Capítulo 1

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Saque de mi bolso el mismo recibo de pago que había encontrado en el escritorio de Harold, mi esposo, solamente para revisar que la dirección estuviera correcta, creo que en el fondo sabía que lo estaba y sabia también que era este lugar, era una casa bonita de estilo colonial, en los suburbios, pintada de amarillo y con los detalles del portal en blanco, llena de césped y flores, alrededor de todo el jardín abierto había una resbaladilla, pelotas y un montón de juguetes varios. No sé cuánto tiempo tenia esperando ahí afuera y tampoco sabía porque no tenía el valor de ir a tocar la puerta, sabía que Harold no estaba en la oficina, tampoco en el club y si no me equivocaba su auto estaba guardado dentro de la cochera.

Apague la radio de súbito cuando escuche la canción de nuestro baile de bodas, era una ridiculez, las manos me temblaban y me mire en el espejo retrovisor, lucia como una mujer de los años cincuentas con la pañoleta enredada en el cabello y con unos lentes oscuros, el auto lo había rentado especialmente para que son pudiera reconocerme y esperaba que no pudiera hacerlo a la distancia tampoco.

Una mujer, castaña, con cabello corto salió de la cabeza, llevaba cargando a un niño de unos cuatro años, sentí como si me hubieran dado una cachetada y entonces de esa misma puerta salió mi esposo, Harold se ajustaba la corbata y luego le pidió los brazos al niño. Hablaban de algo mientras la mujer le señalaba algunas cosas en el jardín, el asentía y cuando termino de hablar, ella feliz corrió a abrazarlo y besarlo, él le correspondió, me sentí avergonzada y molesta, era solo que no sabía cómo reaccionar, claro que quería llorar, pero a estas alturas de mi vida, había aprendido a lidiar tanto con el sentimiento de impotencia, de enojo, de tristeza, que comenzaba a parecerme cada vez más difíciles ponerme a llorar tendidamente, apretuje el volante y el nudo en la garganta me dolió, me quite los lentes oscuros para tallarme los ojos cuando unas pocas lagrimas se asomaron, pero fue todo, carraspeé y me puse de nuevo los lentes, dando un último vistazo a la segunda familia de mi esposo, encendí el auto y me fui.

En la noche, la cena transcurrió como la cosa más normal del mundo, pero los niños y yo la pasamos solos, porque claro, ellos sabían que su papi trabajaba mucho y hasta muy tarde y yo no tendría corazón para decirles lo contrario ni aunque odiara a su padre con todo mi corazón, Jules de 10 años y Xavier de 12 farfullaban algo sobre algún videojuego mientras Jules le ponía a Xavier los espárragos en el plato y Xavier le ponía los tomates en el de ella, eran buenos niños, felices y no podía evitar sentirme culpable de tener la idea fija de pedirle el divorcio a Harold en cuanto atravesara la puerta, los iba a destrozar, afuera escuche a los perros ladrar, eran de Harold, a mí me gustan los gatos pero él es alérgico, cada que llegaba, sus perros enloquecían, el corazón me latía a con rapidez y tenía miedo de que fuese tan fuerte que todos pudieran notar como mi pecho latía, como si fuese una caricatura, La puerta se abrió y lo recibió el mayordomo, tomándole el saco y el portafolio, no podía verlos desde aquí pero los escuchaba hablar. Cuando atravesó el amplio umbral de las puertas del comedor, revestidas en madera brillante y cristales tallados con figurillas él estaba contento, sus hijos sonrieron y la Sra. Clark se apresuró a entrar en la cocina para servirle un plato de comida.

-¡Papi no se lavó las manos!- menciono Jules mientras su padre arrastraba una silla para sentarse a comer, los niños se rieron pero yo fui incapaz de hacer un solo ruido, menos podía voltear a ver a Harold, dijo algo, reprochando a su hija a modo de juego y antes de pasar al sanitario para lavarse las manos se acercó a mí, acaricio mi espalda y me beso en la sien, quise esquivarlo y pedirle que no me tocara cuando pensé en su labios besando el cuerpo de otra mujer, pero solo me mantuve firme, mirando mi plato. Cuando regreso, se sentó con la comida ya puesta sobre su lugar en la mesa comenzó a hablar con los niños, lo típico, la escuela, el football de Xavier, la clase de danza, la serie nueva que habían empezado en prime video y la historieta que Xavier había comprado esta tarde cuando salió de su clase de Karate de los jueves. Harold era un buen padre y no era tan mal esposo, nos casamos hace catorce años y el no había cambiado casi nada, era el típico hombre blanco americano, supongo, rubio, ojos grises, mentón fuerte y barbilla partida, de hombros muy anchos y robusto, había ganado un par de kilos con los años pero aún estaba en muy buena forma, media 1.90 había sido jugador de football americano y tenía un brillante futuro en la industria, sin embargo una lesión lo alejo de sus verdaderos sueños y termino manejando la empresa de su padre. Siempre había sido encantador, nunca fue el típico bruto que solo hablaba de deportes que se veía en las películas, él era lindo y paciente conmigo que siempre fui más taciturna, tímida y hasta introvertida, mis padres lo amaron desde el minuto uno, además de que tenía un apellido muy bonito.

When we were youngWhere stories live. Discover now