Hielo

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MeiLing no se durmió hasta las once y media, y Zhan seguía evitando a Yibo. Lo cual no parecía tener mucho sentido, puesto que él lo había estado evitando desde el día anterior por la mañana. Después de comer él se había encerrado en su despacho. Y por la noche se marchó, dejando una breve nota en la que decía tener que ocuparse de un asunto urgente en el trabajo.

Un sábado a las diez y media de la noche...
Y durante el domingo apenas lo había visto.

Xiao Zhan se pasó casi todo el día con la pequeña en la terraza, pintando al óleo con unos colores y trazos que no reflejaban para nada la vista que tenía ante sus ojos. El lago estaba en calma, no como él.

Yibo estaba de nuevo en casa, encerrado en su despacho, y el mayor no sabía cuál sería su comportamiento cuando volviera a verlo.

¿Sería grosero, querría acostarse con él o preferiría marcharse de casa antes que volver a compartir su cama?

Bajó de puntillas por la escalera y se dirigió hacia la cocina en busca del helado de chocolate. Al abrir la nevera sintió una bocanada de aire frío en el rostro y se sintió confuso y solitario. Más solo de lo que nunca se había sentido. Cuando YangZi murió fue muy duro, pero MeiLing lo necesitaba y no tuvo tiempo para hundirse en la desgracia.

—Te estaba buscando.

Se giró y cerró la nevera de golpe, olvidándose del helado. El menor estaba allí, con el aspecto desaliñado que cabía esperarse al final de la jornada. Aunque en el caso de él, "desaliñado" significaba que se había quitado la chaqueta y la corbata, que se había pasado la mano por el pelo unas cuantas veces. Por lo demás seguía impecable, la camisa blanca metida en los pantalones negros. Viéndolo, Zhan-Ge sintió deseos de sacudir su compostura y descubrir al hombre que se escondía bajo aquella fachada de piedra.

Necesitaba averiguar quién era realmente del que solo había observado breves destellos, como cuando hablaba de su madre o cuando se preocupaba por el después de haberse acostado juntos. En esos escasos momentos demostraba una ternura increíble, incluso amor al mencionar a su madre, pero también una tristeza y un miedo desgarrador. Sobre todo cuando lo miraba cuando estaba con MeiLing.

El mayor se esforzaba por comprender, pero Yibo ocultaba sus emociones enseguida y volvía a tomar el control. Se sentía obligado a descubrirlo. A desenterrar todo lo que llevaba dentro. Lo bueno y lo malo. Tenía el presentimiento de que nunca podría alcanzar lo bueno si no sacaba también lo malo y lo exponía a la luz del sol.

Unos días antes ni siquiera se lo habría planteado, pues solo se dedicaba a MeiLing en cuerpo y alma. Pero Wang empezaba a formar parte de su mundo. Y no era una parte cualquiera, lo cual lo aterrorizaba.

—Pensé que tenías mucho que hacer, ya que es sábado y llevabas corbata.

—Tengo trabajo, Zhan-Ge. A eso me dedico el cien por ciento del tiempo.

—¿Y qué haces para divertirte?

Él dio un paso hacia el mayor.

—Se me ocurre una cosa...

A Zhan le dio un vuelco el corazón.

—Ah, sí... Comiendo del helado de chocolate, ¿verdad? —se volvió hacia la nevera abriéndola nuevamente e intentó rebajar la tensión. Sería lo más conveniente, dadas las circunstancias.

—No exactamente.

Yibo observó el empeño de Zhan-Ge por ignorarlo mientras empleaba más tiempo del necesario en revolver los contenidos de la nevera. Seguramente fuera lo más sensato para sofocar la llama que prendía entre ellos. Él llevaba todo el día intentando apagarla, trabajando sin descanso y haciendo pesas hasta destrozarse los músculos. El dolor era lo único efectivo para bloquear la necesidad que llevaba acosándolo desde que dejó al mayor solo en su cama, cuando lo único que deseaba era volver a poseerlo, una y otra y otra vez.
Pero había otra clase de dolor que también quería erradicar, y era el que le golpeaba el pecho cada vez que veía a Xiao Zhan con MeiLing en brazos. Un padre y su hija, así como el reflejo de una madre y su hija. El amor más verdadero que podía existir...

Un Amor Declarado y PersonalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora