capítulo 2

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Al día siguiente, caminé más deprisa de lo normal para llegar al trabajo. No se lo quise contar a mis padres para no preocuparles, pero sí que se lo expliqué a Laura por teléfono, y ésta mañana en el trabajo a Carmen.
— ¿Y que dijo la policía?
— Que lo investigarían...

Al rato vinieron unos agentes a hacerme unas preguntas.
— ¿A qué hora ocurrieron los hechos, señorita?
— Sobre las 9.00 de la noche.
— ¿Pudo ver sus caras?
— No, estaba oscuro y ellos demasiado lejos.
— ¿Sabe quién era la supuesta víctima?
— ¿Disculpe, a qué se refiere con "supuesta víctima"?
— Verá señorita, anoche fuimos al lugar del incidente, y no encontramos nada sospechoso.
— ¿Cómo dice?
— Digo que sólo tenemos su palabra de que algo ocurriera anoche, no tenemos ninguna prueba más ni se hayó ningún cuerpo.
— ¿Cómo puede ser eso posible? Habrá alguna mancha de sangre en el suelo, algo...
— ¿Sería tan amable entonces de acompañarnos al supuesto lugar del incidente?
— Por supuesto.

Salí de la farmacia acompañada por los dos policías. Al salir, estaba el chico que había pedido las gasas apoyado en un coche, mirándome fijamente, y me pareció que cruzaba su mirada con la de los policías.

Andamos hasta el callejón dónde pasó todo, y me acerqué hasta el lugar dónde había el muchacho hecho bolita. Efectivamente, ahí había aún rastro de sangre seca. Parecía que la habían intentado limpiar pero se había arraigado al alquitrán.

— Miren, aquí hay sangre.
— Señorita, ¿sabe usted que tomar el pelo a la policía es delito?
— ¿Disculpe?
— Eso, señorita, es sólo una mancha de aceite de algún coche. Y por su bien, debería afirmar lo mismo.

Entonces lo entendí. Me quedé pálida y bajé mi vista a mis pies sin poder creermelo. Entonces sentí la mano del policía en mi hombro.

— Parece usted una buena persona, diremos que alguien llamó haciéndose pasar por usted para gastarle una broma pesada. Vuelva a su trabajo y olvide lo que vió, por su propio bien.
— La acompañaremos de vuelta. - dijo el otro policía-.

Asentí con la cabeza, todavía no muy convencida, sin acabar de creerme la situación.

Fueran quienes fuesen, tenían a la policía comprada.

Volvimos sobre nuestros pasos hasta la farmacia. El tipo de antes seguía ahí recargado en el mismo coche.
Cuando los agentes se despidieron le conté a Carmen lo ocurrido, principalmente para que no se le ocurriera chismorrear con las vecinas del barrio.

— Entonces estás en un aprieto.
— ¿Tu crees? Si los policías me han dicho que no diga nada, supongo que no van a hacerme nada mientras no hable. -dije temblorosa-.

Oí el timbre de la puerta y salí a atender para despejar mi mente.

— Buenos días, ¿En qué puedo ayudarle?
— Alcohol.
— ¿La botella de 250ml?
— Un par de botellas de litro, porfavor.

Se las ofrecí sin rechistar. Después de pagar, el chico seguía ahí, de pié mirándome.

— ¿Necesita alguna cosa más?
— ¿Hoy no me ofreces desinfectante?

Me sorprendo un poco por su pregunta, y suelto lo primero que se me pasa por la cabeza.

— No ha dicho que sea para una herida.

Me dedicó un asomo de sonrisa y se fue sin añadir nada más.

¿Podría ser qué él...? No, no, imposible. No se delataría así. ¿O si?

Traté de alejar esos pensamientos y seguí con mi trabajo. Por la tarde, volví a ver al sujeto. Esta vez venía acompañado por tres muchachos más. Yo estaba trabajando en la parte interior de la farmacia y les atendió Carmen.

La Chica De La FarmaciaWhere stories live. Discover now