Noche de bodas

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¿No entendía lo que le estaba diciendo o solo estaba fingiendo?

Pero él había cambiado. Que el objetivo no fuera fácil no iba a disuadirlo. Porque, lo amara Yibo o no, él se merecía que lo amarán y que sanarán sus heridas. Por él estaba dispuesto a sufrir lo que fuera necesario.

Porque él valía la pena. Se lo merecía todo. Se veía a sí mismo como una carga, un obstáculo, una amenaza... Pero él iba a cambiar esa imagen, pasará lo que pasará entre ellos.

No iba a ser el Xiao Zhan frívolo y despreocupado que era tres años antes. Ni siquiera el Zhan que había sido unas semanas atrás. Se había hecho más fuerte. Había descubierto su poder. Y sabía que podía conseguirlo.

Dejó la copa en la encimera y caminó hasta la ventana, sintiendo como Yibo seguía sus movimientos con la mirada. Con las cortinas descorridas y las luces de la ciudad proyectando un pálido resplandor en la suite, se llevó las manos a los botones de su camisa y se la sacó lentamente deslizándola luego por sus hombros, haciendo que cayera al suelo alfombrado. Luego desabotono el único botón de su pantalón, se apartó de la tela de la camisa a sus pies, manteniéndose de espaldas a Yibo. Una seguridad arrolladora en sí mismo palpitaba en su interior, junto a un deseo cada vez más fuerte que se concentraba en medio de sus piernas.

–Hay algo más que quiero... y que estoy decidido a conseguir está noche.

–¿Y que sería? –le preguntó él en voz baja.

–A ti. Esta noche voy a tenerte.

–¿Eso crees?

–No lo creo. Lo sé –se giró hacia el menor y fue testigo de su victoria al ver la expresión de él.

–¿Mi esposo inocente se ha convertido en un seductor está noche?

–Siempre lo he sido –declaró Zhan–. Solo tenía que encontrarlo. Siempre ha estado ahí, pero tú me has ayudado a descubrirlo. Porque conocerte a ti... me ha cambiado.

Vio un destello de temor en los ojos de Yibo.

–¿En serio?

–Sí. Me has ayudado a encontrar mi poder. Y a estar en paz conmigo mismo.

–¿Cómo lo he hecho?

–Siendo tú.

Dio un paso hacia Yibo, con el corazón desbocado y un deseo que arrasaba cualquier resto de inseguridad que pudiera haber arruinado el momento.

Su momento.

El momento de Wang Yibo.

Se bajó la cremallera del pantalón y dejó que cayera al suelo, exponiendo sus piernas a la mirada de Yibo. Él lo contempló, tan inexpresivo y rígido como una estatua. Pero Zhan-Ge lo conocía demasiado bien y sabía que cuanto menos mostrará, más ocultaba el menor.

Yibo se aferraba desesperadamente al control y trataba de retener sus emociones. Pero el mayor no iba a permitírselo aquella noche. Quería más, mucho más de lo que habían compartido la primera noche o en la cocina. Lo quería todo.

Enganchó los dedos en los costados del bóxer y tiró hacia abajo mostrando su erección. Apartó la prenda de un puntapié y cubrió la distancia que aún lo separaba de Wang para apretarse contra él, todavía con el esmoquín puesto. Le echó los brazos al cuello y lo besó en los labios.

–Gracias a estar sin zapatos siento que estoy a tu misma altura, pero con los calcetines voy demasiado vestido –se los quitó con los dedos de los pies–. Igual que tú...

Empezó a desabotonarle la camisa, concentrándose en cada botón. Se la quitó, junto a la chaqueta, y tiró las dos prendas al suelo.

–Relájate, Yibo... ¿Es que nunca te relajas?

Un Amor Declarado y PersonalOnde as histórias ganham vida. Descobre agora