CAPÍTULO 30

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Una luz penetraba mis párpados y los moví incómoda. Emití un sonido de molestia aun sin abrir los ojos. Mi espalda dolía y mi cabeza molestaba.

—¿Chica? —escuché una voz grave. Abrí lentamente los ojos intentando acostumbrarme a la luz que apuntaba a mi cara. Cuando pude abrir los párpados, la luz desapareció. Un hombre con barba de hace unos días y canas en el cabello sostenía una linterna en su mano izquierda— ey, ¿estás bien?

Apagó la linterna y encendió una lámpara que estaba un tanto alejada de donde estaba acostada. Miré a mi alrededor. Era una pequeña habitación oscura, iluminada solo con esa bombilla, con varias tablas de metal, como en la que estaba acostada.

—¿Qué demonios? —murmuré llevando una mano a mi cabeza donde había sangre seca.

El pequeño cuarto estaba plagado de máquinas y cosas varias que desconocía. También encontré, echando un vistazo, armas, bocetos y herramientas.

—Tranquila, estás bien —medio sonrió el hombre— eres inglesa, ¿cómo te llamas? —curioseó extrañado.

—Soy Lynn Hundley, ¿tú? —no le dejé contestar— ¿dónde estamos?

—Pakistán, aunque supongo que eso ya lo sabes —me senté lentamente y miré a los ojos grises del hombre que me recordaban a Seth… dios mío Seth… espero que esté vivo, solo pido eso— exactamente no sé la ubicación pero hemos sido secuestrados por un grupo terrorista pakistaní.

—¿Qué…? —inspiré lentamente alzando las cejas. Me levanté bruscamente de la especie de camilla donde había estado echada. Al alzarme de esa manera la cabeza me retumbó y me mareé teniendo que ser ayudada por el señor.

—Ey, tranquila. No hagas esos movimientos bruscos —me ayudó a sentarme de nuevo.

—¿Cómo voy a estar tranquila? —exclamé.

—Tienes que estarlo, no es una opción —fruncí el ceño— a ver, a los que están ahí afuera no les importará matarte si haces escándalo y les molestas, ya he visto que lo han hecho antes. Mantén la calma si quieres sobrevivir —calmé mi respiración de a poco con gesto de preocupación y temor.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —le pregunté al señor que sonrió de medio lado.

—Demasiado tiempo chica.

—¿Y para que nos quieren aquí? —volví a preguntar. Se sentó a mi lado.

—En tu caso tengo entendido que eres médico, ¿verdad? —asentí— he logrado escuchar que necesitaban un médico urgente y que te vieron en el campo de refugiados y no dudaron en traerte. Yo estoy aquí para, bueno, construir armas, explosivos… sé que no está bien pero uno hace lo necesario para sobrevivir. Era general en el ejército británico, tengo experiencia con las armas.

—Yo también soy del ejército —comenté— del cuerpo militar de sanidad, ingresé este año.

—Me llamo Adler, Adler Duncan —se presentó con un asentimiento de cabeza.

Mis manos temblaron brevemente ante ese apellido. Ejército, ojos grises y ese apellido...

—¿Tenías un hijo? —pregunté despacio.

—Sí, ¿cómo lo sabes? —preguntó extrañado— llevo mucho tiempo sin verlo y a mi mujer… la última vez que conversé con mi hijo no fue una experiencia tan agradable...

—Oh dios mío —murmuré y le interrumpí— ¿cómo se llama?

—Se llama Seth Duncan —me llevé la mano a la boca mientras Adler me miraba con confusión.

El padre de Seth no estaba muerto, estaba desaparecido.

AMOR Y PÓLVORAWhere stories live. Discover now