CAPÍTULO 18

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—¿Tienes frío? —me preguntó Seth acercándose más a mí.

—No, tranquilo —contesté aunque mi cuerpo temblaba en ocasiones fruto del frío.

—No seas tonta —se quitó el abrigo gigante que llevaba y me lo tendió por encima de mi hombros. Rodé los ojos.

Clennan, el hombre que nos había ido a recoger al aeropuerto y el cual era propietario de la casa que se postraba delante de nosotros, abrió la puerta dejándonos pasar primero. Era un hombre robusto que intimidaba un poco pero a decir verdad era un trozo de pan. En los veinte minutos de trayecto que hicimos se había presentado muy amable y dispuesto a una conversación.

—Pasar —sonrió— sentiros como en vuestra casa.

—Muchas gracias —correspondí a su sonrisa. Seth le dio unas palmadas en el hombro mientras se enfrascaba en una conversación con él.

Una mujer de cabello pelirrojo bajaba por unas escaleras en medio de la cabaña.

—Yardley, amiga —sonrió, aunque su sonrisa no es que fuera muy amable como la de su marido— ¿cómo estás?

—Bethia —asintió la madre de Seth cruzando los brazos— ¿esa gabardina es de Ralph Lauren?

La pelirroja asintió con una sonrisa de superioridad dando una vuelta sobre sí misma.

—No está mal —volvió a hablar Yardley.

—Nuestra hija no estará por un par de días, pero antes de que os vayáis podréis conocerla —intervino Clennan— aunque tú ya la conoces —hizo un ademán para referirse a Yardley.

—Lynn —me llamó Seth— esta es Bethia McGregor. A Clennan ya lo conoces— asentí hacia el moreno que me rodeó con una mano en mi cintura y me susurró —a su hija no la conozco pero como sea tan irritable como su madre…

—Shhh —le silencié para que no nos escucharan. Seth rió juguetón escondiendo su rostro en mi cuello.

Me removí entre sus brazos por las cosquillas que me producía su escasa barba.

—Clennan cariño —llamó Bethia a su marido— puedes enseñarles a la pareja su habitación.

—Claro —se acercó a ella dejando un beso en su mejilla— seguirme chicos.

Seth sujetó mi mano mientras el amigo de su madre nos guiaba por los pasillos.

La habitación era bastante grande como toda la casa y bastante acogedora.

—Os dejo para que os acomodeis, bajar cuando querais vamos a empezar a preparar la cena —cerró la puerta mientras salía de nuestra habitación.

—Es… bonita —dije sin saber muy bien qué decir. Seth me miró de reojo mientras acomodaba su ropa en una cómoda y se rió— ¿qué?

—No sé —comentó y se dio la vuelta para mirarme— te noto incomoda.

—¿Te parece razón estar en una cabaña el día de Navidad con gente que no conozco? —murmuré mirando a mi alrededor.

—Me conoces a mí —estaba distraída observando los detalles del dormitorio así que no contesté— no tenías que haber venido si no querías… ¿lo sabes no?

A pesar de que sus palabras parecían un reclamo en su voz se percibía angustia.
Me acerqué a él posando una mano en su mejilla. Acaricié su rostro con mi pulgar.

—No seas tonto —imité su voz sacándole una sonrisa— quise venir y quiero estar contigo aquí.

Sus labios se encontraban a centímetros de los míos así que acorté la distancia juntando brevemente nuestras bocas. Le besé suavemente y lento.

AMOR Y PÓLVORAOù les histoires vivent. Découvrez maintenant