Nuevo hogar

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La residencia de Wang Yibo era su posesión más preciada. Estaba rodeada por una extensión de césped impecablemente cuidado y era una obra maestra de arquitectura moderna, con un diseño abierto y luminoso, unos ventanales que ofrecían una vista espectacular al distrito de XiCheng  y todo el lago Houhai.
Todo amueblado y decorado en blanco, como reflejo del control absoluto que Yibo ejercía sobre su vida.

Pero al ver a Xiao Zhan cruzando el umbral con sus zapatillas de colores algo viejas y una pequeña chorreando baba, sintió una punzada de pánico en el estómago.

—Es... —dijo el mayor con voz ahogada mientras miraba a su alrededor—. Es increíble. Nunca había visto nada igual.

—La mandé a construir hace cinco años, poco después de que la empresa pasará a mis manos.

—Creo que a la trabajadora social le gustará más esta casa que la mía.

—Les he pedido a los del servicio que prepararán el cuarto de MeiLing.

—¿El cuarto de MeiLing?

Wang suspiró con exasperación.

—¿Creías que los iba a meter en el sótano para no cruzarme con ustedes?

—No sé. Tenemos que hablar de todo esto con más detalle.

—Estoy de acuerdo. Por eso vamos a cenar juntos.

—Oh...

—No tendrás que preocuparte de contratar a una niñera. Ven conmigo —subió las escaleras y recorrió el pasillo, oyendo los pasos de las zapatillas de Zhan-Ge tras él, lentos y metódicos. Se giró y lo vio admirando los cuadros—. ¿Qué pasa?

—Son preciosos... Tienes un gusto exquisito.

—¿Exquisito? Por lo general no recibo ese tipo de halagos.

—Pues en este caso te lo mereces. Voy a necesitar mucho tiempo para examinarlos al detalle.

—¿Te gusta el arte?

ZhanZhan sonrió, haciendo que le resplandeciera el rostro.

—Me encanta. Y no solo diseñar y decorar escaparates. También pinto y hago un poco de escultura. Era la única asignatura que me gustaba en la escuela junto a la de música. Por desgracia, no era suficiente para graduarme.

—Supongo —el entusiasmo que demostraba por unos cuadros en los que él apenas se fijaba resultaba casi contagioso. No se parecía en nada al resto de personas que conocía. Zhan-Ge era abierto y sincero, y no ocultaba esa pasión desbordada que sentía por cualquier cosa.

A Yibo lo desafiaba constantemente, cosa que nadie más hacía. Ponía a prueba su paciencia y lo llevaba al límite de su autocontrol. Era una tentación extremadamente peligrosa, pero no cedería a Xiao.
Lo que no perdió el día que murió su madre se había apagado durante los ocho años que pasó en acogida temporal.

—Este es el cuarto de MeiLing —dijo, intentando redirigir sus pensamientos mientras señalaba una puerta a la izquierda. Al abrirla experimentó una extraña sensación, como si aquella puerta diera acceso a los recuerdos de su infancia.

Todo estaba preparado e impecable. La cama había sido reemplazada por una cuna de madera blanca con mantas rosas. Había una silla, una cómoda y un armario lleno de ropita rosa.

—Oh... —Xiao Zhan emitió un sonido ahogado—. Mira Mei. Es tu cuarto.

Al menor se le formó un nudo en el pecho al ver con que entusiasmo le enseñaba la habitación a su hija. ¿Cómo se podía dudar de que fuera un buen padre? Él apenas recordaba a su madre biológica, ya que esos recuerdos sacarían a la luz otros que prefería mantener guardados bajo llave.

Un Amor Declarado y PersonalWhere stories live. Discover now