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DAFNE

❁══════❁

No sé si estoy soñando o no, pero lo que tengo claro es que alguien me está gritando.

— ¡Mierda Dafne, despierta de una vez!

Vale, no estoy soñando.

Abro un ojo y me encuentro un panorama bastante gracioso: mi padre corre por el pasillo con la sartén y la toalla echada al hombro.

— ¿Qué hora es? — pregunto con la voz ronca.

— Las siete y cuarto — responde entrando a la habitación.

— ¿Y por qué estáis tan alterados?

— Daf aquí empiezan a las siete y media — me dice mi hermana en lo que ordena su mochila.

— ¡¿Qué?! ¿Se puede saber por qué no me habéis despertado antes? — me levanto de la cama y vuelo hacia el baño.

— Básicamente porque duermes como un jodido tronco — me dice y la verdad, no le falta razón.

٭٭٭

Veinte minutos después, habiendo desayunado solo una tostada de camino al instituto, llegamos.

En la entrada solo hay unas cuantas personas.

— Hasta luego — les digo dirigiéndome hacia la puerta.

El pasillo está desierto, no me puedo creer que vaya a llegar tarde el primer día.

De repente me paro en seco.

¿Dónde se supone que tengo que ir?

Me giro buscando la conserjería.

Mierda, la única palabra que me repito una y otra vez.

Al comienzo del pasillo veo a un chico medio alto y con el pelo oscuro, al final Sofía va a tener razón.

Decido acercarme a él.

— Hola, esto... ¿Sabes dónde puedo encontrar conserjería?

— ¿Eres nueva? — me pregunta mientras le sale una sonrisa y, joder, vaya sonrisa.

Lo único que puedo hacer es asentir.

— ¿Qué clase tienes ahora? — sigue con la sonrisa.

— Con la señorita Mendoza.

— Allá me dirijo yo, ¿vamos?

— Claro, gracias.

Andamos en silencio hasta una puerta al final del pasillo, el chico misterioso de sonrisa fascinante toca a la puerta.

— Mateo, ¿otra vez llegando tarde?

— Disculpe maestra pero el director me encargó enseñarle a la nueva el instituto.

Le miro desde atrás sorprendida.

— En ese caso, pasen.

La mesas están ocupadas por los alumnos salvo una que es para dos, paso por al lado de la profesora cuando...

— Espera, te tenés que presentar ante la clase.

La miro rogando que no me haga esto pero no funciona.

— Claro. Hola a todos, mi nombre es Dafne — digo mirando a los alumnos.

Silencio.

La profesora me sonríe y me ordena que me siente, voy hacia la mesa antes vacía que ahora está ocupada por el tal Mateo.

Sin más remedio, me acomodo a su lado y saco el material de Lengua.

٭٭٭

Cincuenta y cinco minutos llenos de dibujos sobre el cuaderno después, la profesora da por terminada la clase.

Recojo mis cosas y me pongo en camino para ir a la siguiente, aunque pensándolo bien, no sé dónde es.

— ¿Me puedes indicar dónde esta la clase de Ciencias? — le pregunto a Mateo.

— ¿Te piensas que soy tu guía o qué? — me dice con una sonrisa arrogante.

— ¿No se supone que te lo han encargado? — le cuestiono con la ceja levantada.

— Lo siento, pero me tengo que marchar — me comunica, aunque no se mueve.

Entro otra vez a la clase para preguntarle a la profesora.

— Mateo, ¿no eres el encargado de acompañarla?

— Así es maestra, pero Dafne no cede.

Me giro para mirarle incrédula.

— ¿Qué yo no cedo? — me guiña un ojo.

— Date prisa o llegaremos tarde.

Suspirando le sigo.

٭٭٭

Después de una larga jornada y de haberle repetido a Mateo que me gusta que me llamen Daf, el timbre que anuncia el fin de las clases suena, guardo mis cosas y salgo del aula.

— ¿Necesitas que te acompañe fuera? — me pregunta bromeando.

— No necesitaré nada más de ti, gracias.

— Eso ya se verá — le ignoro y comienzo a caminar. —  ¡Nos vemos mañana Dafne! — grita riéndose.

La que me ha caído con este tipo, pienso con una sonrisa en la cara.

en mis venas; truenoWhere stories live. Discover now