de matrimonio así que... - Sí, estoy disponible - idiota ¿disponible? - Bueno estoy desocupada así que no tengo problema.

- Me parece perfecto, mañana te llamo para quedar con los detalles, ¿te parece?

- Muy bien, entonces, hasta mañana...

- Hasta mañana Licenciada y muchas gracias.

Patricia devolvió el teléfono al escritorio, abrió sus ojos y subió los hombros sin saber que decir, pero consciente de que a la mujer frente a ella le faltaban 3 segundos para que algo se asomara por su boca, 3, 2, 1...

- Hasta mañana amor, espero que me esposes y me castigues porque soy una niña muy muy mala, mal...

- Oh por favor, ya es suficiente, es solo un almuerzo - gritó Patricia.

- Si claro, almuerzo, cena, cita, noche, alcoba, cama, luna, amanecer y cara de idiota; cierto, por el almuerzo se comienza - se sonrió descaradamente - Me alegra que hayas dicho sí, me gusta la idea de que te des la oportunidad, no de una relación, sino de compartir con otras personas, aunque sea sin ningún interés mayor - completó seriamente.

Patricia le sonrió dulcemente porque reconocía que Ana, aunque en ocasiones le hacia la vida miserable siempre había querido su bienestar, deseaba su felicidad y lo agradecía enormemente. Ana a través de los años había pasado de ser su asistente a ser su amiga; muchas veces su confidente, otras tantas su pañuelo de lágrimas y en algunas cuantas una patata en el trasero, pero, en cualquier caso, sin duda se había convertido en parte de su familia.

Del borde...al precipicio (Sankh)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora