Miedos

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Wang Yibo no podía concentrarse en el trabajo. Ni en nada. Había vuelto a casa a las cinco de la tarde y se había acostado con un joven que parecía decidido a echar abajo sus defensas con ingenio.

Y estaba a punto de conseguirlo.

El cuerpo aún le ardía por la pasión. Solo había sido sexo y, sin embargo, sentía que le hubieran abierto un agujero en el pecho.

—Yibo...

Se volvió y casi se le detuvo el corazón. Xiao Zhan estaba en la puerta del estudio, con una delgada bata que dejaba mostrar su silueta.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó él con un nudo en la garganta.

—He venido para hablar contigo.

—No me parece que tu propósito sea hablar.

—Pues lo es. Estoy aquí para dejar las cosas claras.

—¿Qué cosas?

—Todo. Lo que siento por ti. Y no voy a decírtelo estando medio dormido mientras tu finges no oírme. Voy a decírtelo ahora, cara a cara.

Entró en el despacho y se detuvo ante la mesa. Sus ojos brillaban de determinación. Tomó el rostro de Yibo entre las manos y se inclinó para besarlo en la frente.

—Te quiero —lo besó en la mejilla—. Te quiero —y lo besó en los labios—. Te quiero.

El menor apretó los dientes, intentando combatir el dolor y la necesidad que crecía en su pecho y que amenazaba con consumirlo por completo.

—Me alegro, Zhan-Ge. Si eso te hace feliz, me alegro.

—¿Eso es todo lo que tienes que decirme?

Él desvió la mirada.

—Es todo lo que puedo darte.

—Eres un mentiroso, Wang.

—¿Que soy un qué? —atacó él, furioso.

—Un mentiroso. Y no solo con esto. Toda tu vida es una mentira. Toda tu existencia.

Yibo se levantó y el mayor se echó hacia atrás, asustado.

—Pues claro —exclamó él, golpeándose el pecho—. ¿Cómo he podido olvidarlo? Soy un bastardo, adoptado por una familia respetable a la que no pertenezco. Me he pasado la vida fingiendo ser una persona civilizada, un hombre de honor, cuando ambos sabemos que no lo soy. No comparto los genes de los Wang Tuan. Por mis venas fluye la sangre de un asesino. La sangre de un cobarde violento y despreciable que abusaba de las mujeres. Eso es lo que soy... Por supuesto que todo esto es una mentira —barrió la habitación con el brazo. Todo estaba perfectamente ordenado, como la mentira que se había construido en torno a él. Bajó la mirada hacia los grandes ojos avellanas de Zhan, abiertos como platos, y espero a que el miedo lo doblegará y lo hiciera darse cuenta de que él no era el hombre que el mayor pensaba. No era el hombre que fingía ser. Bajo su armadura se escondía una oscuridad en la que nadie había querido adentrarse jamás.

—No —dijo Zhan—. Eres un grandísimo idiota... ¿Crees que no sé la opinión que tienes de ti? ¿Crees que me trago todo lo que dice la prensa? Te olvidas de que fui yo quien te sacó de aquella ducha helada y quien te calentó 
con su cuerpo, así que no intentes asustarme con las mismas mentiras que te cuentas a ti mismo día tras día. Porque te mientes a ti mismo, Wang Yibo, cuando te convences de que no puedes dar, ni recibir amor. Mira a tu alrededor. La gente te quiere. Jackson y Mark te quieren. MeiLing te quiere. Yo te quiero. Pero tú no nos permites acercarnos porque tienes miedo.

—Sí, claro que tengo miedo —confesó él, sintiendo cómo empezaban a resquebrajarse las murallas que protegían su corazón—. Llevo los genes de ese hombre, Zhan-Ge. ¿Sabes lo que eso significa? Los sentimientos son un veneno mortal que podría acabar conmigo.

Un Amor Declarado y PersonalWhere stories live. Discover now