Capítulo Final.

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Hola, después de este largo trayecto estamos llegando al final. Gracias a todas las personas que me han apoyado, gracias por sus votos, comentarios, realmente me hace muy feliz saber que hay personas que valoran lo que hago. Por cierto, la próxima semana subiré el epílogo. Un beso grande para todas ♥️♥️♥️♥️

Capitulo 18.

Había pasado el día en la casa de Martín, no podía quejarse, fue un día realmente genial. Los padres del argentino eran sumamente amorosos y lo hacían sentir parte de la familia. Sus padres ya resignados a su condición sexual optaron por dejar de ignorarlo,  las cosas marchaban de maravilla, sin embargo, seguía sintiendo ese vacío en el centro de su pecho. Desde la pelea con Manuel, se sentía de ese modo y nada de lo que hiciese durante el día le ayudaba a alivianar ese mal estar.

Quizás se equivocó, quizás no amó a Martín, si no  la libertad que este le entregaba, y ahora que era libre se daba cuenta de su tremendo error. El amor era un sentimiento demasiado complicado, bastante difícil de comprender a sus dieciséis años. En si, creía que la vida misma era difícil. Llegó a casa, sus padres al parecer no estaban, desde fuera se apreciaba todo oscuro. Rebuscó en su mochila hasta dar con las llaves y con prisa abrió la puerta.

Entró con cierta pesadez, cerró la puerta tras de si y al mirar el piso notó una fotografía. Rápidamente se agachó para recogerla, más al ver la imagen plasmada en ese papel rompió en llanto. Se incorporó, con una de sus manos sostenía una fotografía mientras que con la otra cubría su boca.

Con pasos lentos avanzó hasta les escaleras, subiendo estás con los pies a la rastra. De pronto toda su energía fue drenada y necesitaba meterse a la cama. Al entrar en su habitación ni siquiera encendió la luz, después de todo, aún entraba iluminación del exterior. Al notar algo escrito al reverso de la fotografía la giró, encontrandose con la prolija caligrafía de Manuel. Esa tarde, Miguel lloró, lloró como jamás antes lo había hecho y por primera vez en su vida degustó la infelicidad y el sentimiento de abandono.

En su desesperación y tristeza marcó el número del chileno, pero ya era demasiado tarde, el número no existía y con ello se iban sus esperanzas de arreglar las cosas. Manuel se fue, lo dejó y si es que contaba con algo de suerte se lo cruzaría en el camino algún día. Tantos años juntos, tantos recuerdos construidos y era tan irónico asimilar que lo único débil entre ellos era el sentimiento.

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Manuel dormía plácidamente sobre el asiento del copiloto, Gilbert había parado un momento a un costado de la carretera. Eran las 2 AM y necesitaba un cigarrillo para calmar los nervios. Cuando pensaba en lo que acababa de hacer un nudo se formaba en la boca de su estómago, moralmente estaba ayudando a un niño sin futuro, pero legalmente era un vil secuestro y él, un maldito pedófilo desgenerado.

Se sentó sobre el capó del automóvil, el viento frío de septiembre soplaba con fuerza por lo que fue una total osadía encender el cigarrillo. Maldijo entre dientes al no lograrlo, maldijo el viento y se maldijo a si mismo por imbécil. De pronto, el capó se hundió levemente y un bulto se acomodó a su lado. Miró a su costado, un adormilado Manuel se acomodaba a su lado mientras rebuscaba en sus bolsillos.

—Te falta cancha pa prender los cigarrillos en un día con viento—. Cuando encontró su encendedor lo acercó a los labios del albino.

Gilbert no dijo nada, inclinó un poco la cabeza quedando a la altura de su mano mientras fijaba su mirada en la del contrario. Manuel con una mano cubrió la llama evitando que el viento la apagará mientras que con la otra le encendía el cigarrillo.

—Gracias— dijo de pronto el albino, su voz se oyó más ronca de lo debido.

—¿Estás arrepentido? Por qué si es así aún estamos a tiempo de regresar—. Se recostó sobre el capó y cubrió su cuerpo con la manta que el prusiano lo había arropado horas atrás.

—No es eso Manuel—,se recostó a su lado, ambos miraban las estrellas brillar en el firmamento, cada uno sumido en sus propios pensamientos—. Algunas cosas me preocupan, pero no estoy arrepentido de traerte conmigo—, giró su cuerpo quedando frente a él—. Eres especial para mí, no te voy a abandonar nunca—, alzó una de sus manos hacia al cielo mientras que en su rostro se instalaba una gran sonrisa.

—Yo cacho que podemos meternos en caleta de problemas, osea, no soy weón Gilbert. Pero si tú estás dispuesto a continuar, yo estoy dispuesto a jugarmelas todas por estar contigo—. Alzó su mano e inclinándose un poco tomó la del prusiano—, tampoco pienso abandonarte—. Entrelazó sus dedos con los de él cerrando el agarre.

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El clima en Santiago era insoportable, el calor les resultaba sofocante y tedioso, nada que ver con el agradable clima del sur. Manuel en cada paso que daba se quejaba, su frente brillaba a causa del sudor y sentía los pies hinchados. Gilbert solo reía y se burlaba de su escasa tolerancia, ver al chileno actuar de tal modo le recordaba a si mismo años atrás, cuando aún era un crío, en esos años que aún conservaba algún motivo para sonreír pese a la hostilidad de la vida misma.

Desvío la mirada al cielo y sonrió con nostalgia, quería creer que más allá del horizonte su hermano menor lo esperaba, mientras su madre preparada Kuchen de manzana para la merienda. A su edad, pensar de ese modo era bastante estúpido, sin embargo necesitaba una esperanza a la cual aferrarse, de lo contrario su mera existencia dejaría de tener sentido.

— ¿Falta mucho?— La voz fastidiada de Manuel le regresó a la realidad.

—No, es ahí—. Señala una vieja casona, la fachada del exterior daban muy mala impresión—. Soy tan genial, que conseguí este sitio anun excelente valor—. Pasó uno de sus brazos rodeando los hombros del chico.

— ¡Claro, demasiado genial! —El sarcasmo era evidente, por lo que Gilbert frunció levemente el ceño.

—Deja de quejarte, cuando veas lo bien conservada que está por dentro te va a encantar—. Cuando el semáforo cambia de color cruzan la calle con prisa— Toma, abre tú la puerta—, toma con delicadeza la mano del chico dejando la llave sobre su palma.

Manuel abrió la puerta, se adentró en la casa, la cual de ahora en más seria su nuevo hogar. La casa por dentro era bonita, mucho más bonita de lo que él imaginó al juzgar su fachada. Se maravilló con la cocina, era amplia, luminosa y moderna, aunque no creía utilizarla mucho. Gilbert le dejó elegir una de las dos habitaciones con las que contaba la casa, obviamente sin dudarlo eligió la más grande y luminosa, habitación que por cierto a ambos les gustó.

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— Oye, Gilbert—. Se sentó sobre la mesada de la cocina.

— Dime —sus ojos se encontraban enrojecidos a causa de la cebolla que estaba picando.

—La habitación que te tocó es súper chica, podríamos dormir juntos y ese cuarto usarlo como biblioteca. Sería bastante útil. ¿Que dices? —Agachó la cabeza levemente sonrojado.

— Me parece una excelente idea—. Deja el cuchillo a un lado y lava sus manos, para luego colarse entre las piernas del castaño, posando sus frías manos en las mejillas sonrojadas del chico—. Yo elijo la orilla, tú te quedas al rincón—. Esbozó una inmensa sonrisa.

Manuel alza ligeramente el rostro e inevitablemente sonríe, lentamente asiente con la cabeza para luego rodear al albino en un efusivo abrazo. No era de dar tantas muestras de afecto, sin embargo, Gilbert tenía algo que le hacía ser más blando, más expresivo, con él no debía aparentar, simplemente podía ser quién era. Él también aceptaba a Gilbert tal cual era, lo amaba y era lo más real que ha tenido en la vida.

Al ver ese brillo especial en los ojos del albino supo que ese era su lugar, no en esa casa, si no con él, a su lado. Contra el cuello pálido del hombre esbozó una pequeña sonrisa, posteriormente cerró sus ojos y aspiró su aroma, una vez más su corazón le confirmó que no se había equivocado al elegir. Iniciaba una nueva vida, lejos de todo lo que alguna vez le lastimó, era hora de abrir las alas y volar, llegar a lo más alto del firmamento y hacer sentir orgulloso al hombre que estaba a su lado.

Fin.

"Tú + Él = Yo"Where stories live. Discover now