CAPÍTULO 1

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—Esta es una... ¿L7A2 GPMG? —Ray negó con la cabeza— una... ¿FN minimi? —volvió a negar con la cabeza.

—Vamos Lynn, tú puedes —me animó. Miré disimuladamente a mis apuntes, que estaban apoyados en mis rodillas.

—Una Browning M2 —afirmé. Ray rodó los ojos y asintió cogiéndome la libreta que aún reposaba en el mismo sitio.

—Sí, pero para la próxima no vale mirar Lynn —me regañó. Solté un suspiro con desgana.

—¿Cómo voy a aprobar el examen de acceso al ejército si no he aprendido nada? —agonizo, pero él como buen amigo, ironía, me ignoró.

—Vamos pequeña Hundley, eres inteligente y te lo sabes a la perfección. Una vez más, son muy fáciles — me intentó animar.

—Para ti es muy fácil decirlo Ray, eres militar —reclamé y le quité mi libreta para colocarla de nuevo en mis rodillas y repasar.

Ray miró detrás de mí, supongo que al reloj que hay en la pared hogareña del café. Suspiró.

—Ya es muy tarde, debería irme a casa, mañana hay que madrugar —se levantó y se agachó dándome un beso en la frente— adiós Lynn. ¡Estudia!

—Adiós Ray y cállate por favor —me reí mientras él salía por la puerta.

Agarré la taza que estaba delante mío y le dí un sorbo al contenido; café. Tenía un gusto amargo al cual ya me había acostumbrado. Posé de nuevo la taza, ya vacía, en la mesa y guardé mi libreta en mi pequeña mochila rosa que había traído. Me levanté y salí de la cafetería, no sin antes despedirme de Gaby, el camarero, el cual estaba apunto de cerrar. La calle estaba oscura por la hora. Nada más salir visualicé la parada del bús que quedaba justo enfrente del bar y caminé hasta allí, quedaban menos de cinco minutos para que pasara el último autobús, así que me apresuré a cruzar la calle.

Ya en el bús y sentada, saqué mi móvil para mandarle un mensaje a mi madre para recordarle que tenía mañana la prueba. Aunque dudaba que me contestara, es bastante tarde y mi madre suele dormirse temprano. Con el móvil aún en mano saqué de nuevo mis apuntes y empecé a repasar en voz alta.

—L19, AW50F, MILAN, L9A1...

—Es una L16A2 —oí una voz burlona y miré hacia un chico que se ubicaba delante de mí.

—¿Qué? —pregunté confundida a lo que el chico puso los ojos en blanco.

—L16A2 —dijo y antes de que le pudiera contestar se puso auriculares en las orejas. Me quedé mirándole un rato. Era un chico de pelo azabache de unos veintiocho a treinta años, de ojos grisáceos, con rasgos finos y la mandíbula marcada; además, tenía un poco de barba de unos días. Sus labios eran coloridos y tenía una nariz perfecta. Atractivo. Muy atractivo — ¿quieres que te dé clases de algo más? —comentó con una sonrisa socarrona y agregándole un guiño furtivo que le hacía verse aún más guapo. 

Fruncí el ceño tras caer en cuenta en sus palabras y dejar mis pensamientos atrás

—Gilipollas... —murmuré bajito para después oír su risa. Madre mía, y vaya risa. Volví a levantar la vista y ví como me daba una última sonrisa para después salir del bús. 

Me obligué a mi misma a olvidarme de ese pedazo de adonis maleducado y a concentrarme en mis estudios. Ni cinco minutos después llegué a mi parada. Caminé hacia mi portal mientras sacaba las llaves de mi mochila con cuidado de no caerme por no ir mirando hacia delante. Subí al ascensor picando en el tercero. Antes de poder meter la llave en la cerradura, la puerta se abrió.

AMOR Y PÓLVORAWhere stories live. Discover now