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𝐋𝐞𝐢𝐥𝐚:
Nuestra casa era antigua, sus paredes por dentro eran de un azulado grisáceo que en algún momento fue completamente azul pero después de algunas décadas su color se fue desgastando y manchando. Los pisos eran de madera exportada pero hoy en día había agujeros y rechinaban al caminar. A la escalera le faltaba uno o dos escalones que teníamos que saltar y el pobre Gubert usaba su magia para llegar al segundo y tercer piso. La casa estaba en ruinas por lo tanto, en mi ausencia, mis padres decidieron llamar a magos que re modelen la casa a la perfección. Mi madre me envió una carta hablando sobre ello y diciendo que pasaría algunos días en casa de mi abuela, así que tome el Traslador que me llevaría al pequeño pueblo en el que vivía y tras unos segundos lo solté llegando a un campo desierto que permitía ver las construcciones a lo lejos. En el camino hacía allí pensaba en que decirle a mi padre para comenzar la conversación, era un tema un tanto complicado.
Me acerqué a la puerta de la casa de mi abuela nerviosa, tomé aire unos segundos y suspiré intentando soltar todo tipo de nervios o preocupación para que no me vean tensa. Toqué el timbre y aguardé unos segundos. La puerta se abrió y el cuerpo pequeño de mi abuela se presentó ante mi. Ella era una mujer delgada y algo baja, su cabello era negro como el mio exceptuando que era lacio y se lo cortaba por los hombros. Siempre lucia elegante a pesar de estar en su casa y su anillo con pequeños diamantes relucía en su dedo indice, aun sufriendo por la perdida de mi abuelo.
- ¡Leila! - Exclamo al verme dedicándome una sonrisa, abrió completamente la puerta y salió de detrás de la madera acercándose a mi y abrazándome.
- Hola abuela - Le dije con una voz tierna que solía usar para dirigirme a ella.
- Que gusto verte cielo, pasa pasa - Nos separamos y se giró hacia la puerta dejándome pasar - Que contenta me pone verte - Sonrió. Me quité la chaqueta que llevaba y la dejé en el perchero a mi izquierda - Ven, ven aquí - Me guió hacia su sala de estar, pero no necesitaba indicaciones, conozco esta casa muy bien. Solíamos vivir aquí cuando yo era pequeña, hubo un tiempo en el que mi padre y su primo pelearon por la pertenencia de mi casa tras la muerte de mi abuelo por lo tanto ninguno de los dos podía habitar allí. Tras meses de peleas diplomáticas mi padre se quedo con la casa y mi tío con sus muebles.
- ¿Como te encuentras? - Pregunté gentilmente mientras nos sentábamos en el sofá.
- Muy bien, Gubert me ha sido de mucha ayuda para el mantenimiento de la casa - Dijo señalando los trofeos en sus repisas brillando de lo limpios que estaban. Supuse que mis padres se habían traído a Gubert con ellos, al final del día es uno mas de la familia.
- ¿Mis padres? ¿Están aquí? - Ella elevó las cejas recordando y mirándome emocionada.
- Oh, claro que si, traeré a tu madre - Se levantó y salió de la habitación. Unos minutos después la puerta se volvió a abrir dejando pasar a mi madre. Era una mujer alta y con muy buena postura. Utilizaba el cabello como mi abuela exceptuando el echo de que tenia mas cantidad y con ellos se hacia bucles que le quedaban perfectos. Tenia una sonrisa encantadora y vestía ropa muggle casi siempre.
