Abrazo 39: Asientos Vacíos

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Narra Takato

—Listo, Saijō-san —anunció la maquillista, alejándose de mi cara y mirándome como si fuera una escultura recién terminada  —. Dígame si le gusta, si no, puedo hacer unos arreglos.

Dirigí mi vista al espejo enfrente de mí, figándome en mi reflejo. La peluca en mi cabeza caía como una larga cortina de tinta negra a los lados de mi cara, y un maquillaje que me hacía ver un tanto pálido, pero imponente, estaba plasmado en mis facciones. No aparentaba ser el desastre que en realidad era.

—Está perfecto, muchas gracias por su trabajo —respondí, dándole una sutil sonrisa a la mujer.

—Me alegra que le gustara —aseveró, imitando mi sonrisa —. En ese caso, me retiro. Buena suerte con la función —dijo, guardando todas sus cosas en una gran cosmetiquera, para luego hacer una reverencia y salir de mi camerino.

En cuanto oí la puerta cerrarse, dejé salir un gran suspiro.

Pese a que me sentía fatal, tanto sentimentalmente como físicamente, Saijō Takato jamás incumple con su trabajo; así que aquí estaba, a unos cuantos minutos de que la primera función de "El Demonio Rojo" comenzara.

La cabeza me palpitaba y sentía mi estómago hecho un terrible mar picado, pero no sabría decir si era por la resaca o por todo lo que había pasado ayer.

Sasaki-san había sido muy bueno conmigo, tanto en la mañana como en la tarde había preparado comida para mí, y se había asegurado de que no me faltara nada. También me había ofrecido su tiempo para escucharme, aunque en realidad casi no dije nada, no quería descargar mis sentimientos en alguien más.

Estaba seguro de que para esta hora, Chunta ya debería de haber llegado a España.

Le mandaría un mensaje para preguntarle cómo está, pero, decir que lo haría si no hubiera perdido mi celular en algún lugar de Tokio por la borrachera de anoche, sería mentirme a mí mismo, ya que aunque lo tuveira en mi mano, no tendría el coraje suficiente como para enfrentarlo así esté al otro lado del mundo.

Aquella foto de él y yo, también la había perdido.

Sasaki-san me había dicho que le costó mucho trabajo encontrarme, ya que, al parecer, pese a que me había dicho que no me moviera, estuve vagando por ahí antes de caer inconsciente en una banqueta cerca de la zona de fábricas.
Obviamente, me disculpé sinceramente con él por todos los inconvenientes, pese a que no recordaba ni pizca de lo que había pasado después de entrar a mi casa. Y hablando de esta, tuve que contratar a un cerrajero para que pudiera abrirme la puerta, ya que había dejado mis llaves adentro y no iba a echarme de cabeza yo mismo con mis padres o mi abuelo.  

—Saijō-san, la función está por comenzar, por favor vaya tras bambalinas —dijo una voz masculina, golpeando un par de veces la puerta de madera.

—Voy —respondí, levantándome de la silla.

Me di una última mirada al espejo y suspiré. Necesitaba concentrarme, alejar todo lo que había pasado estos días de mi mente así fuera sólo por lo que duraba la obra.

Salí de mi camerino y me coloqué en el estrecho pasillo rodeado por los gruesos telones negros, una apresurada señorita me entregó la larga flauta de utilería y luego se fue casi corriendo.

Me sentía ansioso y triste por decir lo menos, tenía miedo de estropear la obra, arruinar los meses de ensayos y el duro trabajo de todos por mi situación sentimental.
Si bien era imposible que en una obra todo saliera de acuerdo al guión y sin ningun error, no quería ser yo quien metiera la pata y echara todo a perder. Saijō Takato es conocido por ser un actor calculador y perfeccionista, con un perfecto control sobre sus emociones que supera las expectativas de todos.
No sabía en dónde se había metido ese Saijō Takato ahora.

Muy Juntos Por SiempreHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin