Abrazo 30: Corazón Amoratado

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Narra Takato

—Bueno, como ya saben, estamos a menos de dos meses para que este ciclo escolar acabe y ustedes terminen la preparatoria —comenzó a decir Yabuko-sensei —. Y como todos los años, a finales de febrero, y después de sus exámenes finales, iremos a Hawái.

Un montón de emocionados chillidos fueron soltados por los estudiantes.

Hasta yo estaba entusiasmado.

—Los que ya han ido en años pasados, saben qué trámites y preparaciones hay que hacer, así que de favor les pediré que instruyan a los que nunca han ido —continuó —. En primera instancia, tanto sus padres como ustedes tienen que firmar este permiso, en el cual, a la Academia se le da la autorización de sacarlos del país y de cuidar de ustedes —explicó, mientras que entregaba aquel papel a cada estudiante.

—Es probable que varios no vayan por lo que pasó en noviembre —susurró una chica —. De seguro algunos padres no querrán que sus hijos salgan del país con una escuela tan poco responsable y segura.

—Sí, es probable —concordó la otra —. Todo es culpa de Totaka; si no hubiera causado tanto alboroto, todos seguirían confiando plenamente en la Academia.

Ambas chicas asintieron.

«¿En serio es mi culpa? Yo nunca pedí que me envenenaran...»

—No sean estúpidas —intervino una conocida voz —. No fue culpa de Takato-kun nada de lo que pasó. Y de hecho, él fue el más afectado y herido —refutó Akira-chan.

Las otras dos chicas hicieron una mueca de desagrado y rodaron los ojos.

Al percatarse de que la estaba observando, Akira-chan me guiñó el ojo izquierdo y sonrió como diciendo "yo te cubro".

Sonreí también en agradecimiento.

—El monto a pagar también viene en la circular; y para ahorrarles un poco de dinero a sus padres, cada habitación alojará a dos personas.

Chillidos aún más emocionados inundaron el salón.

—Y como sabemos que en esta escuela hay diversidad, su compañero de habitación puede ser hombre o mujer —dijo, a lo que mucha gente estuvo agradecida y otros asqueados —. Sólo les pediré que traten de no hacer mucho ruido, ya que los cuartos están uno junto al otro y no es correcto molestar a los demás.

Después de decir eso, se paró de nuevo enfrente del salón.

—Y también, como sé que ahora no me harán caso hasta elegir con quién compartirán habitación, les daré unos minutos para ponerse de acuerdo —dijo, siendo totalmente realista.

Pero antes de que se sentara en el escritorio, la campana sonó, indicando el descanso.

—Bueno, para la próxima clase quiero que me entreguen el permiso firmado y que ya tengan seleccionada a la persona con la que compartirán habitación —pidió, mientras que se marchaba del salón —. Nos vemos.

Una vez se fue, algunos se levantaron de sus asientos para salir del salón, otros para ir con sus amigos, y otros más se quedaron sentados.

Al final, sólo quedamos unas cinco personas en el salón.

Yo esperé un minuto, ya que estaba seguro que en cuanto volteara, ese ángel calenturiento ya estaría ahí brillando como siempre.

Pero eso no pasó.

Lo busqué con la mirada, encontrándolo aún sentado en su pupitre y con la cara hundida entre sus brazos; de seguro estaba dormido.

Supuse que era normal, ya que la noche anterior él no había logrado dormir mucho, pero aun así me preocupé.

Muy Juntos Por SiempreWhere stories live. Discover now