Capítulo 1

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Oigo las notas de una dulce melodía. Me resisto a abandonar el agradable estado en el que me encuentro, pero poco a poco mi conciencia va tomando forma, prestándole atención a la notas musicales que tiran de mí.

Termino por abrir los ojos y estirar mi brazo perezosamente hasta mi móvil, para detener la alarma que suena repetitivamente con la melodía de inicio del Final Fantasy VII.

Bueno, vamos a empezar un nuevo día. Mientras tomo una ducha y sigo con mi rutina diaria os haré un resumen de mi vida.

Me llamo Laura, Laura Delbrouck. Mis padres son Ingleses, mi madre adoptó el apellido de papá cuando se casaron y por eso tengo sólo un apellido pese a haber nacido ya en España.

Estudié Farmacia y ya hace un año que vivo sola en un pequeño apartamento del pueblo en el que encontré trabajo.

En mis ratos libres no suelo salir por ahí cómo la mayoría de gente de mi edad. Digamos que tuve alguna mala experiencia con malas compañías y estoy algo reticente a relacionarme con desconocidos. Prefiero quedarme en casa y poder leer un libro, ver anime o jugar a videojuegos.

Aunque tengo una buena amiga, Nuria, que a veces logra sacarme de mi cueva. Nos conocimos en el supermercado dónde había trabajado anteriormente.

Reviso mi bolso tejano una vez más antes de salir de casa para ir a trabajar. No me toma mucho rato llegar, pues vivo a un par de calles de la Farmacia.

Hoy he llegado la primera, cómo ya es costumbre. Abro la farmacia, me pongo mi bata blanca, enciendo los ordenadores y empiezo a recepcionar el pedido de la mañana.

— ¡Buenos días! - oigo que saludan desde la entrada-.
— ¡Buenos días!

Entra una mujer rubia, de unos cincuenta y tantos, pero que se conserva muy bien. Ella es Carmen, mi jefa. 

Somos nosotras dos solas en la Farmacia, puesto que es un pueblo pequeño y no hay mucho trabajo.

Suena el timbre de la puerta y salgo a atender mientras ella se cambia y deja sus cosas dentro.

— ¡Buenos días! ¿En qué puedo ayudarle?

Me devuelve la mirada un chico moreno, de piel más bien pálida pero de facciones agraciadas.

Es guapo... - se me pasa por la mente mientras le observo acercarse al mostrador.

— Necesitos gasas, esparadrapo y alcohol.
— ¿Es para una herida?

El chico clava sus ojos marrones en los míos y frunce ligeramente el ceño.

— ¿Porqué lo preguntas?
— Porqué si es para una herida, el alcohol desinfecta, pero también reseca en exceso la piel y tardará más en cerrarse la herida.

Sus cejas se arrugaron aún más, pensativo. Pero no dijo nada, así que decidí seguir con mi consejo.

— En lugar de alcohol, si es una herida abierta, te aconsejo que cojas clorhexidina, o algún otro desinfectante que no dañe la piel.
— Si, lo que sea... - aceptó desviando la vista hacia la calle molesto-.

¿Y a este que le pasa? Sólo se lo digo para ayudarle.

Prefiero no añadir nada más y dejo encima del mostrador la caja de gasas, el esparadrapo y la clorhexidina.

Me paga, le devuelvo el cambio y se va sin decir palabra.

— Que chico más borde. - dice Carmen detrás de mi-.
— Se habrá levantado con el pié equivocado.

El resto del día transcurrió con normalidad. Cerramos la farmacia y nos fuimos cada una en una dirección de vuelta a casa.

Mi casa está a 10 minutos andando desde la farmacia, aún así es un pueblo tranquilo dónde nunca pasa nada.

Hoy, al parecer, sería la excepcion.

Oí quejidos en un callejón y decidí asomarme. Ví a tres hombres apaleando a un muchacho joven, que estaba tirado en el suelo hecho bolita.

De mi garganta escapó una exclamación y los tres hombres se giraron hacia mí.

— He lla-llamado a la policía, más os vale no-no estar aquí cuando lleguen.

No se de dónde saque el valor para decir eso. Por supuesto, no era verdad. Dos de los hombres miraron al tercero, supongo que ese es el cabecilla. En la penumbra no pude apreciar sus rostros, pero me pareció que uno de ellos sonreía.

Después saco algo de su chaqueta, y no tuve tiempo siquiera a pensar en lo que estaba pasando antes de que disparara al chico del suelo.

Los quejidos cesaron, después del tiro la calle quedo en silencio. Quise gritar, pero se formó un nudo en mi garganta cortándome la voz.

Ví al hombre de la pistola abanzar un par de pasos en mi dirección y no lo pensé, heché a correr cómo alma que lleva el diablo.

La adrenalina circulando por mis venas me permitía correr más rápido de lo que jamás lo había hecho. Gire callejón tras callejón, tratando de perderles, pero podía oír sus pasos sobre el asfalto tras de mí.

Finalmente conseguí llegar al edificio en el que vivo. Giré la esquina a la velocidad del rayo y tuve la suerte de que algún vecino había dejado la puerta abierta. La cerré tras de mí tratando de no hacer ruido.

Me quedé en silencio sin subir las escaleras y aún pude oír sus pasos pasando de largo.

No sé cuánto tiempo estuve aguantando la respiración. Hasta que finalmente me decidí por subir los escalones y encerrarme en casa con llave. Entonces llamé a la policía y se lo conté todo.

La Chica De La FarmaciaWhere stories live. Discover now