capitulo 7

15 2 1
                                    

Mi conciencia va aflorando lentamente.

Qué sueño más extraño tuve anoche...

Empiezo a pensar en una nave del polígono transformada en una especie de fiesta con un ring de boxeo, en un chico moreno, guapo, que me ponía la piel de gallina, un tiroteo...

Levanto ligeramente los párpados, todavía medio durmiendo, y veo un cabello negro, alborotado, en mi cama.

Mierda... No era un sueño...

Por suerte, hoy es domingo. Al menos no tendré que irme a trabajar con esta resaca y dejando a dos pandilleros / asesinos durmiendo en mi casa.

Los recuerdos de la noche anterior van tomando forma en mi mente mientras trato de despertarme e ignorar el insistente dolor de cabeza que martillea mis sienes.

Un sonido entre un gemido y un gruñido escapa de mis labios cuándo hundo mi cara en la almohada.

Una mano se posa en mi espalda y una voz ronca susurra en mi oído.

- Buenos días, Laurita.

Cómo toda respuesta apenas alcanzo a emitir otro sonido gutural que se ve ahogado por la almohada, a lo que suelta una risa seca.

- ¿Qué hora es? - pregunto cómo puedo-.

- No lo sé, y no me apetece moverme.

- Es verdad... ¿Cómo te encuentras?

- Cómo si me hubieran disparado en las putas costillas. - dice en tono burlón-.

Me levanto con gran esfuerzo, me siento sobre la cama y pongo una mano en su frente.

- ¿Tienes frío? Te noto caliente pero no me parece que tengas fiebre.

No responde, sólo permanece callado mirándome. Suelto un suspiro resignado y me levanto estirándome. Doy la vuelta a la cama y me agacho a su lado.

- Vamos, colabora un poco, debo revisar esa herida.

Harry se incorpora un poco haciéndo fuerza con sus brazos para después quitarse la parte de arriba del pijama. Hoy, ya sin alcohol en mi organismo, me fijo más en su tonificado torso lleno de cicatrices, y me veo obligada a mentalizarme para poder curarle, puesto a que me pone nerviosa su cercanía.

Con unas tijeras, que había en la mesita de la noche anterior, procedo a cortar la venda.

Retiro con cuidado las gasas antihemorrágicas, y veo la carne enrojecida, todavía sensible pero ya no sangra.

- De momento no hay infección, pero tengo que volver a limpiar la herida, y será mejor que tomes antibióticos por si acaso.

- ¿Porqué me ayudas? - pregunta serio, mirándome fijamente-.

- ¿Qué porqué? Mmm...

Pongo un dedo en mis labios pensativa.

Muy cierto, ¿Porqué le estoy ayudando si es un delincuente? Además, cuándo empezó el tiroteo mató a otra persona. Y prometí no volver a meterme con gente de su mundillo.

- Acabo de replanteármelo, mejor llamo a la policía.

Harry trata de aguantarse pero termina riendo por mi comentario. Su risa es contagiosa y terminamos los dos riendo.

Eso ha sido la mejor terapia que ambos podíamos tener después de todo lo ocurrido. Sin más palabras, me pongo a limpiarle de nuevo la herida, ésta vez con una esponja húmeda.

Después le vuelvo a aplicar desinfectante y ahora que ya no sangra a borbotones le aplico una pomada antibiótica. Sé que debe dolerle horrores, por eso lo toco con delicadeza, aunque no haga siquiera una mueca.

Para terminar, con su ayuda, le vuelvo a vendar.

- Rick está en el otro cuarto. - le informo- Y Michael está en su casa.

- ¿Y Max?

- Lo siento, no sé quién es Max.

- El otro que estaba con nosotros arriba.

- No lo sé, no lo volví a ver desde que salimos de allí.

- Bien.

Alguien llama a la puerta de mi habitación, supongo que será Rick, al fin y al cabo no hay nadie más en la casa.

- Adelante.

Efectivamente entra Rick, con la misma cara de no haber dormido que lleva Harry, así que supongo que yo debo de verme igual.

- He oído voces y supuse que estaríais despiertos. ¿Cómo te encuentras, jefe?

- He estado peor. - dijo encogiéndose de hombros- ¿Y Max?

- Max... Tuvimos que dejarle atrás, le dieron mientras corríamos hacia el coche.

Una sensación de frío intenso me congela y hace temblar mis manos, haciendo que se me caiga el esparadrapo. Ambos hombres me miran, mientras yo sólo alcanzo a mantener los ojos abiertos cómo platos fijos en el suelo.

- Fué un buen chico. - opina Christian-.

- Si... Le hecharé de menos, era un buen tío.

- ¿Pe-pero... Vosotros os estáis escuchando? - pregunté entre impactada y furiosa- ¿Ha muerto un amigo vuestro en un tiroteo... Y ... Y...

- Laura, es habitual para nosotros. No podemos llorar a todos los que matan nuestros enemigos, por mucho aprecio que les tengamos.

Sin saber porqué las lágrimas empezaron a mojar mi cara. Salgo de la habitación y voy a la cocina. Me dispongo a calentar el arroz y los huevos, al menos podré distraerme.

Me apoyo en la ventana con los brazos cruzados sobre mi pecho mirando a la calle mientras el microondas hace su trabajo.

Oigo pasos y soy consciente de que se dirigen hacia mi, pero paso de girarme, no quiero ver a nadie ahora mismo.

Alguien apoya su mano en el cristal de la ventana, quedando inclinado hacia mi. Me giro y veo que es Harry.

- No deberías levantarte aún.

- Ni tu llorar por un desconocido.

Su voz ha dejado de ser cálida, ahora parece enojado conmigo y me pone los pelos de punta, más aún teniéndolo tan cerca.

- ¿También lo era para tí? - pregunto-.

- No, era uno de mis hombres. Es una pena, pero tengo más. Éstas cosas pasan.

- ¿Cómo puedes ser así?

Levanta la mano que no tiene apoyada y retira una lágrima de mi mejilla cuidadosamente. Después baja su mano a mi cuello, y la posa allí, como si fuera a estrangularme.

- Debería matarte. Por saber lo que sabes y por hablarme así, no sabes quién soy.

Pasan unos segundos en los que ambos nos perdemos en los ojos del otro.

- No lo harás.

Una sonrisa tira de sus comisuras.

- ¿Porqué no lo haría?

- Porqué sabes que no diré nada.

Aprieta un poco de su agarre en mi cuello y acerca su cuerpo al mío, tanto que siento su aliento en mi piel.

- ¿Y si no te creo?

- Pero lo haces.

- Tratas de aparentar estar segura, pero estás temblando, Laurita.

Afloja su agarre en mi cuello pero me atrae hacia él y me abraza, sorprendiéndome.

- No estés triste por Max, buscaré hasta encontrar al hijo de puta que le disparó... Y lo mataré.

Me estremecí ante ese comentario. Tal vez conmigo no se porte mal del todo, pero no debo olvidar que estoy tratando con un asesino.

- Estas cosas ocurren a menudo en mi oficio. - remarca, convenciéndome más de alejarme de ellos-.

- Comed, descansad por hoy, pero después quiero que os vayáis.

La Chica De La FarmaciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora