III-Persuadir.

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«¿Qué escuchas?»

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«¿Qué escuchas?»

Siempre molestaba a la gente con esa pregunta. Le daba gracia la desesperación y nerviosismo que llegaban a tener al no saber que responder. Las últimas semanas había visto que Tsukishima era alguien que creía saberlo todo, así que esperaba corromperlo con dos simples palabras.

En la cabeza de Hoshi solo habían dos variantes: la primera era que él ni siquiera le respondiese y la ignorase, siguiendo su camino sin intercambiar palabras; y la segunda se trataba de que Kei se pusiese tan nervioso que se sonrojara y ya no la vea al rostro por pena o vergüenza. Aunque la primera sea más posible que la segunda, le daba ilusión de que aún así ocurriera. No era por ser mala persona -si lo era-, pero habían veces que respondía como si supiese de todo a todos y haciéndolos quedar como ridículos.

Pero para sorpresa de ella, él paró su caminata mirando hacia arriba. Por un momento pensó que quizás se le había zafado un tornillo, ya que llevaba unos dos minutos en esa pose. Suspiró y quiso comenzar a caminar ya que estaba a unas dos calles y estaba cansada, solo quería dormir.

—Me voy yendo. Nos ve...

Tsukishima se inclinó un poco al ser más alto que ella. Se sacó los auriculares y los colocó con delicadeza sobre sus oídos. Ella los agarró sabiendo lo que quería hacer, cuándo lo vio aumentando el volúmen del aparato, los empujó un poco más como si eso le permitiese escuchar mejor. Cerró sus ojos con la esperanza de escuchar aunque sea un poco de la melodía de la canción. Claramente fue en vano y terminó sacándose los gigantes auriculares para devolvérselos, aguantándose las lágrimas de frustración.

—¿Por qué hiciste eso?

—Sentiste eso, ¿Cierto?—no quería mirarlo a los ojos, así que simplemente agachó la mirada.

Al final la que había terminado humillada y sin palabras fue ella. Nunca le habían respondido de esa manera.

Vio las manos del rubio moverse «Sentiste las ondas, literalmente sentiste la música».

Lo único que sentía en ese momento, fue la música de circo que sonaba en su cabeza ante la situación.

Él comenzó a caminar poniéndose otra vez los auriculares, pero ésta vez en el cuello. Ella lo siguió y al llegar a su casa, se despidió desganada. Pero antes de irse, él le tocó el hombro para que lo mirase.

—¿Quieres estudiar mañana?—se había olvidado que le faltaba estudiar aún. Asintió un poco, pero éste le dio una sonrisa egocéntrica—Y la próxima vez trata de persuadirme mejor. Hasta luego.-sin más, se fue dejando una enojada Hoshi fuera de su casa.

«Maldito poste» pensó apretando los puños. Desde un comienzo sabía lo que ella quería.

(...)

Quedaba un día para estudiar para los exámenes. Hasta ahora, habían estudiado con Tsukishima en la casa de alguno de los dos. La madre del chico era amable y conversadora, supo por ello que tenían un pariente mudo y por eso Tsukishima sabía lenguaje de señas desde temprana edad, la mujer se había encargado de enseñarle.

En ese momento se encontraban juntos, en la habitación del más alto. Había terminado de entender el último tema que le faltaba, soltó un resoplido cansado mientras sonreía al haberlo logrado.

—Supongo que lo loframos*

—Que lo logramos.—corrigió él, enseñándole como debía pronunciar la «Gr»

—Sí, como sea. Gracias por haberme ayudado.

Se estaba por levantar para irse, pero la detuvo una mano en su camiseta, indicándole que se sentara otra vez. Miró curiosa al rubio, esperando que éste le hablase.

—¿Cómo es que formulas tan bien las palabras?

—¿D-de qué hablas?, acabo de hablar mal, ¿cierto?—había comenzado a ponerse nerviosa.

—Cada vez que hablas es como si supieras el tono perfecto para decir las cosas. El otro día cuando aconsejaste a Hinata te aseguraste que sea el tono justo como para que solo ustedes lo escucharan. ¿Acaso no eres sorda de verdad?

La mirada de Hoshi cambió a una más oscura— Eres tan sensible, Tsukishima-san.—tomó un gran suspiro al saber que él la seguiría molestando si no le contaba lo que le pasaba— Desde que era pequeña no recuerdo haber escuchado alguna voz, ni siquiera la de mí hermano. Por más de que me haya esforzado en tratar de escuchar, era claramente imposible. Entonces, mi «yo» de siete años comenzó a prestar atención a los labios de las personas y a sus cuellos. A los diez ya sabía perfectamente cuando una persona estaba gritando o susurrando. A los doce ya podía hablar como una persona normal. Mi capricho de pequeña me hizo entender a las personas.

Vio como el chico se ponía algo rojo y miraba hacia otro lado, incapaz de hacer contacto visual. Ella soltó una pequeña risa, por fin había logrado su meta de hace unos días. Se acercó al oído del chico, mientras guardaba sus cosas lentamente.

—Esa sería una historia memorable, ¿Cierto?, quizás si la presento a la televisión hasta hagan una película.—terminó de guardar su último lápiz para que se dirigiese a la puerta de la habitación—Al fin y al cabo a las industrias les atrae más las mentiras.—Tsukishima se dio la vuelta de golpe, mientras la miraba mal, lo había engañado totalmente— Como sea, Tsukishima-san. La próxima vez trata de persuadirme mejor.

Salió de la habitación con una sonrisa victoriosa, saludó con una reverencia a la madre del chico y salió de la casa dando las gracias por haberla recibido. La mujer simplemente le repitió lo mismo que días anteriores; «Cuando quieras, puedes quedarte a almorzar o cenar».

Emprendió su corto camino a su hogar, aún con la sonrisa de victoria en su rostro.

Sonrisa la cuál se había esfumado al tener el examen enfrente suyo.

Podría jurar que puso sudor, lágrimas y sangre en ese bendito examen. Si no aprobaba debería estudiar de nuevo y trataría de pedirle ayuda a otra persona que no sea el poste rubio.

Terminó el último punto al mismo tiempo que sonaba el timbre, indicando el almuerzo. Nishinoya también había terminado un poco antes, así que la esperó en la puerta. Soltó un suspiro junto con una sonrisa, estaba segura de que aprobaba. El castaño le señaló hacia atrás.

—Noya, Hoshi.—les habló Suga llegando—¿Qué tal les fue?

Los dos menores pegaron un salto, mientras el chico gritaba— ¡Genial!

Siguieron saltando de la felicidad, hasta que sintieron un aura oscura llegar hasta ellos.

—Sé que están felices—pudo leer con miedo de los labios de Daichi—. Pero si tienen un castigo por andar saltando en los pasillos, no irán a Tokio.

Temblando, se escondieron detrás de Suga, supuso que éste lo tranquilizó un poco, ya que el ambiente se transformó a uno más amistoso.

Escucharte || Haikyuu!!  [Kei Tsukishima] EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora