Abrazo 32: Uno a... ¿Cero?

805 68 103
                                    

Narra Takato

Mis ojos se cerraban solos, las tazas de café alrededor del escritorio abarcaban la mayor parte de su superficie y mis notas ya no tenían orden ni sentido alguno.

Sentía que mi cabeza azotaría en cualquier momento contra el escrito, estaba muerto de sueño.

Chunta se bañaba mientras que yo repasaba para el examen final de física.

Habíamos estado estudiando exhaustivamente por toda la tarde y parte de la noche, como lo habíamos estado haciendo desde hacía varios días.

Por lo que para ese punto, juraría que se podía oler lo quemado que estaba mi cerebro.

Literalmente, no sé en qué momento terminé acostado cómodamente en la cama de Chunta, tapado con las sábanas y con la pijama puesta.

Abriendo los ojos con dificultad, me percaté de que mi alrededor seguía oscuro, pero al fondo de la habitación, una luz alumbraba la silueta de un chico sentado en el escritorio.

Me giré perezosamente y tanteé la mesita de noche, encontrándome con un celular, y al encenderlo, me di cuenta de inmediato que era el de Chunta por la foto del fondo de bloqueo.

Era un tanto vergonzoso, pero totalmente de esperarse por parte Chunta

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era un tanto vergonzoso, pero totalmente de esperarse por parte Chunta.

La hora marcaba las cuatro y media de la madrugada.

Dejé el celular de vuelta en la mesita, aliviando a mis ojos del intenso brillo del aparato, y me levanté de la cómoda y cálida cama para ir hacia Chunta.

Como me lo esperaba, se había quedado dormido sobre el escritorio.

Viéndolo, logré comprender por qué él tenía el afán de tomarme fotos a todo momento.

Justo en ese instante, se veía realmente hermoso con esa expresión relajada y natural; tanto, que me atrevería a crear una película únicamente de su dormido rostro.

Me dio un poco de pesar tener que despertarlo, ya que días de estar estudiando hasta las cinco de la mañana nos tenía exhaustos, y en esas condiciones, hasta un minuto de sueño era preciado; pero afortunadamente, ese era el último examen que presentaríamos.

Moví con suavidad el hombro de Chunta un par de veces, y después de unos segundos, este alzó la mirada hacia mí con ojos adormilados.

—Ven, vamos a dormir —mascullé con la voz más suave que pude hacer para no despertarlo por completo.

Chunta asintió con su cabeza yéndose de lado, se talló sus ojos y pesadamente se dirigió a la cama.

Yo apagué la luz del escritorio y me acurruqué al lado de Chunta para seguir durmiendo, pero no pude evitar soñar con movimiento rectilíneo uniforme y tiro parabólico.

Muy Juntos Por SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora