Capítulo trece

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𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒕𝒓𝒆𝒄𝒆...

𝑳𝒐𝒔 𝒑𝒓𝒐𝒃𝒍𝒆𝒎𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝒂𝒍𝒄𝒐𝒉𝒐𝒍

Finalmente el sábado había llegado, pero definitivamente no se sentía como antes. Lo que buscaba dejó de ser una simple curiosidad por un chico que desconocía. Ahora quería conocerlo, descubrir cada aspecto de su vida, hasta sus secretos más oscuros. Deseaba hurgar en sus adentros y poder descifrar si realmente era el hombre del que me había enamorado. 

Por otro lado, le dije nuevamente a Miguel y Leonardo que me acompañaran. Pero a diferencia de antes, no pude evitar sentir un mal presentimiento con aquella decisión. Algo me decía que no tuve que haber hecho eso, aunque no lograba entender porque. La presencia de Leonardo comenzó a parecerme una amenaza, la cual no atentaba contra mi, sino contra Alex. Como si algo pudiese ocurrir luego de esa noche. Y a pesar de todas las señales que me advertían la tragedia, preferí ignorarlas. No quería que mi paranoia arruinara también la amistad que tenía con uno de mis mejores amigos.

Aparte de eso, había otra cosa que no me dejaba tranquilo. Sentía que en cualquier momento algo podía ocurrirle a Alex. Aunque terminaba siendo algo estúpido, ya que no era como si contara con un sexto sentido. Tan solo era un loco haciéndose la cabeza, con probablemente historias que nunca ocurrirían. Y a pesar de que me percataba de que todo era un disparate, no podía evitar preocuparme. Siendo de esta forma cegado por el miedo y la angustia de que algo malo pudiera ocurrir.

Por ello, me propuse que esa noche la iba a disfrutar. Tan solo me dedicaría a tomar alcohol, para llevar mi mente a otro universo y poder darme el descanso que tanto me merecía. Luego, confiaba que mis amigos me llevarían a casa, ya que no podían ser tan desgraciados como para dejarme tirado en un bar.

Respecto a Alex, dejaría que las cosas fluyeran. Las gotas de alcohol iban a ser las encargadas de alejar toda angustia de mi cuerpo, para poder entregarme por completo al contrario. Así, de lo único que tendría que preocuparme sería de la resaca que me aturdiera al día siguiente. Aunque debo disculparme con el Dylan del futuro, el cual va a tener que sufrir la consecuencia de mis actos.

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En este momento, me encontraba rumbo al bar para ver a Alex. Ya había pasado por la casa de mis dos amigos, y por ese motivo ambos chicos estaban junto a mi en el coche. Aunque algo que me llamó la atención fue que el ambiente se encontraba demasiado silencioso. Aparte, logré observar desde uno de los espejos del auto, que leo se encontraba muy nervioso. Movía sus manos entre si, mientras que su mirada se mantenía fija en la ventana, para luego girar de forma rápido sus ojos a mi dirección. También, tomaba su teléfono y parecía observar algo, pero momentos después volvía a apartarlo. Mientras tanto, Miguel parecía no percatarse de nada, ya que solamente observaba el paisaje bastante embobado. Llevándome a pensar que realmente no tuve que haber traído a ninguno. Y cuando se me cruzó por la mente no pasarlos a buscar, tal vez hubiese sido la mejor opción que pude tomar.

Luego de veinte minutos viajando, Miguel fue el primero que se digno a abrir la boca.

—Ahora que lo pienso, ¿qué edad tiene ese chico Alex?

—¿Por qué?—Pregunté con el ceño algo fruncido, al intentar descifrar a que se refería con esa interrogación.

—¡No, no! ¡No me malinterpretes! Solo pensé que si sos psicologo, puede ser algo problemático si estas saliendo con un menor.

—Es verdad, no sería bueno que tuvieras una denuncia por pedofilia.—Comentó por primera vez Leo, con un tono algo peculiar.-Aparte, estarías con un paciente.

¿Y si no es un sueño...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora