Capítulo diecisiete

16 5 0
                                    

𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒅𝒊𝒆𝒄𝒊𝒔𝒊𝒆𝒕𝒆... 

𝑶𝒕𝒓𝒂 𝒗𝒆𝒛 𝒏𝒐𝒔 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒎𝒐𝒔

La situación con mi madre cada vez era peor. Anteriormente no hablábamos demasiado, pero ahora se había vuelto algo casi nulo. Y al tener una relación tan distante, la convivencia se había vuelto muy incomoda. 

Y luego estaba Dylan, al cual deje de verlo hace bastante tiempo, por ausentarme a sus consultas. Después de todo, al no hablar con mi mamá, ella no me obligaba a asistir. Algo que agradecía, ya que no era capaz de aguantar a ese estúpido cuarenta minutos. Quería alejarlo de mi vida, así que acabé bloqueándolo de mi lista de contactos, para que también le fuese imposible contactar conmigo.

Después de habernos visto aquel día en el shopping, seguía sin poder describir aquel sentimiento extraño que había sentido. Estaba seguro de que era una mezcla de distintas emociones, como impotencia y desagrado, pero con tan solo definirlo con aquellas dos no bastaba. Había otras sensaciones, las cuales no terminaba de comprender. Era un sentimiento tan raro, que ni siquiera sabía si era malo o bueno. Por ello, prefería ignorarlo, al igual que a Dylan. Porque si lo alejaba de mi vida, no tendría que preocuparme más por ninguna de estas estupideces. Sería como matar dos pájaros de un tiro.

.

.

.

Me encontraba yendo al supermercado, con el objetivo de conseguir algo para comer. Después de todo, con lo que estaba pasando, también había comenzado a prepararme mi propio alimento. Aunque no me molestaba del todo, ya que así podía experimentar más o menos como era vivir solo. A pesar de no saber si llegaría algún día a eso.

Hoy quería comer fideos, pero al abrir la alacena me di cuenta que no habían. Por ello no tuve más remedio que salir a comprar. Aunque últimamente me la pasaba más tiempo en la calle que en mi casa, para así no tener que escuchar comentarios desagradables. Y aun así, mi mente se encontraba cada vez más deteriorada, ya que una serie de pensamientos avasallantes seguían llenando mi cabeza por completo. Y simplemente me quedaba esperar a que estos me fueran carcomiendo por completo, hasta que un día termine llegando a mi límite, el cual hasta yo desconocía.

Una vez dentro del negocio, comencé a buscar las pastas. Después de todo, no importaba cuantas veces haya ido al mismo establecimiento, siempre me terminaba perdiendo. Era un lugar tan grande, que era muy fácil distraerse con cualquier cosa, aunque en realidad eso era lo que más me gustaba de ahí. Tranquilamente podía ir a un negocio de barrio, pero si hacía eso no podría apreciar el área de las golosinas, en donde me encantaría sumergirme y comer todo lo que hay a mi alcance. 

En eso que me encontraba pasando por la zona de los congelados, me puse a observar de forma curiosa al resto de personas del lugar. Estas se encontraban metidas en sus asuntos, mirando una lista, o tomando lo que les parecía necesario. A pesar que en muchos de los casos, ni siquiera necesitaban la mitad de cosas que llevaban. Por ejemplo, ¿queso azul? ¿Quién come por gusto esa asquerosidad? 

Muchas de estas personas eran familias, con niños o sin ellos, los cuales iban juntos a comprar los alimentos. Aunque habían algunos que se encontraban solos, como yo, o como aquel chico de pelo castaño claro, la cual cabellera me resultaba bastante conocida. Por lo que sin pensarlo, terminé acercándome de manera disimulada a donde este se hallaba, simplemente para confirmar mi teoría. A lo que acabé llevándome una sorpresa, ya que estaba en lo correcto, y ese chico realmente era Leonardo. ¡Que casualidad! Ya era la segunda vez que nos encontrábamos así.

—¿Tenes algún problema con la leche?—Terminé preguntando, al notar que él se encontraba con un sache de esta en la mano.

—¡Ay!—Exclamó él, de manera asustada, para luego girarse rápidamente a donde yo me encontraba.—Me asustaste...

¿Y si no es un sueño...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora