Equivocación

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"Cuando acuestes a MeiLing, baja a cenar al comedor."
Yibo.-


Xiao Zhan volvió a leer la nota que Yibo le había dejado.

¿Por qué una nota?

Tendría que enseñarle a escribir mensajes de texto. O mejor aún, a hablar cara a cara cuando se vivía bajo el mismo techo.

Tras ducharse, ponerse unos pantalones holgados y una polera desteñida, pasó por el cuarto de MeiLing para asegurarse de que estaba durmiendo y bajó los escalones de dos en dos, impaciente por oír lo que el menor tenía que decirle.

¿Intentaría provocarlo o coquetear con el?

No, de eso nada. No había razón alguna para que intentará seducirlo.

Tan absorto estaba en sus pensamientos que casi tropezó en el último escalón.

—Con cuidado.

Levantó la mirada y el corazón le dio un vuelco al ver a Yibo en la puerta del comedor, impecablemente vestido con una camisa blanca cuyo cuello abierto dejaba ver la piel blanca del pecho y unos pantalones negros que realzaban su esbelta cintura y sus firmes muslos.

¿Desde cuándo se fijaba en los muslos de un hombre?

—Me gusta hacer una entrada llamativa —dijo con una sonrisa para rebajar la tensión, intentando no ruborizarse.

—Y se te da muy bien hacerlo —comentó él.

Se acercó a ZhanZhan y le puso una mano en la parte inferior de la espalda para hacerlo avanzar. El roce le prendió llamas por todo el cuerpo y a punto estuvo de dar un traspié.

Ahogó un gemido al ver la mesa, preparada con un surtido de suculentas comidas y velas encendidas, como si fuera una cita de verdad. Pero sabía muy bien que no lo era. Wang no tenía el menor interés personal en su persona, y al mayor le parecía perfecto al no tener el tiempo ni la predisposición necesaria.

Yibo le retiró la silla, pero Zhan se quedó de pie, sorprendido.

—¿No quieres sentarte?

—Eh... sí. Es que no estoy acostumbrado a que los hombres me retiren la silla.

—Deberías relacionarte con hombres educados.

—O con hombres en general —se sentó y se sirvió unos dumplings que habían como aperitivo antes de la cena, mientras Wang Yibo ocupaba su asiento—. ¿Quieres hablar?

—No sé si quiero, pero debemos hacerlo. Si vamos a ser una pareja por un tiempo tenemos que saber el uno del otro.

—¿Y qué propones para conocernos? —preguntó el mayor.

—No propongo que nos conozcamos, sino que sepamos cosas el uno del otro. Es algo muy diferente.

—Menos personal...

—Mucho menos personal —agarró un rollo con unos palillos—. ¿De dónde eres?

—De Huanggang. En un pequeño sector donde todo el mundo se conoce, como si fuera una gran familia.

—Por eso te fuiste.

—Sí. Cualquier lugar donde nadie me conociera era mejor —y donde nadie lo viera como un fracasado, incapaz de hacer nada bien—. ¿Y tú, de dónde eres?

—Nací en Luoyang, pero nos trasladamos a Zhengzhou. Y cuando mi madre murió entré en el sistema de acogida —lo dijo sin la menor emoción, como si fuera un discurso mil veces ensayado—. Pasé varios años de familia en familia hasta que los Wang Tuan finalmente me adoptaron y llegamos a vivir aquí en Beijing, después de haber estado afuera en el extranjero unos cuantos años.

Un Amor Declarado y PersonalWhere stories live. Discover now