10. El Pacto de los Demonios.

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❛Tenía un dragón ardiendo en tinta negra bajo mi piel❜

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❛Tenía un dragón ardiendo en tinta negra bajo mi piel❜.

El Karsten sería recibido en la gran explanada que daba entrada al majestuoso palacio, a su espera se encontraban las comitivas completas del rey y la reina, además de las cortes menores que habían asistido

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El Karsten sería recibido en la gran explanada que daba entrada al majestuoso palacio, a su espera se encontraban las comitivas completas del rey y la reina, además de las cortes menores que habían asistido.

Una fila de soldados Delheit esperaba junto a Lysander Sinester, envuelto en sombras y un traje oscuro que parecía bordado con obsidiana.

En contraparte, la reina Feryal llevaba un vestido de un pálido dorado, de la seda y los detalles con perlas que amaban en Valtaria.
Como su doncella, tuve que acoplarme a la moda de la ciudad, vistiendo un atuendo de color tenue y bordados en el escote. Agradecí al menos no tener que llevar una falda ampona como era costumbre en otros lugares.
En Valtaria, se acostumbraba a dejar el protagonismo a los cortes de la tela, y la ilusión de relieve y profundidad de sus texturas.

El Palacio Negro quedaba en el corazón de la ciudad, en el centro desde donde funcionaba como un faro de vigilancia para toda Valtaria, pero para acceder a la explanada que daba entrada al gran recinto era necesario subir largas escalinatas.

El Karsten fue subido en un carruaje de oro cargado por dos hombres, dos criaturas azabache de apariencia pétrea lo recibieron en la entrada.
Eran una especie de serpiente gigante, pero con mandíbula cuadrada y con alas de murciélago.

──Se llaman dragones.

Me apresuré a posicionarme junto a Ela, que vió mi interés con una sonrisa.
Realicé una vista rápida, observando que todo mundo aguardó mientras era escoltado hasta los reyes, llegué justo para observar la escena, y nadie más que Ela pareció notar mi retraso.

──Veo que amaneciste mejor ──insistió en su falsa cordialidad.

──¿Debería? ¿O acaso tus Dioses no están atendiendo tu llamado?

Su gesto de sorpresa fue tan creíble como si fuera una actriz terense, enfundada en una parca de terciopelo de un amarillo opaco y lista para su función.

──¿De qué hablas?

──De los garabatos que dejaste debajo de mi cama, te advierto que si quieres verme muerta, vas a tener que hacer el trabajo sucio.

Sonata Siniestra©Where stories live. Discover now